Desesperación en Cotobade tras perder su casa en un incendio al que los bomberos tardaron 57 minutos en llegar: «Quedamos sen nada»

María Hermida
María Hermida PONTEVEDRA / LA VOZ

CERDEDO-COTOBADE

Julián y su suegro, Pepe, que este sábado regresaron al inmueble para recoger algunas de las pertenencias y tuvieron que acabar echando cubos de agua porque el incendio se había reactivado.
Julián y su suegro, Pepe, que este sábado regresaron al inmueble para recoger algunas de las pertenencias y tuvieron que acabar echando cubos de agua porque el incendio se había reactivado. CAPOTILLO

Julián llegaba de trabajar cuando leyó la desgracia en los ojos de su mujer y de su suegro,  a los que los vecinos trataban de ayudar sin éxito tras incendiarse su vivienda: «Ata o noso bebé está asustado», dice

17 dic 2023 . Actualizado a las 12:57 h.

La botella de refresco estaba sobre la mesa de la cocina, al igual que el pan. Todo listo para merendar. Pero no llegaron a hacerlo. Sobre las ocho de la tarde del viernes, el olor a humo procedente de una habitación lo cambió todo en una casa de la aldea de O Carballal, en el municipio de Cerdedo-Cotobade. En el inmueble estaba Pepe, un hombre jubilado, su hija Iria y el bebé de esta, de un año. Mientras preparaban los alimentos en la cocina, sospecharon que algo que todavía no saben lo que es estaba ardiendo en una de las habitaciones de este hogar, y no pudieron hacer nada más que salir pintando. No les dio tiempo a recoger nada, ni siquiera el nebulizador que usa el crío y que hoy trataban de rescatar de entre las cenizas. Porque su vivienda, de piedra antigua por fuera y madera por dentro, con una planta baja con sitio para aperos o animales y un primer piso habitable, quedó totalmente calcinada en un suceso con polémica por la tardanza en llegar de los profesionales antiincendios. 

Iria, que permanece con su familia en la casa de sus suegros, intenta contar lo que pasó. Pero no puede hacerlo y le pide a Julián, su marido, que lo haga. Él llegaba de trabajar cuando su suegro, su mujer y su niño estaban ya fuera de casa, con los vecinos desesperados intentando ayudarles. No habían sufrido daños, pero veían ante sus ojos cómo la casa en la que vivieron siempre se desmoronaba. «Botámonos ao lume, pero non foi nada. Un veciño tratou de apagalo coa auga da cisterna dun tractor, pero non se deu feito nada. Eu tamén quixen botarme ao lume pero... é que non se podía facer nada», explica una y otra vez Julián. Se echaron al fuego, entre otras cosas, porque tal y como dice con la voz rota Julián y como denunció el alcalde de Cotobade, el popular Jorge Cubela, los bomberos tardaron 57 minutos hasta que lograron llegar al inmueble del suceso«Pasaba o tempo e non daban vido. E cando viñeron xa pouco había que facer porque en vinte minutos non quedaba nada... foi ben duro. Estamos todos asustados, ata o noso bebé o está», dice Julián. 

¿Por qué tardaron tanto en llegar? Cotobade, como casi todos los concellos de pequeño y mediano tamaño de Galicia, depende los parques de bomberos comarcales (gestionados por la Xunta y la Diputación) o de los GES, es decir, los Grupos de Emergencia Supramunicipal. A este municipio suelen acudir tanto los bomberos de Ribadumia como el GES de A Estrada. La noche del viernes, cuando se dio la voz de alarma desde O Carballal, el parque de bomberos de Ribadumia estaba cerrado, una situación bastante habitual últimamente debido a la huelga que están manteniendo sus trabajadores. Se avisó al GES de A Estrada, que tal y como explicaban hoy sus miembros no logran llegar hasta Cotobade en menos de 50 minutos debido a la distancia que separan ambos lugares. Si a ello se suman el tiempo que tarda el 112 en darles la orden de salir, ya que se aplica un protocolo rígido en el que se avisa primero a quienes están más cerca, es fácil hacer el cálculo y comprobar que puede llevarles 57 minutos ese desplazamiento

En medio de todo ello se dio aviso también a los bomberos de Pontevedra, que quizás podrían llegar antes. Pero, tal y como denunció el regidor de Cotobade, «negáronse a acudir». ¿Por qué? Porque Pontevedra no tiene un parque comarcal, que es el que atiende este tipo de emergencias, sino uno municipal cuya misión es dar servicio a la ciudad. Así que cuando se les avisa para un incendio fuera de su área de actuación se aplican criterios objetivos y se valora si se va o no dependiendo de si hay vidas humanas en riesgo. En este caso, como la familia no corría peligro ya que había podido salir de la vivienda, se decidió no acudir. En otras ocasiones, como cuando cayó el autobús al río Lérez y había víctimas mortales, los bomberos pontevedreses sí salieron para allí de forma inmediata. 

Antes de que los miembros del GES de A Estrada llegasen al inmueble, los vecinos y los propios habitantes de la casa lo habían intentado todo para parar el fuego. Desde utilizar el citado tractor con la cisterna hasta atacar con cubos de agua. También ayudaron los voluntarios de Protección Civil de Cerdedo-Cotobade, que se presentaron con la pick-up del Concello y actuaron en la vivienda. Pero la casa ardió prácticamente de arriba a abajo y, a vista de pájaro, ahora es un inmueble con un enorme agujero en el tejado. Por dentro, todo se viste de negro. «Non vale para nada, haberá que refacer absolutamente todo. De momento, estamos na casa dos meus pais», señala Julián. 

A media mañana del sábado, horas después del suceso, Julián volvía a la casa calcinada para tratar de rescatar algunas cosas para el niño. El teléfono no le dejaba de sonar: «Todo o mundo nos quere dar apoio, os veciños déronnos roupa para que estiveramos sen nada», dice. Tras entrar en el inmueble con su suegro, ambos con una impotencia enorme al ver todas sus pertenencias quemadas, se percataron de que en una zona del hogar parecía que volvía a reactivarse el fuego. Así que, con cubos de agua y sus propias manos, trataron de apagarlo. Pepe, el suegro de Julián y dueño de la casa, es un rostro bien conocido en Pontevedra, ya que fue uno de los emblemáticos camareros del bar Carabela. Ahora está jubilado. Su hija Iria no trabaja fuera de casa puesto que está criando a su niño y Julián, el padre de la criatura, tiene la misma profesión que el suegro, es camarero en Ponte Caldelas. Es demasiado pronto para pensar en el futuro, pero no quieren ser pesimistas. Julián miraba una y otra vez a todo lo calcinado y deseaba en voz alta: «Temos un seguro, a ver o que pasa... oxalá pronto poidamos facer a obra e volver a ter a nosa casiña».