La mala pata y el buen humor de la Pedroche de Pontevedra

María Hermida
María Hermida PONTEVEDRA / LA VOZ

PONTEVEDRA

Rafa Córdoba, disfrazado a la fuerza de enfermo, con su hija Victoria, a la que le ha concedido el título de doctora Córdoba mientras dure el entroido.
Rafa Córdoba, disfrazado a la fuerza de enfermo, con su hija Victoria, a la que le ha concedido el título de doctora Córdoba mientras dure el entroido. CAPOTILLO

Rafa Córdoba, el rey oficioso del entroido que dio la campanada emulando a la presentadora de los vestidos imposibles, este año causó baja por lesión. Su caída no fue como la del resto de los mortales

22 feb 2023 . Actualizado a las 20:30 h.

Después de toda una vida con el megáfono en la boca, berreando humor y sátira en Pasarón o en las canchas del Teucro y el Cisne, Rafa Córdoba, una de esas personas que son de todo menos anónimas en Pontevedra, por fin puede decir que se le ha contagiado algo de los deportistas: está lesionado. Se rompió el talón de Aquiles y, por supuesto, no lo hizo como el resto de los mortales. O, al menos, él lo cuenta con muchísima más gracia que cualquier otro lesionado del mundo: «Estaba co megáfono animando ao Cisne e cando me dei conta xa estaba no chan. Pero non quería que tivese que entrar unha ambulancia nin nada, así que aguantei ata o final. E cando fun coller o coche non daba pisado os pedais e dixen.... Rafa, ao hospital». Le tuvieron que operar, pasó cinco días ingresado y la lesión, de momento, le ha dejado como herencia un tiempo en silla de ruedas y muletas. Pero para él todo eso sería pan comido de no ser por una circunstancia: la caída le ha privado de salir disfrazado en carnaval. Y eso sí que Rafa Córdoba no lo perdona. Porque él es un rey oficioso del entroido pontevedrés (con permiso del loro Ravachol, claro está). 

Rafa Córdoba, caracterizado de Cristina Pedroche, en el carnaval del año 2018.
Rafa Córdoba, caracterizado de Cristina Pedroche, en el carnaval del año 2018. RAMON LEIRO

Aún cuando se cayó el 4 de febrero y vio que las consecuencias de su tropiezo en las gradas eran grandes, Rafa no pensó que se iba a perder el carnaval. Pero una vez metido en el túnel sanitario vio que lo tenía complicado. Aún así, seguía soñando con salir en el desfile, con silla de ruedas o sin ella, emulando a Shakira o haciendo parodia del escándalo de los trenes que no cogen por los túneles. El mismo sábado del desfile de Pontevedra decidió que no, que no iba a bajar, y que por una vez en la vida iba a tirar de eso tan aburrido llamado prudencia. «Nos daba miedo que le pasase algo con tanta gente», dicen a coro dos de sus hijas y actuales enfermeras de Rafa. 

El caso es que la lesión le robó el carnaval. Pero lógicamente no pudo con la característica que define a Rafa Córdoba: su irreverente y perenne humor. Así que, de puertas adentro, en su casa hubo entroido de sobra. A su hija pequeña, que se llama Victoria pero que bien podría denominarse santo Job por la paciencia que destila, le regaló una bata de médico con el nombre de doctora Córdoba para reconocerle los cuidados que le está dando. Y él, a la mínima, se planta un camión hospitalario y se pone una venda en la cabeza para exagerar sus males y disfrazarse de enfermo a punto de un ataque de nervios, zarandeando muletas y poniendo caras de auténtico pánico mientras su hija, totalmente metida en el papel y tan dispuesta a sumarse al entroido como él, amenaza con pincharle con una enormísima jeringa cargada de sabe dios qué.  

De esa guisa, haciendo el paripé, Rafa, nacido en Pontevedra en 1961, abre su caja de recuerdos carnavaleros. Se va primero a A Parda, el barrio donde nació, y recuerda cómo se escapaba del control materno para ir vestido de choqueiro y pedir dinero por las casas. Se acuerda del enorme botín de 8 pesetas que consiguió en la zona de Marcón: «Era unha fortuna, serían cen euros de agora. Lembro que iamos con caretas de papel e iso era terrible porque se che rompían enseguida e despois coñecíante», cuenta. De ahí viaja a su juventud. Y le viene a la cabeza la mítica discoteca Equus de Pontevedra y los primeros bailes de carnaval, cuando aquello de disfrazarse todavía estaba bastante mal visto. Dice que debutó caracterizándose de Doña Croqueta, tan en boga en la televisión de los ochenta, y que ganó el primer premio. A partir de ahí, nunca se perdió un carnaval. Año tras año, su irreverencia se cuela en el desfile de carnaval de Pontevedra. Eso sí, él no concursa: «Prefiro que non, así ninguén me critica», indica. Se vistió de Pedroche con vestido de encaje y, cuando el coronavirus acechaba sin que nadie se lo tomase en serio, él salió con un tanga a modo de mascarilla y asegurando que era el «conavirus». 

La última vez que desfiló, en el 2020, que se adelantó a las mascarillas llevando un tanga en la boca y diciendo que era el «conavirus».
La última vez que desfiló, en el 2020, que se adelantó a las mascarillas llevando un tanga en la boca y diciendo que era el «conavirus». CAPOTILLO

Es paradójico que le gusten tanto las máscaras a un hombre que va por la vida sin careta, sin filtro alguno que contenga su humorística verborrea. Porque Rafa Córdoba es un libro abierto. Y como tal cuenta lo bueno y lo malo. Y no pasa por alto lo duro que está siendo para él, animal social donde los haya, permanecer metido en casa las 24 horas. No le gusta la tele y su único entretenimiento es la prensa. Así que le sobran horas del día. Sus hijas le miran y le dicen que tiene que buscar cómo divertirse e incluso le han regalado una libreta para que escriba sus memorias. Dice que quizás se atreva. Debería hacerlo, porque tiene bastante que narrar. Puede que nos haga llorar con el bolígrafo si cuenta que el Rafa que vocifera por el megáfono de las canchas deportivas y que se convierte en Pedroche en carnaval o fuera de él es el mismo que tiró de humor para que sus tres hijas sobrellevasen la enfermedad de su madre, que se convirtió en padrazo y madraza a la vez cuando su mujer murió y que cada vez que se coge una baja laboral, como ahora, hay un corro enorme de niños del colegio Praza de Barcelos que suspiran porque el profe Rafa vuelva para darle un poco de alegría a los patios.