Roberto Barcala: «En la escuela se debería enseñar la prevención del ahogamiento»

Cristina Barral Diéguez
cristina barral PONTEVEDRA / LA VOZ

PONTEVEDRA

Roberto Barcala, profesor e investigador principal del grupo Remoss de la Universidade de Vigo
Roberto Barcala, profesor e investigador principal del grupo Remoss de la Universidade de Vigo Sandra Alonso

El investigador del grupo Remoss de la UVigo subraya el papel relevante de los testigos a la hora de iniciar la reanimación

03 jul 2022 . Actualizado a las 05:00 h.

Roberto Barcala (Santiago, 1977) es una voz autorizada cuando se habla de episodios de ahogamiento en Galicia. El investigador principal del grupo Remoss (Rendimiento y Motricidad para el Salvamento y el Socorrismo) de la Universidade de Vigo aborda las conclusiones de un estudio realizado con la Fundación Pública Urxencias Sanitarias de Galicia-061 —con la médica Patricia Sánchez— sobre ahogamientos en niños y da consejos útiles no solo para el verano.

—Este estudio forma parte de un proyecto más amplio. ¿Qué buscan?

—No es tanto hacer un censo en Galicia, sino mostrar y visibilizar el fenómeno del ahogamiento, que es mucho más relevante de lo que la gente piensa. Como es algo estacionario parece que solo es noticia cuando llega el verano, pero que al final en número de muertos, de incidentes y en coste económico para la sociedad es tan relevante como los accidentes de tráfico. Es la tercera causa de muerte no intencional a nivel global y en niños siempre está entre las tres primeras en los países desarrollados.

—Una de las conclusiones del estudio es que más de la mitad de los episodios de ahogamiento en niños se producen por falta de supervisión...

—Parece que este hallazgo es obvio, cualquier persona que lea el artículo dirá, ‘claro, eso es normal'. Pero cómo es posible que en diecisiete años siga pasando lo mismo cada año. Este estudio es retrospectivo de diecisiete años, del 2004 al 2021. Y todos los años la mitad de los ahogamientos infantiles ocurren sin que el niño esté supervisado.

—¿No se aprendió nada, es la conclusión, entonces?

—La conclusión es obvia. Los niños se ahogan por falta de supervisión, pero cómo es posible que en diecisiete años sigamos cayendo en el mismo error. Hace falta muy poquita agua y muy poquito tiempo para que un niño se ahogue. De hecho, hasta los 4 años lo habitual es que se ahoguen en piscinas particulares, estas que podemos comprar en cualquier superficie comercial y las colocamos en el jardín de casa. Y en cuestión de noventa segundos el niño se puede ahogar. Pensemos que cuánto es el tiempo que podemos estar hablando por teléfono en una llamada normal. Si en noventa segundos perdemos el foco sobre nuestros hijos es suficiente para que se ahoguen.

—¿Deberían venderse esas piscinas con un cierre perimetral?

—Las medidas físicas para evitar que los niños se echen en espacios donde hay agua son importantes, pero no solo en piscinas, también en pozos, en bañeras... Independientemente de eso, lo que hay que tener en mente es que si tenemos algún espacio con agua donde un niño se puede ahogar tenemos que tenerlo supervisado y protegido, con llave y con medios físicos y luego ser conscientes. Es decir, si no encontramos a nuestro hijo en nuestra casa el primer lugar donde debemos buscar es un lugar donde haya agua.

—¿El hecho de que no sientan miedo multiplica el peligro?

—Los niños no tienen ninguna noción del riesgo, ni con el agua ni con los coches, ni con nada. El riesgo también es un proceso que se enseña, que es educacional. Por eso hay que educar en la prevención del riesgo. Y aquí tienen un papel fundamental las familias, pero también la escuela. En la escuela se enseña educación vial y también se debería enseñar la prevención del ahogamiento. Somos una comunidad muy enfocada al mar, no solo en el ámbito recreativo, sino también en el profesional. Muchos niños el día de mañana tendrán empleos vinculados al mar y está en el ADN de Galicia. Por tanto, enseñar prevención del ahogamiento es también invertir en el futuro de nuestros hijos para que no se ahoguen, para que sean más responsables y más conscientes de lo que entraña el medio acuático.

—Se destaca el papel de los testigos a la hora de hacer rcp. ¿Ya no hay miedo a reanimar?

