La locura de esperar once horas y hasta desmayarse por Aitana: «Es lo más»
PONTEVEDRA
Una jornada de Portamérica dominada por los fans adolescentes de la artista
06 jul 2024 . Actualizado a las 20:55 h.Ni Portamérica ni perro que le ladre. Este viernes el festival de Portas era la Aitanamanía. Locura en vena desde nada menos que las nueve de la mañana, once horas antes de que la cantante tuviese previsto salir al escenario. Ahí es nada. Contaban la hazaña Fernando, María y Antía que, con la complicidad de un padre y un abuelo, se plantaron con el día recién amanecido en la Azucreira para pasárselo guardando cola.
La «tolemia» llegó a tal punto que cuando abrieron las puertas del recinto, a las cinco, ellos y ellas echaron a correr por si la competencia les cogía la primera fila y una de las rapazas acabó desmayándose. Tenían callo, era el quinto concierto de Aitana y siempre así; vestidas de azul y entregadas ellas y de camisa y brillantes en la cara ellos. Pura fantasía: «Es lo más», decían.
Como ellas y ellos hubo decenas de chavales y niñas, muchas niñas, que a las cinco, como un reloj de cuco, entraron raudas y veloces a aguantar la canícula en primera fila. Por Aitana, claro. Te lo juro por Aitana. Junto a ellas, padres y madres de distinto pelaje. Algunos con cara de circunstancias y poniendo ojo al partido de España mientras esperaban y otros metidísimos en el papel, como Nuria, de Vilagarcía, que venía vestida a juego con su hija Adri y todo era brilli brilli en ellas, por el postizo que llevaban pero sobre todo por sus ojitos iluminados y su corazón contento. Desde Arousa venían también Celia, Helena e Icía, que se curraron de lo lindo una pancarta que se iluminaba a todo. Le pedían una foto a Aitana, que por intentarlo que no fuese. Faltaría más.
Esperar a Aitana era una acción privilegiada en el Portamérica, donde hay de todo como en botica. Hasta una cata de quesos se podía hacer y aprender, junto a Salo, maestra donde las haya, que no es lo mismo meterle ni un dedo ni un diente al queso de O Cebreiro que a un tetilla.
Caía el sol y el viento se invitaba solo a la fiesta en un día de más gastronomía y mucho arte en el escenario. Porque, digan lo que digan los Aitaner y Aitanars y perdonándonos la artista de las estrellitas y «las babies», el mundo y la música ya estaban aquí antes que ella existiese. Muy meritorio el papel de Besmaya, que en pleno solazo cantaban y bailaban con cascos puestos y animaron bien el cotarro. O de Caloncho, que lograron que los de primera fila acabasen coreándolos.
El anochecer llegó con gastronomía buena y «La mujer de verde» a todo trapo en el Showrooking. Y se lio parda. Que al fin y al cabo los hipster seguían ahí, aunque no lo pareciese. Larga vida a la música. Que es de lo que se trata.