Caldas recuerda a Ania Horszowski con una placa y un olivo en el Parque-Jardín

Cristina Barral Diéguez
Cristina Barral CALDAS / LA VOZ

CALDAS DE REIS

Ramón Leiro

Luis, el hijo de la superviviente del Holocausto, fallecida hace tres meses, agradeció el cariño y la acogida que tuvo su madre

10 may 2019 . Actualizado a las 14:27 h.

Con música de violín y algo de lluvia. Así arrancó este viernes por la mañana el homenaje póstumo a Ania Horszowski, superviviente del Holocausto que falleció hace casi tres meses y pasó sus últimos años de vida en Caldas de Reis. Miembros del equipo de gobierno, familiares, representantes de la Asociación Galega de Amizade con Israel y estudiantes del IES Aquis Celenis de la localidad participaron en el acto que se desarrolló en el Parque Jardín. Luis, el hijo de Ania, agradeció el cariño y la acogida que recibió su mamá. «Tengo pocas palabras. Mi mamá aparecía en una charla, le mandaban cartas a la señora Ania de Caldas y el cartero ya sabía donde vivíamos», relató. Luis recordó que la familia se fue hace nueve años de Venezuela buscando «un lugar pacífico y acogedor. Nunca imaginamos que iba a ser tan extraordinario». «Estoy seguro de que mi mamá fue muy feliz en Caldas. Se lo agradezco con todo mi corazón», concluyó.

Por su parte, el alcalde de Caldas, Juan Manuel Rey, calificó de justo y sentido el homenaje a Ania Horszowski. «Ania era unha muller cunha gran intelixencia, loitadora e valente. Sentímonos orgullosos de que Caldas fora a súa derradeira morada», remachó el regidor. Hizo hincapié en que las instituciones y las personas seguimos teniendo la obligación «ineludible» de mantener viva la memoria de las víctimas. «O Holocausto deu leccións universais que debemos ensinar nos colexios e institutos como unha ferramenta para previr e evitar o odio e a intolerancia de calquera tipo».

En el acto se descubrió una placa que recuerda el paso de Ania por Caldas y el regidor y su hijo Luis, pala en mano, echaron tierra sobre un olivo que recuerda a esta mujer polaca que falleció a los 97 años y que tras vivir en el gueto de Lwow se salvó «por suerte» tras ver morir a sus padres en apenas catorce días. En la biblioteca pública también se recepcionó la donación de libros y material audiovisual realizada por la familia de Ania. Todo un ejemplo.