Y a ti... ¿A dónde te llevan tus pies?

María Hermida
maría hermida PONTEVEDRA / LA VOZ

MARÍN

maría hermida

¿Se puede disfrutar de una caminata entre coches o con vistas horrendas? Hay quien lo hace y está feliz

29 abr 2016 . Actualizado a las 05:00 h.

Sería cuestión de ponerse a contabilizarlos. Pero en un día como ayer, con sol y buena temperatura, la gente que caminaba a media mañana por sitios como el paseo de Vilagarcía a Carril o las riberas del Lérez pontevedresas, probablemente, no fuera menos que la que circulase por una céntrica calle madrileña a la misma hora. Estaban de bote en bote. Y, nada más pisarlos, surgía la explicación: «En las rutas del colesterol hay gente siempre, aunque llueva», dicen unas señoras que frisan los setenta y quedan, puntualmente a las 11.00 horas, todos los días para ir a andar bordeando la ría pontevedresa. Van en chándal o mallas y tenis fosforitos a juego. Pero, pese a la coquetería del atuendo, rehúyen de las fotos. «Por Dios, sin ir a la peluquería no nos saques en el periódico», dicen mientras uno se ahoga tratando de seguirles el paso. Ellas andan unos cinco kilómetros al día. ¿Les parecen muchos? Pues no lo son. La media de los andarines habituales está más alta. A ellos los paseos se les suelen quedar cortos. Incluso las rutas de senderismo a veces también. Así que cada uno anda «por donde le parece». Da igual que sean sitios bonitos o feos. Escuchar las historias de a donde le llevan a cada uno sus pies es, como mínimo, curioso.

Empezamos en un lugar en apariencia poco apetecible para caminar. Está en la carretera vieja de Pontevedra a Marín. El volumen de coches y camiones con el consiguiente ruido es tal que difícilmente uno puede relajarse. Además, ora hay aceras ora hay que saltar algún que otro obstáculo. Sin embargo, en menos de cinco minutos de reloj -sí, solo 300 segundos- pasan diez caminantes. Uno de ellos no tiene problema en pararse. Es Pablo Pereira, un hombre de mar. Fue marinero y se jubiló por enfermedad. Ahora, hace veinte kilómetros al día a pie. No camina por paseos ni lugares bucólicos: «Voy de Marín a Pontevedra y subo hacia el hospital de Montecelo. Me acostumbré a esta ruta y la verdad es que no me importa ver coches todo el tiempo», dice. Cuenta que padece depresión y que andar es su gran medicina. Eso sí, en cuanto empiece el verano, prevé cambiar de tercio e ir hacia la zona de playas.

Con música o radio

Ya en Pontevedra, quien hace un alto en el camino es José Vázquez, que camina a pie ligero, con la radio puesta «siempre, siempre». Está jubilado. Y anda «por salud mental y física». En el momento en el que habla está en la avenida de Marín, en una clásica ruta del colesterol, que recorre de arriba a abajo: «Hago unos siete kilómetros, llego hasta Monteporreiro». Más o menos los mismos que él hace Rogelio, de Poio que anda para evadirse. En su caso, cambia de ruta con frecuencia. Ayer, ante el sol de justicia, recorrió la zona de las playas de Lourido. Conduce ambulancias y está en permanente contacto con la tristeza. Así que cuando libra echa andar para olvidar penas y relajarse. Lo hace con cascos y música a tope. ¿Qué escucha? Ayer llevaba puesto a Pólvora, el grupo de rock del que es batería. «

É como música de garaxe, tipo Siniestro Total, e vai moi ben para andar

», asevera.

A Rogelio no le importa si pasan coches a su lado. Y lo mismo le pasa a una madre y un hijo que, diariamente, caminan a pie de Vilagarcía a Vilaxoán «e un pouco máis». Son María Dolores y José. Él oposita, y caminar es lo único que le despeja la mente. La madre tiene claro lo que busca con tanto paseo: «O importante é adelgazar», dice.

Pero hay quien sí quiere huir del mundanal ruido. Y, literalmente, se echa al monte. Es el caso de Daniel, que ayer recorría a pie, como suele hacerlo siempre que tiene tiempo, uno de los balcones más impresionantes a la ría de Arousa: el monte Xiabre. Los pies de Daniel hacen sin quejarse 25 kilómetros en una mañana. Él sale de su casa de Trabanca, en Vilagarcía, y empieza a subir, «se teño ganas chego ata Meda, no máis alto, e senón pois quedo antes». Suele trabajar procesando mejillón. Y, mientras espera a que la toxina dé una tregua y haya trabajo de nuevo, anda. «Non hai mellor cousa para estar ben», dice mientras sigue en ruta.