El éxito de la empanada tuneada de Solita

María Hermida
maría hermida PONTEVEDRA / LA VOZ

CAMPO LAMEIRO

Martina Viéitez, con las empanadas congeladas que hace con la receta heredada de su madre, Solita.
Martina Viéitez, con las empanadas congeladas que hace con la receta heredada de su madre, Solita. CAPOTILLO

Martina, de Campo Lameiro, heredó de su madre una receta que marida una masa con cereal cultivado por ella y relleno de lacón, grelos y chorizo. Tiene tirón en los restaurantes

08 jun 2023 . Actualizado a las 05:00 h.

Si uno tiene hambre, no es aconsejable que se dé un paseo por el Facebook de Martina Viéitez, vecina de Campo Lameiro y fundadora de Alcacén de Liñares, una tienda digital y física (en Moraña) de productos alimentarios gallegos. Es bastante habitual que cuelgue unas fotos de empanadas de maíz de esas que se comen con los ojos al lado de una frase que dice: «Na casa do Pumariño hoxe toca empanada». Son muchos los que le preguntan quién es la artífice de ese manjar. Y Martina siempre responde lo mismo: «Solita, por suposto». Solita, cómo no, es su madre. Y también la responsable en la sombra de que a Martina le esté yendo bien vendiendo «empanadas de millo», hechas con cereal de su propia explotación, y rellenas de lacón con grelos y chorizo esencialmente, pero también de mejillón con chorizo, bacalao con o sin pasas y volandeiras.

Pero hablemos de la gallina antes que de los huevos. Martina, que lo mismo anda metida en política que buscando proveedores de buenos productos gallegos, se crio en el rural, en la aldea de Couso de Campo Lameiro. Así que las lecciones de agro las llevaba aprendidas de casa. Luego estudió Biología Ambiental y más tarde se empleó en el campo de los peritos agrónomos. Trabajó tramitando subvenciones de la Política Agraria Común (PAC) y, en el 2018, decidió que ese mundo que tanto le atraía, el de la artesanía y los productos alimentarios gallegos, podían tener una vertiente laboral. Abrió entonces una tienda digital a la que bautizó como Alcacén de Liñares y comenzó a ofrecer su género.

Cuenta ella que los inicios no fueron fáciles y que no logró levantar cabeza con la artesanía. Así que centró sus esfuerzos en el asunto de la alimentación con origen cien por cien gallego. Se apoyó en proveedores como la cooperativa Tres Fuciños, que le proporciona cerdo celta. Y se bregó tanto en la comercialización como en la distribución. Con sonrisa, Martina indica que tocó batallar con muchos mitos: «Hai moita xente que é reticente a probar o porco celta porque di que é todo graxa... iso ocorre cando se cría o porco celta como se fora un porco dos brancos. Pero se anda por fóra, se se alimenta de forma natural... para nada a súa carne sae con graxa».

En el 2022, Martina se animó a dar el salto de la tienda digital a la física y abrió el Alcacén de Liñares en Santa Lucía (Moraña), donde vende tanto género gallego de distintos productores como de su propia explotación. Comenzó a cultivar habas, azafrán bravo y varios ferrados de maíz. El asunto es que, pasado el tiempo, si bien las habas y el azafrán se vendían bien, necesitaba buscarle una salida al excedente de maíz de su explotación. No acababa de ver cómo podía aprovecharlo, hasta que su madre hizo unas empanadas con él, las llevaron a una feria a Pontevedra y comprobaron que tenían un éxito descomunal: «Todo o mundo quería probalas e repetir. A xente dicíanos que comía un anaco e apetecíalle xa tomar outro», explica esta mujer con emoción.

Cogió entonces a Solita por banda, que como buena madre y cocinera de toda la vida es de las que no anda con medidas a la hora de poner ingredientes sino que todo lo echa a ojo, y le pidió una y otra vez que le ayudase a preparar empanadas hasta que ella diese con el punto exacto.

Entonces, Martina aún rizó el rizo. Y se propuso tunear la incombustible empanada materna. Mezcló el maíz de su propia cosecha con trigo sarraceno que trae de Porriño y rellenó sus empanadas con viandas típicas de Galicia. Dice que la que más tira es la de lacón con grelos y chorizo. Por si fuese poca novedad, aún innovó más y apostó, en enero de este año, por vender sus empanadas congeladas. Y triunfó.

La pregunta cae de cajón. ¿Sabe bien una empanada congelada? Y la respuesta de Martina no se hace esperar: «Esta si. Esta vai sen cocer. Ti tes que chegar, metela no forno unha horiña cun chorro de aceite por riba e cando a sacas non sabes se estaba conxelada ou se a fixeches no momento». Su producto, pensado tanto para una comida improvisada como para los restaurantes que tienen empanada en su carta, comenzó a moverse por el sur gallego, especialmente por el Baixo Miño. Y, aunque la producción es pequeña —saca de su obrador alrededor de unas veinte piezas por semana—, la fama de la vianda está empezando a crecer entre tiendas, restaurantes y particulares. De momento, la propia Martina, cual terremoto en acción, se encarga de su distribución. Porque ella lo es todo en su proyecto Alcacén de Liñares.

Cuenta que la pieza pequeña, de 1,300 kilos, sale por 16 euros. Y la grande, que da los dos kilos por 24,90. No lleva gluten. Y tienen la garantía de la ilusión de Martina y el talento de Solita detrás.