Gervasio Sánchez: «La única verdad incuestionable de una guerra son las víctimas civiles»

Alfredo López Penide
López Penide PONTEVEDRA / LA VOZ

PONTEVEDRA

Ramón Leiro

El fotoperiodista repasó en la Diputación de Pontevedra «cuarenta años de mi trayectoria en más de veinticinco conflictos armados»

26 nov 2024 . Actualizado a las 12:35 h.

Tras José María Barreiro, Antón Pulido y César Antonio Molina, el programa Conversas con arte de la Diputación de Pontevedra dio la bienvenida este lunes a Gervasio Sánchez (Córdoba, 1959), fotoperiodista que abordó su trayectoria «como fotógrafo y periodista especializado en conflictos armados y a pasar revista un poco a cuarenta años de mi trayectoria en más de veinticinco conflictos armados». De este modo, expuso su «evolución como fotógrafo y como periodista desde que empecé haciendo periodismo del día a día hasta hacer proyectos más a largo plazo, a muy largo plazo. Por eso es que he tardado doce años, quien años o veinte años en hacer».

—¿Cómo ha cambiado lo que se conoce como un corresponsal de guerra desde que comenzó a cubrir conflictos a la actualidad?

—Creo que los cambios fundamentales no tienen nada que ver con lo que algunas personas se piensan, como puede ser el desinterés que hay por parte de los medios de comunicación por cubrir conflictos armados. Cuando yo empecé también había muchos desinterés porque cubrirlos era muy caro y muy pocos medios enviaban periodistas a lugares conflictivos. Por poner un ejemplo, Associated Press nació como cooperativa para hacer periodismo de conflictos, periodismo en lugares alejados, entre otras cosas porque los medios de comunicación estadounidenses, en su inmensa mayoría, no enviaban a periodistas lejos. Quizás el New York Times, el Washington Post, Los Angeles Times o el Miami Herad, pero el resto de los medios no mandaban. Ha habido siempre un gran desinterés por parte de los medios por cubrir lo que está más alejado de su entorno, que son los conflictos, las situaciones de emergencia, las pandemia y las epidemias.

—¿Y qué ha mejorado?

—Lo que ha mejorado es que la tecnología te permite trabajar con muchas menos dificultades. Cuando yo empecé en el periodismo internacional, el fax fue la gran revolución. Ya no había que utilizar el télex. Cuando empecé a mandar crónicas con un ordenador, me pareció que era mágico. Y, hoy en día, con el WhatsApp puedes mandar fotos, puedes mandar historias y, ni siquiera en conflictos durísimos, como es Ucrania o Gaza, internet se cae. Internet funciona, incluso, bajo las bombas y en las situaciones más brutales. Eso ha mejorado, la facilidad para transmitir, y quizás eso ha perjudicado el tiempo que uno antes se tomaba para hacer una buena historia. Hoy día todo está tan rápido de transmitir que hay gente que transmite con tanta rapidez que mete la pata desde el primer minuto y manda historias que no están totalmente confirmadas. Lo transmite a toda velocidad con faltas de ortografía y sin tener muy claro que es lo que se quiere mostrar. Hay ventajas e inconvenientes, pero en realidad, para mí, seguimos estando en el mismo sitio que estábamos hace cuarenta años: la falta de interés generalizado por parte de los medios sobre historias como las que yo hago.

Ramón Leiro

—¿Comparte eso que creo que decía Rysard Kapuscinski de que la verdad es la primera víctima de un conflicto bélico?

—Realmente es una frase de un político estadounidense que hace un siglo dijo públicamente que la verdad era la primera víctima de la guerra. Ni siquiera es una reflexión hecha por un periodista, sino por un político estadounidense hace un siglo. Es como irónico que ni siquiera nuestra frase de cabecera sea nuestra porque somos, muchas veces, incapaces de reflexionar con seriedad sobre nuestro trabajo. Creo que uno de los problemas principales del periodismo español es la falta de autocrítica. Nos miramos el ombligo. Unos creen que lo hacen muy bien criticando a unos políticos, otros creen que lo hacen muy bien criticando a otros políticos, y, al final, lo que está haciendo es simplemente un periodismo sectario a unos niveles vergonzosos desde hace muchísimo tiempo.

—¿Qué ha sido lo último que le ha congraciado con la profesión de periodista?

—Creo que lo importante de un trabajo como el nuestro es ver como periodistas se siguen enfrentando a la maquinaria mediática, muchas veces vinculada a intereses políticos, económicos e, inclusos, bancarios, con la suficiente valentía como para poner entredicho la censura y la autocensura, que es algo muy habitual en la prensa. Todos sabemos cuales son los intereses que no se pueden tocar, cada uno sabe con quién se acuesta el dueño de su medio de comunicación, con quién se levanta, a quien aplaude y a quien no aplaude, y esto evidentemente no tiene nada que ver con el periodismo. Cuando te encuentras personas que son capaces de enfrentarse a la maquinaria engrasada, bien engrasada, de pulir los intereses de cada uno es de agradecer. Es verdad que cada vez pasa menos porque la dificultades para conseguir un nuevo trabajo si te echan del tuyo, hace que todos intentemos hacer el menos ruido posible.

—Y, a veces, el silencio es la peor de las mentiras.

—Exactamente, me parece fantástica tu frase. El silencio es la peor de la mentiras. Estoy totalmente de acuerdo contigo.

—¿Qué otros proyectos tiene más a corto plazo?

—Presenté el año pasado Vidas Minadas, 25 años, que es un trabajo que empecé hace treinta años sobre víctima de minas. Al final, he llegado a la conclusión de que la única verdad incuestionable de una guerra son las víctimas civiles. Cuanto más cerca estás de ellas, más cerca estás de la verdad. Intento mostrar a las víctimas con la dignidad y el respeto que se merecen, sean víctimas de minas, sean víctimas de la guerra, sean víctimas de violencia sexual, sean víctimas del reclutamiento forzoso en la infancia o sean víctimas de desapariciones forzosas o ejecuciones extrajudiciales. Es lo que he hecho siempre, intentar buscar la forma de mostrar a las víctimas lo más dignamente posible. Sigo trabajando en algunos conflictos, he estado en los últimos años en Ucrania. He estado viajando por muchos países, como Afganistán, donde hice hace unos años un trabajo bastante importante con Mónica Bernabé, que antes era corresponsal de El Mundo y ahora es periodista del Diari Ara de Barcelona, sobre la situación de las mujeres y de las niñas. Estoy trabajando en temas de memoria histórica, sobre todo de exhumación e identificación de cuerpos de víctimas de la Guerra Civil española y, a pesar de que tengo 65 años y que todos mis compañeros de instituto están ya jubilados, porque todos fueron maestros, sigo trabajando duro.