Las panderetas de toda la vida también entienden de modas y pueden sonar bajito

Nieves D. Amil
nieves d. amil PONTEVEDRA / LA VOZ

PONTEVEDRA

ADRIÁN BAÚLDE

Carmen Quintáns es una artesana de Pontevedra que fabrica en su taller instrumentos de percusión tradicionales de Galicia

08 ene 2025 . Actualizado a las 18:42 h.

Durante el último mes, Carmen Quintáns estuvo escondida detrás de decenas de panderetas en el puesto del mercadillo navideño que Zona Monumental organizó en la plaza de A Ferrería de Pontevedra. Este martes era su primer día de descanso tras un diciembre agotador para Os Alegres. Bajo ese cartel, trabaja esta artesana de la música tradicional. Ya peina canas. Debería estar jubilada, pero le gusta demasiado un oficio en el que se metió gracias a su marido. Él ya dio un paso al lado, pero ella, con 74 años, se resiste a abandonar un oficio del que habla con la pasión de quien comienza. Empezó en la década de los ochenta de la mano de su esposo, integrante del grupo Os Alegres. Lo que en sus inicios fue una afición se fue convirtiendo con los años en un oficio, que ahora explotan bajo la marca Artesanía de Galicia. «Al principio se encargaba de reparar las gaitas de sus compañeros de la agrupación, pero tenía otro trabajo. Más tarde, desde 1983, ya nos dedicamos a tiempo completo», explica Carmen Quintáns Freijeiro.

Tiene por delante dos meses de trabajo antes de su próxima feria a finales de marzo. Ya tiene marcado en rojo la Reconquista de Vigo. Hasta ahí, tocará preparar mucho material. Porque esta artesana lo tiene claro. «Con cuatro panderetas no vas a ningún lado, a las ferias hay que ir muy cargados, si no ya nada», reconoce. Llega a hacer cada año una veintena de mercadillos, «que no ferias ni mercados». Carmen es de las que le gusta explicar qué y cómo fabrica a mano cada una de sus piezas. Las hace vibrar para enseñar los distintos sonidos y dice con cierto asombro que «hay quienes nos piden que no hagan mucho ruido». Es una exigencia repetida al otro lado del mostrador, pero intenta amoldarse, sin perder la esencia, a los gustos de los clientes.

Y es que las panderetas también entienden de modas. Solo hay que echar un vistazo en su puesto para ver cómo se han ido tuneando con el paso de los años. Algunas de ellas llevan unas ferreñas (metales que suenan) con las chapas de los botellines de Estrella Galicia. «Hay clientes que las piden así, a nosotros nos da mucho trabajo porque a cada chapa hay que sacarle esa especie de plástico que llevan y aplastarla, pero suenan menos», subraya esta artesana. Otras llevan las ferreñas tradicionales, pero hay otros metales que ellos se encargan de troquelar y aplastar para hacerlas sonar. Es un trabajo laborioso que Carmen no sabe cuantificar. «Después de todo el proceso, quizás estemos dos horas y media montando la pandereta», apunta.

Piel de oveja y madera curva

Antes de sentarse a montar el instrumento está días o incluso semanas para poder tener el material a punto. Tiene que doblar la madera y dejarla así durante unos días para que mantenga la forma. Al mismo tiempo, recibe la piel de oveja que hace sonar la pandereta. Procede de un ganadero que se la entrega después de matar al animal. «Cuando viene tan fresca tenemos que curtirla durante cuatro o cinco días y después tiene que estar estirada en unos tableros otro tanto», explica Carmen, sobre un proceso tan largo como laborioso. «Son panderetas que te duran toda la vida y si hay que cambiarle algo, te lo hacemos nosotros, recalca, frente a los que se acercan a su puesto y creen que el coste del instrumento es demasiado alto. Las hay de todos los precios, pueden ir desde los cuarenta hasta los setenta euros. Es una horquilla que se amplía o se reduce en función de la pieza. «Mis clientes son personas que están metidas en la música tradicional y vienen a tiro fijo, pero en este tipo de mercadillos también vendemos piezas más asequibles a los que quieren hacer un regalo a alguien», comenta Carmen. En su taller no solo diseña panderetas, también hace tambores, bombos, tarrañolas, charrascos o culleres, entre otros instrumentos del folklore gallego.

Carmen seguirá en la brecha recorriendo Galicia de feria en feria y trabajando en su taller de Mourente para dar vida a una música que se ha puesto de moda. Cada vez hay más pandereteiras. «A veces nos viene la abuela, la madre y la hija», reconoce esta artesana, que si hay algo a lo que pone un pero es a las ferias que se celebran bajo el paraguas de la artesanía y se venden de todo en ellas. No pasa en Pontevedra, donde el mercadillo de Navidad abre la puerta a muchos negocios, pero sí en algunas a las que acude en verano, su verdadera temporada alta. Lleva más de 20 años pasando los veranos a la sombra de su puesto.