El párroco pontevedrés Javier Porro, nuevo vicario pastoral de la diócesis: «Cada vez más gente busca a Dios, pero no toda lo encuentra en la Iglesia»

PONTEVEDRA

Cree que las familias deben llevar el peso de la evangelización y se propone «darle una vuelta a las celebraciones religiosas para que no caigan en la rutina»
13 sep 2023 . Actualizado a las 05:00 h.El párroco Javier Porro Martínez, ferrolano de nacimiento y pontevedrés de adopción, acaba de ser nombrado nuevo vicario episcopal de la diócesis. Tomará posesión el jueves en la curia del Arzobispado de Santiago de Compostela y asumirá un cargo de nueva creación; el de vicario de pastoral. ¿Qué significa eso? A Javier Porro se le encomienda que coordine la labor pastoral que se hace, es decir, desde lo que llevan a cabo los propios sacerdotes a toda la actividad espiritual de los laicos, desde las catequesis, la atención a ancianos o las clases prematrimoniales.
Llega a este cargo, en el que pretende formar un equipo nada más empezar, con el propósito de mirar hacia atrás antes de hacia adelante. ¿Por qué? Lo explica él rápidamente desde Poio, donde está participando en un curso de formación de sacerdotes: ««Hay mucha gente que tiene heridas con la Iglesia, tanto feligreses como religiosos que se han sentido solos, se han desilusionado... hay que recuperar toda esa ilusión, hay que hablar de esas experiencias y llegar a la sanación, tenemos que curar las heridas con la Iglesia. No podemos tirar hacia adelante sin eso. Es primordial», señala.
Porro, que es cura en las parroquias pontevedresas de Santa María la Mayor, O Burgo y Alba, reflexiona sobre una cuestión: «Cada vez hay más personas buscando a Dios. El Camino de Santiago está lleno de personas que buscan a Dios... pero no todas encuentran a Dios en la Iglesia. Y eso tenemos que intentar cambiarlo. Hay mucha gente que se ha ido quemando porque quizás se sintió sola, desde el párroco que se marcha solo a una parroquia a la persona que pone las flores en la iglesia o el sacristán. Tenemos que hacer una sanación, curar heridas del pasado o del presente», señala.
A ese respecto, indica que le gustaría darle una vuelta de tuerca a la labor pastoral y hacer protagonistas de la misma a las familias, «que tienen una fuerza descomunal». Plantea que en lugar de que la Iglesia tenga actividades distintas dependiendo de si se trata de mayores o de niños y jóvenes —como la catequesis? haya un núcleo de unión entre ellos, que todos estén interrelacionados. Señala que para eso hay que huir del individualismo y que la Iglesia tiene que ofrecer «su esencia, que son las experiencias comunitarias».
Cree que es necesario reflexionar y actuar para que las celebraciones religiosas o los sacramentos no caigan en la rutina «y se conviertan en un mero trámite, como a veces lo son». Y cree que eso pasa por trabajar en equipo y que la labor pastoral sea una cosa de todos y no de determinado cargo del Arzobispado. Pone como ejemplo de espiritualidad entrañable lo que está pasando en Alba, donde vive un ermitaño que recibe continuamente en la rectoral a personas, sobre todo peregrinos, «que van buscando a Dios y se acercan a él. Eso mismo tiene que pasar con la Iglesia».