La carta que el presidente leyó a Josefa

María Hermida
María Hermida PONTEVEDRA / LA VOZ

PONTEVEDRA

Ramón Leiro

Rueda se sumó a la ola solidaria que protagoniza la residencia de Campolongo

16 dic 2022 . Actualizado a las 20:09 h.

A estas alturas, después de que hayan recibido seis mil cartas desde toda España, Europa o incluso desde el otro lado del océano, ya puede escribirse sin titubeos que la residencia de mayores de Pontevedra es, sin duda alguna, la más famosa de España. Todo ello a cuenta de la durísima carta escrita por su director, Juanjo López, poniendo el dedo sobre una llaga abierta en miles de familias: la soledad a la que se condena a los mayores, a los que muchas veces no se va a visitar en las residencias y ni siquiera se les llama por teléfono. Esta mañana, en la que el cartero volvió a llegar con una gran saca de correspondencia (en la residencia piden que ahora se envíen a otras e insisten en que en todas se vive la misma situación de soledad), en la residencia de Campolongo se recibió una visita especial. Allí desembarcó Alfonso Rueda, presidente de la Xunta, que reconoció que aunque está ubicada en su ciudad desde hace treinta años no conocía por dentro la única residencia pública que tiene la urbe del Lérez. Ahora sí la conoce. O, mejor todavía, conoce a quienes la habitan.  

A Rueda le esperaban, sentados en una gran mesa y con las miles de cartas sobre ella, los mayores de la residencia, con sus caras sonrientes y sus mejores galas. Quizás no estuviesen las cien personas que viven en este centro. Pero pocos faltaban. Ni Rueda ni la conselleira de Política Social, Fabiola García, les racanearon minutos. Tras una breve intervención para contar que se va a hacer una rehabilitación integral del edificio de la residencia con una partida de cuatro millones de euros, que valió para que entre bambalinas el director del centro, que no pasa una, les dijese que «bienestar no es solo tener un edificio bonito» (algo en lo que Fabiola García le dio la razón), Rueda pasó a la acción con los mayores.

No lo tenía fácil. Antes de que llegase, había quien dudaba sobre cómo se llamaba el presidente de la Xunta: «Es que lleva muy poco tiempo. Yo conocía a Feijoo. Si fuese ese pues sí... pero este, este no sé», se disculpaba Dina.  E incluso había quien, tirando para casa, porque es de Vigo, pensaba que el que iba a aparecer por la puerta era Abel Caballero, porque «ese es muy famoso y carismático». Pero lo cierto es que, conforme Rueda se sentó a la mesa y se apuntó a la apertura y lectura espontánea de cartas, los semblantes fueron cambiando. Le regalaron muchas palabras de agradecimiento y cariño. Carmen, viguesa, le preguntó a Rueda si era de Vigo y él le dijo que de Pontevedra, pero que su mujer sí era de allí. Así que Carmen se quedó contenta. Le pidió al presidente que haya más residencias públicas, tras advertirle de que pocos pueden pagar las privadas. Y ambos estallaron en carcajadas cuando abrieron una postal gigante con un Papá Noel y un montón de letras de regalo, como si fuesen para hacer manualidades: «¡Qué maravillas nos mandan!», decía ella con emoción. 

Rueda fue uno a uno. O casi una a una, porque la mayoría eran mujeres. Charlando aquí y dando besos allí. Y llegó hasta Josefa, natural de Moaña. Josefa no le dijo mucho. Pero con él vivió un momento emocionante. Porque Josefa, antes de que los políticos entrasen por la puerta, era de las pocas que no abría las cartas que tenía delante. Las miraba, las tocaba... pero no las abría. Al preguntarle, Josefa contaba una de esas cosas que los niños deberían saber para que se diesen cuenta de lo afortunados que son. Josefa no sabe leer porque nunca puedo ir a la escuela. Por eso apenas abre las cartas. Su memoria le permite viajar hasta su infancia. «Con sete aniños eu xa andaba a servir, xa ía coas vacas ao monte... Traballei moito», explica. Cuenta que su padre tuvo una enfermedad desde muy joven y le cortaron las piernas y su madre hacía lo que podía para mantener a los cinco hermanos que eran. Da las gracias a «Deus e á vida» por haber tenido valor para tirar siempre hacia adelante. A esa mujer, que no sabe leer y sin embargo es una sabia de las palabras, también se dirigió el presidente. Lo hizo porque apareció una carta que venía dirigida a ella, con el nombre de Josefa en el destinatario. Rueda le dijo si se la leía. Ella no llegó a contarle su historia. Pero le pidió que lo hiciese él y el presidente la leyó y se llevó un beso de Josefa. Cuando se fue, la mujer dijo: «E leume a carta... foi marabilloso». Y añadió en su tono retranqueiro: «Que cara finiña ten, parécese ao meu xenro».

La ronda de Rueda por la mesa de los mayores fue larga y pausada. Hubo tiempo para que Mercedes le leyese la cartilla, porque ella cree que «hay que gastar más en residencias y menos en los políticos» o para que Lía, de Vigo, le estrechase la mano y dijese que «é moi amable». La visita terminó con una felicitación al personal de la residencia a micrófono abierto. Tanto Alfonso Rueda como Fabiola García dijeron que la iniciativa para que les enviasen cartas a los mayores fue más que acertada y se comprometieron a «seguir humanizando» los centros que dependen de la Xunta. No hicieron discursos largos. Y menos mal. Porque sino sus voces hubiesen quedado apagadas, porque la apertura de cartas acabó combinándose con un villancico colectivo. Y así, con los peces en el río bebiendo y bebiendo, se marchó la comitiva política tras más de una hora larga de visita en Pontevedra.