Los Secretos, esos señores capaces de provocar una hambruna en Cuntis

María Hermida
María Hermida PONTEVEDRA / LA VOZ

CUNTIS

El concierto de Los Secretos se celebró el sábado en una carpa en la que, de madrugada, se armaron mesas y sillas para la comida del domingo de la Festa do Lacón con Grelos.
El concierto de Los Secretos se celebró el sábado en una carpa en la que, de madrugada, se armaron mesas y sillas para la comida del domingo de la Festa do Lacón con Grelos. Concello de Cuntis

Como en Galicia es el estómago el que da la medida de las cosas, que en la villa cuntiense antes del concierto los bares acabasen el pan ya lo dice todo sobre su tirón

27 feb 2023 . Actualizado a las 20:00 h.

En Galicia, como todos sabemos, el estómago da la medida de todas las cosas. Es por eso que da igual el número de entradas que vendiesen Los Secretos el sábado en Cuntis, donde actuaron en la víspera de la dominical Festa do Lacón con Grelos. Sobran las cifras teniendo un dato irrefutable: a las nueve de la noche era entre difícil y imposible comprar un bocadillo en algún bar de la localidad para guardar la cola del concierto entre mordisco y mordisco de lomo con queso. En unos se había acabado el pan. En otros la cocina estaba tan desbordada que se anunciaba media hora de espera mínima. Y en algunos más reconocían que todo el comestible estaba agotado desde las siete de la tarde. Una de dos, o los bares no contaban con que Los Secretos tocan para una generación (o varias) que ya no tiene edad para andar por la vida con el estómago vacío, o los de Urquijo desbordaron todas sus previsiones de asistencia (se seguían vendiendo entradas por doquier a diez euros con el recital ya empezado). Sea como fuere, y parece que fue lo segundo, muchos forasteros dieron gracias al retraso con el que empezó el recital para lograr llenar el buche, aunque fuese de patatas de bolsa y Chasquis barbacoa, y plantarse allí como los señores que, tanto los del escenario y los espectadores, eran

El concierto, bajo una carpa infinita y totalmente cerrada que tenía la ventaja de que era enorme y el defecto de que los de atrás ni siquiera intuían visualmente lo que se cocía en el escenario, comenzó «bordeando la autopista». En el sentido literal, porque la primera canción en sonar fue Buena chica, que incluye esa letra, y también en el figurado. Porque ya con ese primer tema los incondicionales del grupo bordearon ese sendero triste por el que siempre debió transitar el difunto e inolvidable Enrique Urquijo, que sigue liderando Los Secretos más de dos décadas después de haberse muerto, para luego meterse directamente en esa carretera de drama que son sus emblemáticos temas y que debió ser su existencia. Álvaro, el hermano que nunca deja de recordar a Enrique, cantaba «nunca he sentido igual una derrota, que cuando ella me dijo se acabó, nunca creí tener mi vida rota. Ahora estoy solo y arrastro mi dolor» y un hombre canoso no podía evitar la comparación: «Este si que estaba triste e non a Shakira». 

Aunque Álvaro Urquijo buscó la complicidad del público para que se animase con temas del disco que sacaron en pandemia y que por esa circunstancia «las canciones pasaron un poco desapercibidas», tanto él como los otros componentes del grupo saben que quienes les corean necesitan la gasolina del ayer; quizás porque cualquier tiempo pasado sí fue mejor. Así que derrocharon nostalgia y no se dejaron ni un solo tema fetiche en la buchaca con himnos como Ojos de gataPero a tu lado sonando. Lo hicieron bajo una carpa donde el público se dividía entre una legión de fans de esos que se saben la letra porque la han cantado mil veces en el karaoke a otros que habían venido vestidos de entroido y con más ganas de baile que de la melancolía que ofrecían desde la palestra. Incluso había una tercera tribu, poco entrada en años, que a mitad de concierto decidió ir a lo suyo y entonar el «hemos venido a emborracharnos» compitiendo con lo que salía de los altavoces. No duraron mucho sus cánticos. Y no fue necesario ni reñirles. Bastó con la fría mirada de muchos incondicionales del grupo para que la muchachada entendiese que faltarle al respeto a aquello que sonaba, que además sonaba bien, era también ir contra quienes vivieron y bebieron sus mejores años con las composiciones de Enrique Urquijo como acompañante perenne. 

El concierto se puso algo más movido con Ojos de perdida o cuando decidieron versionar el emblemático Por el bulevar de los sueños rotos de Sabina. Fue ahí donde la mítica banda de la movida madrileña logró sumar enteros con los más jóvenes. «Esto se anima», decían unos chavales mientras debatían sobre si bajo carpa se podía o no fumar. Llegaron los bises y el Agárrate a mí María demostró que el pasado también tuvo sus cosas. Y que hubo una generación, como la de Enrique, que no vivió para contarlo. La apoteosis llegó con Déjame. Se la sabía todo el mundo y miles de gargantas la corearon, demostrando que la brecha generacional es una milonga con determinadas bandas sonoras del pop español. 

El concierto de la mítica banda madrileña reunió a público de todas las edades.
El concierto de la mítica banda madrileña reunió a público de todas las edades. Concello de Cuntis

Álvaro Urquijo despidió a los suyos y las luces iluminaron aquella carpa descomunal. La tropa comenzó a salir a la calle, algo así como pasar de una sauna a la Antártida en cuestión de segundos, así que nadie lo hizo con demasiada ansia. Menudo frío a pie de calle. Menos mal que las luces del guateque ochentero se encendieron enseguida en otra carpa, ubicada junto al centro médico, para seguir la fiesta. Allí esperaba Raffaella Carrá, Mecano, el Dúo Dinámico y los de siempre. No había llenazo como en el concierto. Y menos mal. Porque la barra a pie de carpa tardó un poco en abrir y en el Chistoso, el bar más próximo al recinto del guateque, ya empezaba a escasear el género y una de las camareras advertía de que «estará aberto ata que haxa existencias». Era lo que faltaba después de haber pasado casi sin cenar.