Para ellas es importante remar junto a otras compañeras que han superado el tumor. Hacen piña y aprenden cada día. La hora y media de entreno es una terapia donde el cáncer no tiene cabida. Antes y después hablan y cuesta que se vayan a casa. Mientras Helena e Isa cuentan sus sensaciones tras salir del agua, el resto está haciendo unos ejercicios para estirar delante de la nave. Son Ángeles Barros, María del Carmen Buceta, Chus Torres, Rosa María Danta, Isabel Lema (Xela), Raquel Juncal, Maite Nuevo y Carmen Cernadas. Este jueves no pudieron asistir Charo Rodríguez e Isa Bernárdez. Junto a ellas, en un papel fundamental, están la fisioterapeuta Yoana González y la entrenadora Jeni Casal.
Restricciones y efectos
Yoana lleva tiempo colaborando con Adicam y trabaja en la unidad de fisioterapia de la facultad. Explica que a las mujeres que se atreven con el dragon boat se les hace una valoración: «Son pacientes con restricciones y efectos secundarios y estudiamos cómo adaptar el remo. Esta práctica es buena para el brazo, pero también para el core». Jeni comenta que es entrenadora también de un equipo mixto de dragon boat. Recuerda que hace dos años surgió la idea de crear otro para supervivientes de cáncer de mama. Aquello se paró por la pandemia y el pasado octubre se retomó. «Xela probó con el mixto, y empezamos». Admite que al principio tuvo algunas dudas, pero hoy son todo cosas positivas. «Yo no soy fisio, ni oncóloga. Puedo adaptar los entrenos a ellas, pero la verdad es que esto tiene una parte social y psicológica que ayuda mucho. Unas tiran de otras».