«?Cacharros? es un espectáculo tierno, son como bebés grandes»

Carmen García de Burgos PONTEVEDRA / LA VOZ

MARÍN

Miguel Ángel Valdivielso

A punto de cumplir veinte años de vida, Bambalúa inaugura Itineranta en dos pases, de 20 y 21.30 h

08 ago 2017 . Actualizado a las 05:00 h.

Alfonso Matía (Burgos, 1971) reconoce que solo estuvo una vez cerca de Pontevedra, en Marín («hace bastantes años»). Mañana abre Itineranta 2017 con Cacharros.

-En un espectáculo semiimprovisado, ¿quién se lo pasa mejor, los actores o los niños?

-Es una mezcla. El éxito de este tipo de espectáculos es el feedback que recibe tanto el actor como el propio espectador, los niños y adultos. La palabra que mejor lo define es un espectáculo tierno, en el sentido de que estos cacharros son un poco como bebés grandes que acaban de nacer y descubren el mundo por primera vez, y el espectador a ellos.

-Son cacharros, pero con personalidad propia...

-Sí, digamos que el doctor Chispero, que es quien lo ha creado y puesto a punto, los ha hecho diferentes, y tiene su personalidad. Hay algunos de ellos que es más pícaro, más inocente y juguetón, y a alguno se le ha olvidado ponerle algún detallito, como los brazos... Así que tiene que jugar con otras cuestiones y, sobre todo, lo más destacable de todos ellos es la mirada. No tienen ojos realmente porque hacen un trabajo de máscara neutra. Las encargamos a un diseñador a Estados Unidos, que hace muchos años que trabajó en la escuela de Lecoq, y ese trabajo se traslada del escenario a la calle y se multiplica por cuatro para que el espectador pueda simpatizar con el actor que va dentro de cada cacharro.

-¿Hay alguno que sea el favorito de los niños?

-Está mal que lo diga, pero sí: Medusa, que es el que no tiene brazos y es el más juguetón, el que más se despista y el que más llama la atención de los niños, porque quizá es el más diferente entre comillas. Cada uno que haga luego sus analogías de cara a la sociedad. Los cuatro cacharros son muy amables y cercanos al público. Lo único es que el profesor Chispero tiene que estar alerta para que no se despisten y el público tendrá que ayudar un poquito para ver si los cacharros funcionan bien o a lo mejor no son cacharros del todo y están algo humanizados. Eso es lo que descubriremos.

-Calle, niños... ¿Da un poco de miedo empezar una gira tan basada en la improvisación?

-En realidad es una improvisación relativa porque hacemos una o dos paradas en función del público que están cerradas y hay coreografías de movimiento y de acción. Está dirigida y controlada. Son muchos años de compañía, el que viene hacemos 20, y hay mucho bagaje.