El milagro de «Chispi», de vuelta con sus dueños tras cinco años desaparecido

María Hermida
maría hermida PONTEVEDRA / LA VOZ

MARÍN

MARÍA HERMIDA

Al perro se lo tragó la tierra en el 2013 en la calle Cruz Gallástegui; se cree que lo robaron. Apareció en Marín

20 feb 2018 . Actualizado a las 18:42 h.

Corría el invierno del 2013. Un día, a primera hora de la tarde, como casi siempre, a Chispi, un caniche de color blanco y mirada un tanto perdida, lo bajaron a pasear por su calle, Cruz Gallástegui. Todo parecía ir como cualquier otra jornada. Pero, de repente, a Chispi se lo tragó la tierra. Fue una desaparición misteriosa, puesto que el animal conocía perfectamente la zona y además la persona que estaba con él apenas lo perdió de vista unos segundos. De ahí que Antón Reino, propietario del perro, lo tuviese y lo tenga aún claro: «Debió que ser un robo, fue todo demasiado rápido». Antón reconoce que él y su familia tocaron a todas la puertas posibles. Pero no hubo manera: Chispi jamás apareció. Hasta ahora. Porque el perro acaba de regresar a los brazos de Antón. «Es un milagro», dice el muchacho con sonrisa.

Tras la desaparición del animal, Antón, su madre y su hermana empapelaron la ciudad para intentar dar con él. También acudieron a las protectoras para ver si alguien lo había llevado hasta allí. Y, dado que para ellos la hipótesis del robo era la fundamental, también acudieron tanto a la Policía Local como a la Nacional. Pero no hubo manera. Los días fueron pasando y, lógicamente, las esperanzas se fueron difuminando. Aún así, un año después de haber desaparecido, seguían buscando a Chispi.

Dice Antón que les costó hacerse a la idea de tener otro perro. Pero que, finalmente, y pasados ya más de dos años sin noticias de Chispi, acogieron en casa a Tofe, un animal que debe su nombre al color de su pelo. El can, también de la raza caniche, se hizo querer pronto. Dice Antón que «es muy cariñoso y muy agradecido» mientras el perro, como si supiesen que hablan de él, hunde el hocico en el sofá.

El caso es que el domingo pasado todo cambió. La Policía Local llamó preguntando por Antón, que estaba de vacaciones en París, así que fue su hermana Bárbara la que cogió el recado. No se podía creer lo que los agentes le estaban contando. Resulta que unos particulares habían dado aviso de un perro que merodeaba solo y posiblemente abandonado junto a un taller mecánico de Marín. La policía leyó su microchip y, oh sorpresa, ese can era Chispi. La familia no daba crédito. Pero allá se fue Bárbara a buscarlo a Marín.

Por lo que parece, a Chispi le costó reconocerla. Al principio aparentaba tímido y poco dispuesto a irse con ella. Pero al cabo de un rato ya no tuvo reparos en mostrarse cariñoso. Lo que realmente dejó de piedra a la familia fue la reacción del animal cuando llegó a su antigua casa: reconoció a la perfección el que había sido su hogar y, según cuentan, «se puso a llorar como si fuese una persona».

Antón tardó unas horas en regresar del viaje y, cuando lo hizo, Chispi ya estaba tumbado en el sofá como antaño, como si nunca hubiese desaparecido. Dice que, al verle, en un primer momento, se quedó quieto. Pero segundos después ya se fue hacia él como si nada hubiese pasado: «Esto es un milagro», repite Antón.

El can estaba desnutrido, pero los veterinarios creen que no vivió todo el tiempo en la calle

Chispi apareció en la calle. Por tanto, parecía su caso uno más de los numerosos abandonos de animales a los que se enfrentan las protectoras. No fue hasta que la policía leyó el microchip cuando se detectó que, en realidad, su desaparición había sido denunciada en el 2013. Según explica Antón Reino, su dueño, el can estaba desnutrido cuando lo toparon. Sin embargo, tras llevarlo al veterinario para hacerle una revisión completa, este les dijo que no cree que Chispi haya pasado los últimos cinco años en la calle. «Nos dijo que estaba demasiado bien para haber estado vagabundeando todo el tiempo, así que lo más probable es que estuviese en alguna casa, aunque es algo que no sabemos y posiblemente nunca lleguemos a descubrir», decía ayer prudentemente Antón.

El caso es que, además de muy delgado, Chispi llegó también con algún que otro achaque de salud. Le detectaron un problema en el corazón, en la cadera parece haber sufrido un golpe -aunque no se aprecian síntomas de maltrato- y también tenía una otitis. Tras los cuidados veterinarios pertinentes, el animal volvió a casa y ahora mismo ya está totalmente integrado. Tofe, cual hermano mayor, algunas veces se pone celoso, pero en general ha aceptado al perro pródigo.

Dice Antón que en estos años de ausencia, y quizás por lo que puede haber vivido, a Chispi le han cambiado los gustos y el carácter. Ahora está más apagado y apegado a los humanos y, por ahora, le da miedo bajar a la calle.