Sesenta años haciendo arte con flores por Corpus

Marcos Gago Otero
marcos gago BUEU / LA VOZ

BUEU

Emilio Moldes

La veterana buenense comenzó a elaborar alfombras florales cuando era niña siguiendo el ejemplo materno

25 may 2018 . Actualizado a las 07:46 h.

Rosa María Diéguez Pais (Bueu, 77 años) vive la elaboración de las alfombras florales de su villa natal con la misma pasión y emoción que al empezar a hacerlas, cuando era una joven de unos 15 años y ayudaba a su madre Lolita Pais. Ha llovido mucho tiempo desde entonces y las festividades de Corpus se han ido sucediendo una tras otra. Sin embargo, esta veterana alfombrista de Bueu mantiene intacto el espíritu de esfuerzo y superación por adornar las calles de su localidad lo más hermosas posibles para la fiesta, que se celebrará el próximo día 3.

«Yo comencé con mi madre, cogiendo fiúncho, rosa, espadaña, que era todo lo que había de aquella», relata. Eran tiempos de trazados y diseños sencillos. «Se hacía toda la calle del centro con el fiúncho como unos muritos, nosotros perfilábamos, y se hacían también unos redondeles. Hace muchísimos años de esto», añade. Así empezó Rosa a implicarse en una tradición que en su Bueu natal se ha convertido en un legado cultural que se pasa de generación a generación y que los vecinos exhiben orgullosos ante los ojos de los visitantes.

El camino hacia este reconocimiento, que le valió a la Asociación Cultural de Alfombristas de Bueu hacer incluso una pieza en el Vaticano en el 2016, ha sido largo y, a juzgar por el entusiasmo de sus participantes, les ha valido la pena. Sin embargo, no todo fue tan fácil. En Bueu, la decoración de las calles se hace por tramos. A Rosa le tocaba una parte importante, no porque fuese un tramo largo, que también, sino porque está en el centro mismo, en la calle Eduardo Vicenti.

Sin mucha experiencia previa, ni clases de dibujo especializado, ni máquinas ni a quién consultar, Rosa se encontró al frente del lienzo floral de su zona. En su tienda en esta calle, preparaba el sitio para ir recogiendo los materiales que luego se pondrían en la vía. A la hora de buscar material no es tan fácil la cosa, porque hacen falta grandes cantidades de flores y hojas de distintos colores.

Esta veterana alfombrista explica que muchas veces ha ido con su marido en el coche al monte o a las fincas buscando carrasca, que era de las plantas más difíciles de encontrar, y otras muchas más. Que nadie piense que se trata de arrancarlo todo, ni mucho menos. Se retira lo suficiente de cada planta, lo necesario sin destruirla, y después, ya en casa tocan horas y horas de tratamiento de flores y hojas, repartidas por mil cajas.

«No se podría creer de dónde sacaba las ideas, las encontraba en la tienda, en los platos decorativos, en alguna revista, en los cuadernos de punto de cruz. A mí me gustan las figuras, no los geométricos», describe. Y allá se iba ella, cuando llegaba la víspera del Corpus, a pintar, a mano alzada, en el pavimento de la calle, los trazados que después se rellenaban con flores, conchas, granos y verde.

Hace veinte años, recuerda que «el último que hice yo era una cesta con frutas, con fresas y racimos de uvas. Hice la cesta con trencitas de hierba y me gustó mucho cómo quedó».

Ahora la tradición familiar ha pasado a una nueva generación. Rosa confía a su yerno, que es arquitecto, la misión de diseñar y trazar sobre el pavimento los dibujos que a continuación se llenarán de color.

Uno de los valores que Rosa entiende que realzan esta tradición festiva está en la cooperación entre vecinos y familias para que el resultado sean los kilómetros de alfombras que decoran las calles de la localidad. «Éramos un pueblo humilde, me gustaba por el cariño que todos nos teníamos, había una unión que es lo que quiere hacer ahora la asociación de alfombristas», incide. Y es que Rosa no oculta su admiración hacia este colectivo, que ha conseguido poner los diseños buenenses no solo en Santiago, sino en el propio Vaticano.

Ella no pudo desplazarse a Roma para aquella ocasión solemne, pero se emociona al pensar en lo que significó, un reconocimiento a nivel mundial después de tantos años de anonimato y esfuerzo. «Es que te sale del alma», afirma. Rosa no pudo viajar, pero sí que contribuyó a preparar alguno de los materiales que llevó la delegación buenense a la ciudad del Tíber.