Rocío Tilves, diagnosticada de cáncer de mama con 40 años: «El tumor que no veía nadie tenía cuatro centímetros y era multifocal»

Cristina Barral Diéguez
Cristina Barral PONTEVEDRA / LA VOZ

PONTEVEDRA

Rocío Tilves González, en la Alameda de Marín
Rocío Tilves González, en la Alameda de Marín Ramón Leiro

Su vida dio un vuelco en una ducha. Literal. Se descubrió un bulto, dejó su vida y su trabajo en Polonia y regresó a Marín para afrontar con los suyos un proceso largo y duro

19 oct 2023 . Actualizado a las 20:59 h.

El 40 cumpleaños de Rocío Tilves González no fue uno más. En esa semana de septiembre del 2021 estaba de vacaciones en Marín, ya que ella y su pareja vivían en Polonia, donde ambos trabajaban en una multinacional farmacéutica. Con serenidad, precisión y mucha emoción recuerda que su vida cambió en una ducha. «Me estaba duchando y noté algo, como un bulto que no debía estar ahí. Siempre fui una persona muy delgada y no sabía si era la costilla», relata. Lo consultó con su madre, que no le dio importancia, y regresó a Polonia. Una vez allí, fue al ginecólogo de la mutua privada de su empresa. El médico le dijo que no hacían exploraciones de mama, pero ante su insistencia la vio. «Mi suerte fue que fui terca y aunque me decía que no tenía nada, que el otro pecho estaba igual, me derivó a rayos», cuenta. No había cita antes de tres meses y Rocío se cansó de pelear en inglés. Al final un radiólogo la atendió y le hizo una eco. «Vi su cara, cambio el tono y me hizo un informe para el hospital oncológico de Poznan».

La mujer sanitaria de un compañero de trabajo fue de gran ayuda. «Yo no hablo polaco. Me hicieron la biopsia allí y a los cuatro días me llamaron con el resultado». Si ya es difícil enfrentarse a un cáncer a los 40, cuando no están prescritas las mamografías, mucho más es hacerlo en un país que no es el tuyo. Así que la decisión de Rocío y su pareja fue volver a Marín «con la casa a cuestas y un gato» para afrontar cerca de su familia un proceso largo y duro. Aquel tumor que al principio nadie veía, solo ella, tenía cuatro centímetros y en una resonancia se destapó como multifocal: «Eran como doce tumores y me tuvieron que hacer una mastectomía». Estuvo año y medio sin trabajar. 

Hoy, a sus 42 años, Rocío está en proceso de reconstrucción de un pecho y sabe que toda su vida tendrá que estar pendiente de revisiones y chequeos porque tiene una mutación en el gen ATM. Su familia también tendrá que hacerse un estudio genético. Con todo, es de esas personas que prefieren quedarse con lo positivo. «En esta vida no se pueden elegir algunas cosas, pero los seres humanos somos muy resilientes. Claro que hubo y hay momentos bajos, pero también ha habido risas, viajes, boda...». Aunque dice que quizá es absurdo, para ella perder el pelo fue como quedarse sin su identidad. Cuando pudo hacerse una coleta fue un regalo, igual que notarlo sobre los hombros. Se siente más fuerte, pero reivindica su derecho «a estar mal a veces».