—Afortunadamente con los niños sí que hay una predisposición a que la gente empiece a hacer maniobras de reanimación. No pasa tanto con los adultos. Y esto es porque parece que con los niños normalmente son los familiares o alguien próximo y se hace todo lo posible por salvarlos. Toda la población debe aprender rcp porque por cada minuto que se retrasa el inicio de las maniobras de reanimación se pierde entre un 10 y un 12 % de posibilidades de supervivencia. El tiempo medio que tarda una ambulancia en Galicia está en torno a diez minutos aproximadamente, unas veces más otras menos, y es fundamental el papel de los testigos, que tienen que iniciar rcp porque en diez minutos si no se ha hecho nada y está en parada las posibilidades son mínimas.

«La franja de las tres de la tarde a las siete es crítica» 

El profesor e investigador del grupo Remoss hace hincapié en que incluso aunque no se sepa reanimar, el 061 «puede guiarte por teléfono para que sin conocimiento previo tú puedas hacer maniobras de reanimación».

—¿Por qué hay más episodios de ahogamiento por las tardes?

—La mayor parte de los ahogamientos ocurren por las tardes, después de comer, entre las tres y las siete, en las sobremesas, las siestas, viendo eventos deportivos en la televisión. Uno de los grandes desencadenantes de los ahogamientos es la falta de supervisión pero en esa franja horaria. No quiere decir que en otras no haya ahogamientos, pero esta es crítica. Hay que prestar especial atención a los niños también después de las comidas. Hay que evitar ese extra de relajación.

—El estudio tendrá continuidad con adultos. ¿Puede avanzar algo?

—Los datos preliminares que estamos barajando de adultos es que en los últimos diecisiete años se han ahogado 1.110 personas en Galicia. El ahogamiento no es sinónimo de muerte, el ahogamiento puede ser mortal o no. A veces se sobrevive con una reanimación. Cuando hablamos de ahogados son personas que han sufrido un episodio de ahogamiento, no significa necesariamente muertos. Así como en los niños la mayoría de los episodios ocurren en la provincia de Pontevedra, en adultos la mayor incidencia está ocurriendo en la de A Coruña. Los adolescentes y los adultos se ahogan en las playas, normalmente en lugares no supervisados, la edad media está en torno a los 55 años. Y la franja etaria con más mortalidad es de 30 a 65 años con un 83 %. El coste estimado anual de la asistencia sanitaria al ahogamiento está en torno a 150.000 euros. El ahogamiento es prevenible al 100 % y pensemos con esos 150.000 euros cuántas campañas preventivas se podrían hacer.

—Empieza el verano. ¿Qué consejos se pueden recordar?

—Los de siempre. Si podemos escoger, mejor playas y piscinas vigiladas con socorristas, no bañarse solos y no caer en la falsa idea de que por que sabemos nadar bien y tenemos buena condición física no nos va a pasar nada. Lo acabamos de ver en el Mundial de Natación de Budapest. Nunca hay que asumir riesgos innecesarios. En los entornos acuáticos no solo ocurren ahogamientos, pueden ocurrir otras muchas cosas. Pasó en Sanxenxo con el señor al que le pasó por encima una lancha. Si vamos a nadar siempre bien visibilizados, con materiales que permitan ser identificados por posibles embarcaciones, alejarnos de lugares de paso de embarcaciones. No tomar riesgos innecesarios como a veces pasa en los puertos y muelles de nuestra comunidad, donde vemos a gente lanzándose al mar. Luego vienen las lesiones medulares por zambullidas, también en piscinas poco profundas o zonas no conocidas donde puedes llevarte un golpe que provoque una lesión. Los niños hay que supervisarlos muy muy cerca y no deben bañarse solos nunca. Se recomienda el uso de chalecos para niños, aquí no hay cultura pero en otros países como Australia sí que la hay. Los grandes hinchables, los pelícanos, los patos o las embarcaciones hinchables con el viento nos pueden meter mar adentro y podemos tener un susto. Otro factor que es responsable del 70 % de los ahogamientos en aguas abiertas son las corrientes, ese flujo de agua que retorna al mar. Nadar contra corriente solo provoca fatiga y no conseguir salir del agua. Si nos vemos envueltos en una corriente, lo mejor es dejarnos arrastrar hacia dentro y salir por la zona de ola, que nos retornará a la playa. Y luego en los ríos, fundamental bañarse en zonas habilitadas para el baño, los ríos tienen fondos inestables, fuertes corrientes y pueden ser un riesgo altísimo porque no es un entorno habitual, estable. Por lo tanto, las playas fluviales que están vigiladas sí que son entornos aptos para el baño, no zonas que no están vigiladas y que por desgracia provocan incidentes fatídicos como ha pasado recientemente en el Miño.