Una cascada algo escondida que hoy será protagonista

María Hermida
maría hermida PONTEVEDRA / LA VOZ

CUNTIS

RAMON LEIRO

Esta mañana se inaugura con una caminata la senda que comunica Barosa con el salto de agua del Umia en Caldas

17 may 2018 . Actualizado a las 05:00 h.

Las cascadas de Barosa y Segade quedan hoy conectadas. Para darle oficialidad a la unión habrá una caminata con visita de autoridades incluida. Se recorrerán a pie los 14 kilómetros que separan un salto de agua, en Barro, del otro, en Caldas, pasando por tierras de Portas. ¿Qué se encontrarán quienes decidan secundar esta cita andarina? Decidimos chequear ayer mismo el punto final del recorrido: el entorno de Segade, sus molinos y su cascada.

Imaginemos que uno no hace esa caminata, y que únicamente va a visitar los molinos y cascada de Segade. Debe andar atento, porque la señalización escasea. Afortunadamente, la cosa se compensa con vecinos que explican rápidamente cómo llegar hasta la fervenza. «Deixa aí o coche e vas vendo primeiro os muíños e despois xa chegas á cascada. Xa verás como che gusta, aquí vén xente de todas partes, madrileños, algúns que falan inglés...», dice un paisano de Segade que fuma una cigarro en un balcón de color azulado.

Habla este hombre y su conversación se entremezcla con el potente sonido del agua. Conforme los pies se van encaminando hacia los molinos, el ruido del río se hace aún más potente y ni siquiera se escucha ya el rugido de la civilización y carretera más próxima, la que va desde Caldas a Cuntis. Los molinos, aunque cerrados, son un regalo para la vista. Está restaurados y dan vida al entorno. Uno los ve y cree estar viendo la molienda de antaño. Entran entonces en escena unos caminantes. Vienen de Caldas y cuentan que al camino que conduce desde la villa hasta Segade le ha pasado algo de factura el invierno, que habría que darle un poco de cariño.

Aparece luego un pescador, natural de Segade. Llega contento hasta las proximidades de los molinos porque el Umia se ha portado bien y en su cesto de mimbre revolotea una trucha de reglamento. Este hombre incide en que son muchos los caminantes que acaban preguntando por la cascada, que falta algo de cartelería. Pero luego insiste en la belleza del entorno: «Mira que verde, que bonito é todo».

Y toca por fin irse acercando a la cascada, que en Segade es como un premio gordo después de una sucesión de pedreas. Aparece primero la vieja fábrica de la luz con su anaranjada chimenea presidiendo el entorno. Son unas ruinas. Pero tienen encanto. Guardan porte, aunque necesitarían algo de mantenimiento; el mismo que no le vendría mal a los escalones de acceso a la cascada, que si bien son fáciles para caminantes expertos resultan costosos para niños y ya no digamos para alguien con movilidad reducida. Desde el mirador habilitado para observarla, la cascada se esconde un poco entre las ramas. Casi asombra más por su rugido que por su aspecto. El invierno lluvioso hizo su trabajo y el agua caía ayer con fuerza. Hoy le pasarán revista cientos de personas. Las mismas que se prevé que cubran un sendero de catorce kilómetros a pie para dejar unidas Segade y Barosa.