







La parroquia se movilizó para impedir el derribo de la casa de un vecino, que al final fue sacado de su vivienda de madrugada y en ropa interior
07 feb 2023 . Actualizado a las 05:00 h.Hay personas y circunstancias capaces de movilizar a mucha gente. Esa fue la historia de un vecino de Combarro (Poio) llamado Manuel Rosal Doce. A Manuel le derribaron su vivienda hace ahora veinte años, en febrero del año 2003, cuando él peinaba los 72 años de existencia. Y lo hicieron tras desalojarlo la policía de su inmueble en plena madrugada, en calzoncillos y con una crisis nerviosa que obligó a los agentes a llevarlo al hospital de Montecelo, en cuya puerta se terminó de vestir antes de ser atendido, como narraba La Voz de Galicia en aquel momento. Que le tirasen su casa fue una derrota para muchos de sus vecinos, que durante meses trataron de ayudarle, tal y como recuerda bien el alcalde, Nito Sobral, que ya entonces era regidor y que, indica, también vivió con dolor el sufrimiento de aquel hombre que se quedaba sin hogar.
Para entender la historia hay que remontarse a unos meses antes del derribo. En 10 de octubre del 2002, la maquinaria estaba a punto para ejecutar el derribo de la vivienda de Manuel Rosal, ubicada a tiro de piedra de la costa, en las proximidades de la C-550 a su paso por A Pinela, y con una sentencia firme de demolición encima. Conscientes de que seguramente habría oposición vecinal a la demolición, hasta allí se desplazaron entonces una docena de agentes del Cuerpo Nacional de Policía y de la Policía Autonómica. Poco o nada pudieron hacer. Los vecinos fueron en auxilio de Manuel y varias docenas de paisanos impidieron el acceso a su casa, así como prepararon distintas tretas para que la maquinaria no pudiese avanzar. Hubo jaleo gordo aquella mañana en Combarro, llegándose a cortar el tráfico. Cuando los paisanos vieron que los agentes les ganaban posiciones, se hizo repicar las campanas para que acudiesen más residentes. Así lo hicieron y finalmente los agentes se marcharon por donde habían venido sin cumplir con el mandato judicial.
Haciendo guardias
Tras aquella algarada y victoria vecinal, que tuvo repercusiones para algunos de los participantes, que fueron denunciados, algunos residentes comenzaron a montar guardias delante de la casa de Manuel para evitar que si volvían las máquinas la derribasen. Mantuvieron la vigilancia un tiempo, pero lógicamente los ánimos se fueron calmando conforme avanzaban los días y el inmueble de Manuel continuaba en pie. El afectado y uno de sus hijos, mientras tanto, pedían que les dejasen un poco de tiempo para tratar de defenderse. Alegaban los muchos años que la casa llevaba en la misma situación.
La Justicia dejó pasar solamente unos meses y, en febrero del 2003, cuando se comprobó que la tensión vecinal se había relajado, se accionó de nuevo el desalojo. Tras el fiasco de la primera vez, en la segunda ocasión los agentes, un dispositivo formado por efectivos de la Guardia Civil y de la Policía Autonómica, llegaron a la casa de Manuel en plena nocturnidad. Sobre las seis de la madrugada, aparecieron allí y sacaron al septuagenario de la cama. El único vecino que se percató de lo que pasaba declaró entonces que vio cómo sacaban a Manuel en calzoncillos y que se lo llevaban al hospital. El hombre indicaba que llamó a algunos residentes, pero que no habían tenido margen de maniobra alguno. A las pocas horas, y para dar cumplimiento a la sentencia judicial, las máquinas arrasaban con la propiedad de Manuel Rosal; un inmueble que el hombre había empezado a construir hacía cuarenta años.
Mientras la piqueta se llevaba por delante su vivienda, el propietario permanecía en observación en el hospital de Montecelo. En un primer momento señalaba que no se iría de allí hasta que le diesen otra casa, porque no tenía otro lugar al que acudir. Algunos vecinos querían promover una cuestación para ayudarle y se reclamaba a la Administración que saliese en su auxilio, en un tiempo en el que todavía quedaba lejos todo el movimiento en contra de los desahucios que luego tanto peso tuvo en toda España.
«Non sei que sería dese home»
Nito Sobral, alcalde de Poio en el momento en el que se produjo este derribo y también actualmente, conoce bien la historia de Manuel Rosal. Se acuerda de haber hablado con él por el problema con la vivienda: «Era moi boa persoa e o seu caso dábanos moita pena, pero había unha orde xudicial firme e contra iso pouco se podía facer», indica. No sabe si Manuel continúa viviendo —de hacerlo, tendrá 92 años— y lo que sí indica es que no se quedó en el municipio de Poio: «Non era natural de aquí e polo tanto penso que despois de todo isto non se quedou por aquí», dijo. Señala que su parcela estuvo vacía durante un largo tiempo, que el Concello llegó a cortarle la maleza en algún momento para evitar que diese una imagen de abandono, y que recientemente fue expropiada para hacer la senda peatonal de la PO-308, concretamente el tramo entre Fontenla y Combarro. De hecho, Sobral indica que ya fue ocupada, al igual que otros terrenos próximos, para ejecutar esos trabajos por parte de la Xunta.