Define su humor como canalla. El sexo, el noctambulismo y la fiesta son su punta de lanza a la hora de hacer reír. «Me gusta la temática de calle. En el humor suele haber tres temas universales: el sexo, la religión y la política. Yo de lo que más tiro es de lo primero. Si en un monólogo no vas bien, tira del sexo. La gente siempre se va a reír porque se siente identificada con esas anécdotas. ¿La política? Siempre está bien hacer algo de crítica. ¿La religión? Ya está muy aburrida».
Vuelve a salir el tema de la originalidad y el trabajo del escritor. «Si tú vas a una villa pequeña como puede ser Bueu, gustas y te llaman para volver al mes siguiente, no puedes regresar con el mismo monólogo, no es lícito ni está bien». Defiende la diferenciación entre otros espectáculos, como la música, donde la gente sí quiere aprenderse las canciones y cantarlas con el grupo, pero el monologuista se ve inmerso en una espiral de innovación, de tratar de contar algo novedoso.