
El equipo cierra una temporada redonda después de haber llegado a octavos de Copa del Rey y ser campeón de liga a dos jornadas del final
21 abr 2025 . Actualizado a las 22:38 h.Pedía Yago Iglesias la matrícula de honor a una temporada de sobresaliente y la tuvo. Rubricaron la nota Álex González, Yelko Pino, Dalisson e Igor con cuatro lanzamientos que levantaron a una ciudad que jaleaba dentro y fuera de Pasarón. Lo hacía una vez más esta temporada. Escribe una página emocionante de su historia después de haber dejado pinceladas de ilusión durante toda el. La historia de este curso que acaba con nota es la de un matagigantes que ya es de Primera Federación. Y lo hizo a base de mantenerse fiel a su idea, a ese proyecto que traía el míster en su cabeza. Lo empezó a inculcar la temporada pasada, pero llegó a su plenitud en esta. Son un equipo en formación continúa que a falta de dos jornadas ya ha cerrado un año de éxitos que acercaron aún más a afición y a equipo. El primero de ellos llegó en una Copa del Rey a la que entraron tímidamente cuando les tocaba recibir al Levante. Debutaban ante un equipo de Segunda División. Pero le bastaron 90 minutos para ponerlos fuera con cuatro goles. La afición empezó a creer en un Pontevedra en el que Yago Iglesias ya confiaba cuando cogió las riendas en el verano del 2024.
De los poco más de dos mil aficionados que acudían cada domingo, Pasarón empezó a tener menos huecos vacíos. Los había, pero el buen juego del equipo ilusionó y tras ese segundo partido de Copa del Rey, en el que eliminaron al Villarreal, las colas para hacerse socios llenaron las oficinas del club. Era un gesto hacia el equipo. Creían en él y disfrutaban de su juego. La posibilidad de recibir a uno de los grandes aceleró una comunión que este Domingo de Resurrección sigue tan viva como el día que eliminaron al Mallorca. Lo dejaron fuera con tres goles de Dalisson, Yelko y Rufo ante más de diez mil espectadores, los mismos que hoy corearon el ascenso. «Ya se nos acaban los adjetivos para este equipo», repetía Yago Iglesias ese 3 de enero. Hoy lo sigue pensando.
Ese fue un punto y seguido a una trayectoria que todos esperaban que culminase con la llegada del Real Madrid, el Barcelona o incluso el Athletic de Bilbao, pero el bombo sirvió el regalo envenenado del Getafe. Una derrota por la mínima en un partido sin fútbol apeó a los granates con los mismos aplausos de una afición que supo arroparlos en las buenas, pero sobre todo en las malas. Este domingo volvieron a echar abajo el Pasaron de las grandes citas. Volvió a sonar La Morocha y el estadio se vino abajo. El ascenso ya era real. El objetivo estaba cumplido.
Lo lograba después de una temporada en la que solo perdieron tres veces en la liga y una en Copa del Rey. El objetivo con el que llegó Yago Iglesias hace dos temporadas se cumplía sin la necesidad de someterse a la lotería del play off. Lo hicieron el año pasado y supieron el dolor de quedarse fuera ante el filial del Betis el pasado 2 de junio. Los jugadores reconocían este domingo sobre el verde que la imagen de aquella derrota volvió a sus cabezas cuando el árbitro pitó el final del Pontevedra-Laredo.
Pero hoy las lágrimas son de felicidad por todas las que cayeron para llegar hasta aquí. Y no fueron pocas. En la temporada del ascenso, hasta tres jugadores sufrieron una rotura del ligamento cruzado anterior de la rodilla. Jesús Cambil, Churre y Pelayo dijeron adiós a la temporada. Eso, sumado a la lesión de Dalisson, que dejó al equipo sin su pichichi casi dos meses, hicieron tambalear la estabilidad en la segunda vuelta. Sin embargo, una vez más, las palabras de Yago Iglesias resonaban en el estadio. «Tenemos un vestuario maduro», dijo en su última rueda de prensa.
El equipo funcionó, pese a las bajas porque los menos habituales supieron dar un paso adelante cuando se les pidió. El ascenso es de todos ellos, de los que este domingo firmaron la victoria, de los que apoyaron desde el banquillo, del cuerpo técnico y sobre todos de esos tres mil incondicionales que cada domingo se sentaron en su sitio sin tener en cuenta el tiempo, el juego o las malas tardes. El único sentimiento que los movía fue el que se vivió este domingo, el de ver la resurrección granate.