El rescate de la monja Teresa a oscuras en el monte de Cotobade: «Estaba metidiña nas silvas e dicíanos 'estou aquí'»

María Hermida
María Hermida PONTEVEDRA / LA VOZ

PONTEVEDRA

El momento del rescate de la octogenaria que se desorientó en el monte en Cotobade.
El momento del rescate de la octogenaria que se desorientó en el monte en Cotobade. Protección Civil de Cotobade

Roberto y Manuel, voluntarios de protección civil, buscaban a una mujer de 84 años que se desorientó. Les dijeron que no fuesen por un camino que estaba cerrado de zarzas. Lo hicieron igualmente y la encontraron

20 sep 2022 . Actualizado a las 14:51 h.

Medianoche del sábado, monte de Augasantas, en el municipio pontevedrés de Cerdedo-Cotobade. Ahí, en las proximidades del río Verdugo, tras una zona de monte cerrada de zarzas donde las únicas pisadas que se veían era las de los jabalíes, apareció la señora Teresa. Tenía algunos rasguños y sus pies, calzados con unas sandalias, estaban muy fríos. Al igual que todo su cuerpo. Pero ella, que tiene 84 años y que se había perdido unas horas antes cuando salió a ver unas fincas, estaba viva y consciente. Y que lo estuviese era un pequeño milagro. Al menos así lo entendieron sus rescatadores, voluntarios de Protección Civil de Cotobade, que todavía hoy digieren la emoción que les supuso encontrarla. 

Eran alrededor de las diez de la noche cuando saltó la alerta de que una octogenaria no había regresado a la casa de sus familiares en Augasantas tras salir a visitar unas fincas. Hasta el lugar se desplazaron entonces varios voluntarios de Protección Civil de Cotobade. También la Guardia Civil, vecinos e incluso la cuadrilla de incendios municipal. El objetivo era peinar el monte lo más rápido posible porque, tratándose de una mujer de avanzada edad que llevaba varias horas ya sin comer ni beber y no iba abrigada, el reloj corría en contra

Roberto Louzao, ganadero y también voluntario de protección civil, dice que desde que le sonó el móvil con la alerta solo tenía un pensamiento en la cabeza: «Pensas que hoxe lle tocou a ela, pero que pode ser túa nai ou túa avoa, e só queres atopala». Con esa idea se fue hasta Augasantas, como también lo hicieron otros compañeros. A él, junto con otro voluntario llamado Manuel Limeres, se les ocurrió mirar por una zona con mucha maleza, próxima al río Verdugo. Les dijeron que el camino ese estaba cerrado de zarzas, que apenas se podía transitar. Pero, quién sabe si por un sexto sentido o simplemente por fortuna, decidieron meterse por esa zona. 

Roberto Louzao, ganadero y miembro de Protección Civil de Cotobade, que el sábado encontró a la octogenaria desaparecida en el monte.
Roberto Louzao, ganadero y miembro de Protección Civil de Cotobade, que el sábado encontró a la octogenaria desaparecida en el monte. RAMON LEIRO

Trataban de avanzar, pero las zarzas les rodeaban. Con la linterna iban señalando hacia un lado y hacia otro y no dejaban de llamar a Teresa. De repente, al filo de la medianoche, Roberto escuchó una voz: «Pareceume escoitar alguén dicir 'estou aquí' e díxenllo ao meu compañeiro. Ao principio pensabamos se sería a música que se escoitaba dunha festa próxima... pero eu cría que non, que era a señora». Siguieron gritando y ella, con una voz que cada vez lograban oír mejor, les decía que sí, que estaba allí. La fueron tranquilizando con sus palabras, le decían que no se preocupase que la iban a rescatarla, y le pedían que los orientase para llegar hacia ella. «Estaba metidiña nas silvas e dicíanos estou aquí. Cando vimos onde estaba non o podíamos crer, era como un tobo na propia maleza, debaixo dunha árbore. Foi o sitio que ela atopou como refuxio. Cando ela nos dixo que xa lle estabamos alumeando coa linterna nin silvas nin nada, botámonos cara a ela para collela».

Fue un rescate tan complejo como entrañable. Roberto y Manuel pidieron a sus compañeros que se acercasen. Lo hicieron todos, como también la Guardia Civil o la cuadrilla de incendios. Teresa aparentemente estaba bien, pero se llamó a una ambulancia para que la desplazase a un centro sanitario. La llevaron a la silla de la reina y en brazos. Ella les iba contando que estaba viendo unas fincas, se perdió y cuando quiso regresar se le había echado la noche encima. Los rescatadores se quedaron impactados con el agradecimiento que mostraba: «Non paraba de dar as grazas. Contounos que era de Vilagarcía, que viñera cun familiar a Augasantas. E que era monxa», cuenta Roberto. Luego, reflexiona él: «Cando nos dixo iso pensamos que debeu ser Deus o que rezou por ela, porque a verdade é que foi unha gran sorte que a puideramos sacar de alí». 

Teresa se marchó en la ambulancia. Y Roberto, uno de sus rescatadores, se metió en cama esa noche pensando que todas esas veces que piensa que ser voluntario de protección civil le roba tiempo de su día a día, en esta vida en la que todos acabamos yendo a galope, está equivocado. Y que sacar a la señora Teresa de entre las silvas compensa todo el tiempo invertido. Este lunes, él o Javier, jefe de Protección Civil de Cotobade, seguían pensando lo mismo: «Cousas como estas danlle sentido ao que facemos», decían al unísono.