La trágica desaparición y asesinato de Rosa María Juncal a manos de su novio

La Voz

MARÍN

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1982

14 sep 2017 . Actualizado a las 05:05 h.

El catorce de septiembre de 1982 La Voz se hacía eco de la creciente inquietud de la familia y de toda la ciudadanía de las comarcas de O Morrazo y de Pontevedra ante la falta de noticias de una joven de 18 años, vecina de Bueu, de la que nada se sabía desde el 29 de agosto. Rosa María Juncal había sido vista por última vez en Seixo (Marín), donde se había citado con su novio, Nolo Crespo, sobre el que pronto cayeron las sospechas de su implicación en la misteriosa desaparición de la chica. Fue tras su detención por la Guardia Civil cuando se desveló la tragedia que ocultaba ese misterio que conmocionó e indignó a todo el mundo.

Casi cuatro meses después de la desaparición, Juan Manuel Crespo Fernández, confesaba el asesinato y desvelaba el lugar donde había enterrado a Rosa María, en el lugar de A Ponte de Guimeráns, parroquia de Seixo, cerca del río Loira. Allí, en una finca propiedad de la familia del agresor fue localizado el 5 de diciembre el cadáver de la joven y dos días después recibía sepultura en el cementerio de Cela (Bueu), en un acto fúnebre multitudinario y sobrecogedor. La autopsia revelaría que la víctima falleció a consecuencia de una profunda herida en el cuello, a la altura de la yugular, donde presentaba otros cortes de menor tamaño.

En su declaración ante la Policía y en sede judicial, Nolo Crespo desveló el móvil de su crimen. Decidió acabar con la vida de Rosa María porque, según le había dicho ella, creía que estaba embarazada y él no estaba dispuesto a casarse siendo tan joven y comprometer su futuro. Entonces estudiaba Náutica en Vigo.

Aquel domingo, 29 de agosto de 1982, la convenció para que fuera con él al río y aprovechando una distracción de su pareja le clavó un cuchillo a la altura del cuello y se desplomó, arrojándola a continuación a una fosa y cubriendo el cadáver con piedras, tierra y hierbas.

Nolo Crespo, ingresó en la prisión de A Parda y fue juzgado en la Audiencia de Pontevedra un año después del crimen, una vista en la que llamó la atención por su frialdad en el relato de los hechos, por los que fue condenado veinte años de cárcel.