«Hace tan buen tiempo en Santiago que creo que hasta yo lograré aterrizar»: la fina retranca del piloto Agustín

María Hermida
María Hermida PONTEVEDRA / LA VOZ

PONTEVEDRA

Desembarco de los pasajeros del último vuelo del día de Vueling, el martes en Santiago de Compostela.
Desembarco de los pasajeros del último vuelo del día de Vueling, el martes en Santiago de Compostela. M.H.

El vuelo llegaba con retraso. Pero nadie se pudo cabrear con un comandante coruñés que comenzó el viaje arriesgando: «Esto se está precipitando», soltó a micrófono abierto

05 abr 2023 . Actualizado a las 19:26 h.

¿Qué puede ir mal en un vuelo en el que el piloto, antes de despegar, suelta a micrófono abierto la frase «esto se está precipitando»? Esa pregunta bien se la pudieron hacer los pasajeros del vuelo de Vueling procedente de Londres que llegó a Santiago de Compostela casi en la medianoche del martes. Lo cierto es que fue todo bien, muy bien. Y que esa frase solamente supuso el principio de un viaje en el que el piloto, el coruñés Agustín Lomba, dejó claro que si hay algo infalible para apartar el cabreo es la retranca. Él tiró de ella; de su fina ironía de coruñés aunque «con familia de los Lomba de A Guarda de toda la vida» y se ganó un aplauso cerrado en un viaje en el que, a priori, podía haber algún mosqueo porque el vuelo, que iba hasta los topes, sufrió un retraso.

El avión, en principio, debería haber salido a las 20.35 horas del aeropuerto londinense de Gatwick. Pero en las pantallas advirtieron pronto que la cosa iba con retraso, así que al menos habría que esperar media hora más. Fue ofrecerse ese dato y que los gallegos comenzasen a disgregarse en tromba por las tiendas de la terminal en busca de algo que cenar, que ya se sabe que las nueve de la noche es una hora más que propicia para ello. Mención especial merece un chaval que, ante unos sándwich de diminutas gambas y mucha salsa rosa en uno de los establecimientos del aeropuerto, afirmaba en voz alta: «Isto parece o cebo que poñemos para pescar, pero vouno probar».

El tiempo fue pasando y, sobre las nueve y pico de la noche, el pasaje esperaba ya a las puertas del avión para embarcar. Nada más sentarse, recibieron la bienvenida del piloto, que se presentó como el comandante Agustín Lomba. El hombre trató de explicar la causa del retraso. Indicó que en un vuelo anterior se había estropeado un ordenador de a bordo y que hubo que cambiarlo, con la consiguiente logística y papeleo que ello conlleva. En esas estaba, explicando cómo habían logrado arreglar este asunto, cuando soltó su frase: «Esto se está precipitando». Se refería a que, tras el retraso, ahora todo iba rápido y le habían dado pista para salir. Dijo que seguiría hablando cuando la aeronave surcase ya los cielos. Y cumplió su promesa, explicando con detalle qué ciudades se estaban sobrevolando e indicando que se iba a entrar en Galicia a través de la Bretaña francesa, Asturias y luego Ortigueira. Ahí ya provocó sonrisas con su distendida charla, en la que incluyó comentarios sobre el buen tiempo que hacía unas horas antes en Santiago de Compostela. 

Pero las risas mayores llegaron cuando, tras entrar en Galicia, espetó: «Bueno, pues los pasajeros de la izquierda ahora podrán ver A Coruña y Ferrol... y los la derecha... esos no, esos no pueden. Esos verán As Pontes de García Rodríguez... así es la vida». Y, acto seguido, indicó: «En unos minutos aterrizaremos, hace tan buen tiempo en Galicia que hasta yo creo que lograré aterrizar en Santiago».

El piloto dijo que, una vez finalizado el vuelo, estaría en la parte delantera a disposición de quienes quisiesen hacerle preguntas o resolver dudas. Y, efectivamente, allí estaba a pie de la puerta junto con sus compañeros. Presumía entonces de que toda la tripulación era gallega. Llevaban operativos desde el mediodía y era medianoche... las caras de cansancio eran evidentes, pero no escatimaron sonrisas en la despedida. O medias sonrisas retranqueiras; de esas con las que los gallegos tanto nos identificamos.