Las bañeras de tuberculosos que guarda San Xusto

María Hermida
maría hermida PONTEVEDRA / LA VOZ

CERDEDO-COTOBADE

MARÍA HERMIDA

Al fondo de un vial de curvas imposibles están los restos de un balneario con historia singular

01 may 2018 . Actualizado a las 12:10 h.

La frase agárrate que hay curvas debió de hacerse para definir sitios como la carretera que permite llegar hasta los Baños de San Xusto, en Cotobade. Aunque su asfaltado aparenta nuevo y su anchura es de agradecer, las curvas y sus estrepitosas bajadas la convierten en una especie de montaña rusa cercada por un bosque en el que los eucaliptos compiten con la flora autóctona. Lo suyo es dejar atrás la famosa carballeira de San Xusto y bajar hasta orillas del Lérez, que es donde muere la carretera y uno se topa de frente con un lugar más que singular. Ahí están unos antiguos baños y una vieja fábrica de la luz. Pero vayamos poco a poco.

Lo primero que ve el forastero es una especie de área de descanso, con mesas y bancos. Enseguida salta a la vista que no es un merendero con vistas bonitas al Lérez sin mucho más. Tiene algo especial. Entre las mesas hay unas viejas bañeras, ahora vacías y a la intemperie, pero que otrora tuvieron mucha vida y estaban bajo cubierto. También hay un caño de plástico con estética descuidada pero del que brota un manantial de agua tibia y olorosa. Existe incluso un galpón con unas duchas y una bañera destrozada que ponen la nota de feísmo en un entorno, por lo demás, de auténtica postal.

¿Qué es todo eso? La respuesta está cerca. Si uno vuelve a reptar por la carretera y se acerca a la aldea más próxima, Outeiro, los vecinos cuentan la historia. Quien habla es Dolores, de 74 años, que enseguida despeja dudas, aunque, como buena gallega, antes de responder pregunta: «¿Rapaza, non me dirás que fuches ti soa aí aos baños, non ves que é un sitio moi apartado?», dice ella a la periodista. Luego, indica: «Aí houbo un balneario ou mais ben un sitio con bañeiras ao que viña un monte de xente tomar as augas. Eu mesma me bañei aí pero hai moito, moito tempo... habitacións nunca houbo, pero había unha persoa que quentaba a auga e lavaba as bañeiras, penso que era todo do Concello. O que pasa é que despois foi caendo todo e ao último fixeron aí tamén un caseto ao que lle puxeron unhas duchas novas, pero iso xa non funcionou moito», cuenta. Luego, casi entre susurros, dice: «¿E logo non sabes que había tamén unhas bañeiras algo apartadas que eran para os tísicos e os tuberculosos?. Nesas ninguén se quería meter, eran para os enfermos», explica.

Las palabras de Dolores las confirma luego Manuel Reboredo. Él, además de vecino y antiguo concejal nacionalista de Cotobade, es doctor en Historia. Y en su día resumió en un boletín informativo local lo que fue averiguando de los baños.

De principios del siglo pasado

Gracias al testimonio de su abuelo y de otros vecinos pudo saber que antiguamente había unas pilas para bañarse a pie del río Lerez y que fue en 1915 cuando el Ayuntamiento construyó un edificio un poco más arriba que contaba con doce bañeras, cada una en una habitación con ventana, espejo, alfombra y taburete. Ahí se tomaban los baños, que podían ser fríos o calientes, ya que había un lugar donde se calentaba el agua y una persona encargada de hacerlo. Se pagaba una tasa y quienes acudían a tomar estas aguas, beneficiosas para la piel o incluso el hígado, a veces pernoctaban en casas o palleiras de Outeiro, la aldea más próxima. El balneario debió tener su época de gloria en aquellos felices años veinte. Terminó deteriorándose sobremanera. Pero de aquel edificio se conservan viejas bañeras. Las más lucidas eran las de los bañistas normales y corrientes y unas un poco más precarias, de ladrillo y cemento, parece que eran las que se reservaban para los enfermos infecciosos. Hoy hay que tirar de historia para imaginarse el esplendor del lugar aunque el paisaje, la singularidad de las bañeras y el ruido del Lérez justifican bien la visita.