El Massó, el museo que nació en una fábrica

Marcos Gago Otero
marcos gago BUEU / LA VOZ

BUEU

MARCOS GAGO

Creado al amparo de la conservera de Bueu que le da nombre, exhibe una colección marítima única

24 abr 2019 . Actualizado a las 05:00 h.

En Bueu presumen, con toda la razón del mundo, de tener un museo que no solo guarda piezas únicas, sino que además tiene como uno de sus lemas que «creció en el interior de una fábrica de conservas», la de los Massó, que le da el nombre. A la inauguración de este museo en 1932 asistió ni más ni menos que Guillermo Marconi. Fue precisamente el inventor italiano quien convenció en una visita en 1928 a los Massó para que diesen forma a su impresionante colección marítima Y transformarla en un pequeño museo, privado en sus orígenes, que en la década de los noventa fue comprada por la Xunta y que está abierto al público desde el 2002. Es una pequeña joya que reúne piezas de origen industrial, con una biblioteca donde los volúmenes raros llenan el catálogo y que guarda, por ejemplo, la última lancha xeiteira que se conoce en Galicia.

El Massó es fácil de localizar. Basta con llegar a la fachada marítima de Bueu y el edificio está justo en frente del Centro Social del Mar. La fachada, con barcos esculpidos en piedra, es la original de principios del siglo XX y la parte arquitectónica que se mantiene en pie de lo que fue una fábrica conservera hoy derribada, que ocupaba toda la manzana y de la que su chimenea, apuntalada por unos enormes hierros, se eleva a escasa distancia.

Puertas adentro, la visita consta de tres partes principales. Bueu, como todas las villas costeras de las Rías Baixas, vivió y aún vive mirando al mar y las conservas fueron una de sus señas de identidad. Decir Massó es hablar de Bueu y de Cangas, donde esta familia también regentó durante décadas una de las pocas balleneras de Galicia, ubicada en un lugar que también lo dice todo: punta Balea.

En la gran sala del bajo se explica la evolución de las industria de las conservas, desde la salazón romana, con objetos de la factoría de hace dos mil años y pico que los romanos construyeron en Pescadoira, pasando por los métodos de la fábrica primitiva y luego las máquinas propias de la modernidad del siglo XX. La fábrica era tan grande y tenía tantos obreros, que los Massó tenían incluso una enfermería propia, por si acaso había algún accidente. Parte del mobiliario y del instrumental se expone al público.

Aquí hay un espacio dedicado a la caza de las ballenas. Arpones, fotos y los instrumentos que se utilizaban para despiezar los cetáceos junto con algunos huesos de ballena se encuentran entre los elementos más visitados y comentados por las personas que se acercan al Massó.

Al otro lado del bajo, al pie de las escaleras al primer piso, hay unos bancos desde donde se pueden ver proyecciones relacionadas con el mundo del mar. Y es aquí también donde se halla la sala de exposiciones temporales, así como las embarcaciones tradicionales, que se custodian con mimo -es que no hay otras-.

Antes de entrar en la primera planta, un timón de grandes dimensiones saluda al visitante que, tras entrar en la sala noble se encuentra con maquetas de barcos históricos como los barcos de Colón, o la nao Victoria, con la que Elcano dio la primera vuelta al mundo. Fíjese en la vidriera iluminada que reproduce un antiguo mapa de hace siglos. Puede pasar un tiempo divirtiéndose con una geografía imaginaria más que real para el interior de África. Y no deje de prestar atención a los mascarones de proa de barcos antiguos, la mesa y sillas del comedor de oficiales de un barco naufragado y los instrumentos de navegación de hace siglos y que hoy se nos antojan extravagantes.

Su biblioteca también es atractiva y un tesoro para los investigadores. Tiene 21 incunables -libros impresos del siglo XV-, diarios de los descubrimientos marítimos de los siglos XVI al XVIII e infinidad de títulos que se podrán ver en pocas partes, no ya de España, sino de Europa.