O Aguardenteiro, el relevo de un bar histórico de callos y cocido que triunfa en la cuesta de enero

Nieves D. Amil
nieves d. amil PONTEVEDRA / LA VOZ

PONTEVEDRA

Juan López y su cuñada Carmen Silva, en la puerta de O Aguardenteiro
Juan López y su cuñada Carmen Silva, en la puerta de O Aguardenteiro CAPOTILLO

Juan López da «un volantazo» a su vida al coger un bar con 50 años de vida en Pontevedra

02 feb 2023 . Actualizado a las 10:52 h.

Los toldos amarillos se mantienen, también sus mesas de madera, las tazas para tomar el vino de Barrantes y unas letras sobre el fondo blanco de la pared que indican que estás en O Aguardenteiro. A media mañana todavía está comenzando el día en este bar de Mourente que se conoce más allá de los límites de la parroquia. Es raro quien no haya pasado por allí a tomar una tapa de callos o un plato de cocido. Desde las tres mesas de su terraza se ve al fondo la Uned y muy de cerca, en primer plano, un paso de peatones algo peligroso si bajas hacia Monte Porreiro.

El escenario es el mismo que hace décadas, pero lo que sí sorprende es ver detrás de la barra a Juan López, Edelmira Silva, su mujer, y Carmen Silva. Y es que después de medio siglo detrás de la barra de O Aguardenteiro, Paco y Delia, que forjaron a base de trabajo un negocio al que le salieron muchos candidatos el día, decidieron colgar el mandil. «Había más gente que quería coger el relevo, pero nosotros los convencimos, les dijimos que continuaríamos con lo que ellos habían hecho durante toda su vida», explica el nuevo dueño. Y así fue: misma carta, con distinto servicio.

Entre todos los que querían hacerse con el día a día de Monte Porreiro estaba Juan López. Treinta años como voluntario en Protección Civil y una temporada trabajando en una cuadrilla de jardineros le hizo pensar en dar un volantazo a su vida y coger el relevo a un local histórico al que iba como cliente sin dejar de trabajar en el servicio de emergencias. «Ahora lo piensas y es de locos, pero salieron ellos y entramos nosotros. Para nosotros no hay cuesta de enero, nos metimos de cabeza», reconoce López, que en una de sus mesas, sentado junto a su cuñada Carmen, asegura que en ningún momento tuvieron dudas. «Había gente que venía cuando estábamos haciendo el traspaso y pintando y nos decía ‘a ver se abrides xa, que levades moito tempo’», explica Carmen para ejemplificar la buena acogida que tuvieron. No han parado. En sus caras se mezclan los nervios de estos primeros días y el agotamiento de no haber descansado ni para coger impulso. «Tenemos 26 mesas y el domingo remonté tres veces», calcula la cuñada de Juan.

Superaron sus expectativas

Superaron sus propias expectativas. Contaban con ello. Sabían que cuando subieran la verja de O Aguardenteiro de nuevo, volvería a ser el bar tradicional de referencia en el barrio. El examen final lo pasaron cuando los antiguos dueños acudieron a probar la carta de Juan, Carmen y Edelmira. «Aprobamos con nota, hasta algunos repartidores nos dijeron que tenían que venir un día porque habían oído hablar de nosotros en otros bares en los que paran», apuntan.

No esconden secretos. Dan a sus clientes lo que ya hacían los anteriores. El vino se sirve en taza y las tapas de la casa no han variado, al menos por el momento. Tortilla, jamón asado y empanada son algunos de los clásicos, además de los platos fijos que se sirven los fines de semana y le llenan el local. «Aquí los viernes hay callos, el sábado servimos cocido y los domingos viene el mismo pulpeiro de Carballiño que venía antes», explica Carmen Silva, que no quiso romper con lo que había dado resultado. Saben que ser un local de barrio obliga a contener los precios. Así que en O Aguardenteiro la ración de cocido aún se vende a 12 euros y la de callos, a seis», apunta la cuñada de Juan López, que junto a su familia sortea la cuesta de enero y ayuda a los clientes a superarla.

Eva García, responsable del Bar Rossli, en Pontevedra

Menús del día a diez euros, una excepción en Pontevedra: «Hay clientes que piden solo el primer plato y el segundo se lo llevan para la cena»

nieves d. amil

Encontrar un menú por debajo de los diez euros en Pontevedra es una tarea difícil. Cada vez más. Pero haberlos hailos, como las meigas. El alza de los precios no es ajeno a estos restaurantes que cada día dan servicio en sus salones a más de medio centenar de clientes que tienen como obligación comer fuera de casa. Para ellos, romper la barrera de los diez euros supone un golpe al bolsillo, pero saben cuánto ha subido la cesta de la compra sin necesidad de utilizar la calculadora. Pagan, en muchos casos, un euro más, pero necesitan sentirse como en casa cuando se llevan el tenedor a la boca.

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