Tamara y Enrique baten el récord de romanticismo político

María Hermida
maría hermida PONTEVEDRA / LA VOZ

A LAMA

Ramón Leiro

El candidato socialista de A Lama aprovechó una laconada popular para llevar mariachis y pedir la mano a su novia

31 mar 2020 . Actualizado a las 18:26 h.

Se las prometía muy felices el alcalde socialista de Ponte Caldelas, Andrés Díaz, ese hombre que vive un permanente San Valentín. Aparentaba él ser el político más romántico de la comarca de Pontevedra, con sus constantes dedicatorias a su pareja, Isabel, en las redes sociales -recuerden que le escribió cosas como ««si te sueño porque te quiero, si te necesito porque te quiero, si te pienso porque te quiero, si te añoro porque te quiero, te quiero porque te quiero y te quiero porque eres tú»-. Pero su reinado se tambalea. O el regidor del puño y la rosa eleva el nivel romántico o el puesto de político meloso es para Enrique Vaqueiro, portavoz y candidato del PSOE en A Lama. Se lo ganó a pulso -o a mariachis- este último sábado en una pedida de mano tan enxebre como feliz.

Pongámonos en contexto. Enrique Vaqueiro y Tamara Pacheco llevan siete años de noviazgo. Han estado juntos en las duras, en las maduras... y en los pósits. Sí. Porque un buen día a Tamara se le ocurrió cubrir el coche de su pareja de pósits coloridos llenos de frases amoroso. A él le emocionó el gesto pese a que un inoportuno chaparrón empapó el automóvil e hizo desteñir los papeles por la carrocería.

Ambos viven en Pigarzos, una aldea de A Lama donde la cobertura telefónica escasea y levantarse con nieve o helada descomunal en invierno no es una excepción. Enrique, aunque como casi todos los vecinos de A Lama vivió muchos años en México, se toma muy en serio lo de ser de Pigarzos en particular y de la parroquia de Xesta en general, donde capitanea la asociación de vecinos. Tamara no le va a la zaga. Ella es de Verducido, otro lugar de A Lama. Organiza las fiestas en su aldea y lleva tatuado el nombre de la parroquia en una muñeca. Enrique sabe de ese amor de su novia por su tierra. Así que tenía claro que no había lugar mejor que Verducido para pedirle que se casara con él. Lo hizo el sábado. Y de qué manera.

Disfrazada de espantapájaros

Tamara y el resto de la comisión de fiestas de Verducido habían organizado una laconada popular para recaudar fondos para las celebraciones. Se anotaron unas sesenta personas. Tras el cocido de rigor, mientras Tamara, que se había disfrazado de espantapájaros para la ocasión, y el resto de los organizadores cortaban y disponían en bandeja los postres, una legión de mariachis hizo acto de presencia. «Oí los mariachis pero no pensé que la cosa fuera conmigo», dice Tamara. Pero la cosa iba con ella. A los pocos minutos, Enrique Vaqueiro, ramo de flores en mano y anillo en el bolsillo, interrumpía el «quiero volver, volver, volver... a tus brazos otra vez» de los mariachis y entraba en acción en medio de la expectación del respetable, que esperaba las filloas y le llegó la miel del romanticismo primero.

A petición popular, Enrique se arrodilló para declararse. Pero Tamara empezó a decir que no con la cabeza. Parecía que la cosa iba a acabar mal. Pero no. Ella no rechazaba la petición matrimonial, solo quería que se levantase. De pie, Vaqueiro le dijo que en la misma tierra en la que se habían conocido y se había enamorado de ella le pedía que den un nuevo paso y se casen. Ella dijo sí. Y la fiesta fue completa. La fecha de la boda está por desvelar. Habrá que cuadrar agendas y ver qué ocurre el 26 de mayo.