Sin embargo, al pasar la entrada de la fábrica de Ence la travesía vuelve a ser apacible por la disminución del tránsito de vehículos pesados, aunque la ausencia de arcenes se mantiene hasta llegar a la capital.
Temiéndonos que habíamos elegido la opción incorrecta, decidimos regresar a Marín, pero esta vez por la carretera de abajo.
Camino de vuelta
El camino de vuelta empezó aun mejor que el de ida: un estupendo carril bici con unas vistas a la ría y a la isla de Tambo inmejorables. Sin embargo, las dificultades empiezan antes de abandonar el núcleo urbano. Al llegar al final del carril bici con la decisión de continuar mi trayecto hacia Marín, me sorprende un escalón de 20 centímetros que me obliga a frenar bruscamente para no sufrir una caída. Una vez superado el primer obstáculo enfilamos la temida autovía. El primer tramo, antes de llegar al nudo de Ence es bastante cómodo por el amplio arcén que dejó la vieja carretera. No obstante, más vale no confiarse porque el peor tramo es el de la recta de la factoría. La primera dificultad seria llega al pasar el carril de incorporación a esta vía, llegando incluso a detenerme en la isleta para facilitar la incorporación de los coches y garantizar mi seguridad. Al ver que el carril de acceso estaba libre, reanudé la marcha con bastante miedo.