La cara curiosa de los polígonos: un Partenón en venta y ovejas pastando

María Hermida
maría hermida PONTEVEDRA / LA VOZ

BARRO

En Barro hay una construcción de estilo griego que parece un tanatorio pero nunca lo fue; iba para palacio

16 abr 2016 . Actualizado a las 05:05 h.

No hace falta ir a un punto de atractivo turístico para pasar una mañana entretenida. La crisis, con el consiguiente parón industrial, y el fervor político por sementar Galicia de parques industriales hacen que a lo largo y ancho de las comarcas de Pontevedra y Arousa proliferen polígonos casi desérticos y sin actividad. Pero con curiosidades en las que reparar. Está, por ejemplo, la conocida como la central de transportes de Ponte Caldelas, que de central solo tiene el nombre y, en realidad, bien podía llamarse hotel de transportistas, porque los únicos que paran allí son algunos camioneros para echar una cabezada. O el surrealista caso del parque privado de Nantes, en Sanxenxo, donde hay losas de granito delante de las puertas de los transformadores eléctricos porque como la zona está vacía de personal hay que protegerlos de los ladrones. Hasta ahí, las curiosidades tienen la categoría de anécdotas. Pero, en otros lados, van más allá.

En el polígono de Barro-Meis, o pegado a él, hay una nave con una estética similar a la de numerosos tanatorios. Pero nunca fue un velatorio. Su historia bien merece ser conocida. Es propiedad de un hombre de Portonovo llamado José Luis Cereijo del Río, que aunque ahora está jubilado fundó una empresa de aluminios. Él, hace más de una década, se propuso comprar varias parcelas en Curro (Barro) y crear un polígono industrial privado. Decidió que ese futuro parque debería tener un palacio de congresos y exposiciones. Así que se puso manos a la obra: «Estivera en Mallorca e gustábame o palacio de congresos de alí, e quixen facer algo parecido, algo digno». Como estuvo en Grecia y le marcó la arquitectura griega, finalmente lo que encargó tiene una estética parecida a la de un Partenón. Él dice que «a idea inicial non era facer un Partenón, pero si que algún parecido ten».

Acabó almacenando puertas

El caso es que el sueño de hacer el polígono privado de Cereijo se frustró y el palacio nunca funcionó como tal. La empresa tampoco lo usó demasiado. Almacenó algunas puertas en él, pero poco más. Mientras tuvo actividad, recibía muchas visitas. Algunas no eran precisamente de clientes

. «A xente confundíao cun tanatorio»,

cuentan desde la firma. No fueron ni una ni dos las personas que llegaron preguntando por un difunto. E incluso los proveedores de mercancías le llamaban el tanatorio de Curro. Otros, hicieron un chiste fácil:

«Chamábanlle o Portenón, polo tema de que facemos portas

», reconoce Teresa, la hija de Cereijo.

El caso es que hace un año se decidió venderlo. Cereijo dice su precio: lo da por 400.000 euros. Señala que algunos pretendientes sí salieron: «Quixeron poñer un tanatorio pero non lles deron permiso, miraron tamén para meter un secadoiro de bacallau... O mellor foi cando xa lle tiña vendida a nave aos de unha igrexa anglicana que acabaron no cárcere», cuenta el hombre. En conclusión: la nave sigue a la venta. Cereijo, sin pelos en la lengua, dice que los políticos le frustraron su proyecto expropiando para el polígono. Y que su idea de parque privado convertiría la zona en un sitio bonito, con «un arco de Trajano incluido».

Si uno deja Curro y va hasta el polígono de Vilanova no encontrará más edificios clásicos. Pero sí curiosidades en movimiento. En el parque industrial de Baión solo hay una empresa montada. Se trata de Soaga. Pero sus empleados no están solos. Un rebaño de ovejas bala cerca de donde ellos trabajan. El pastor, con la lluvia torrencial de estos días, no andaba cerca. Pero tampoco le echaban mucho en falta los animales, que estaban tranquilos comiendo los tojos. Al preguntar en Soaga por el ganado, responden: «¿Ovejas, aquí? No las vimos». Las tienen a unos metros, pero se ve que no molestan.

La ruta de las curiosidades a pie de parque industrial termina en Catoira. Ahí, una vecina, harta de ver maleza frente a su casa, apadrinó una rotonda y ella misma la limpia y le planta flores. Quizás, en el futuro, todas estas excentricidades pasen a la historia y cambien por actividad industrial, que para algo se trata de polígonos. Aunque, a veces, cueste creer que ese día llegará.

«Xa lle tiña vendida a nave aos dunha igrexa anglicana, pero acabaron no cárcere», dice el dueño del Partenón