«Mis hijos preguntan cuándo viene papá»: el dolor de Luzmar, mujer de uno de los tripulantes más jóvenes del Villa de Pitanxo

PONTEVEDRA
Es la esposa de Edwin Córdoba, que tiene 29 años y cuatro niños de muy corta edad y que minutos antes del naufragio le contó que hacía muy mal tiempo pero que tenía que trabajar igual
17 feb 2022 . Actualizado a las 13:12 h.Hay una imagen que no se le va de la cabeza a Luzmar, mujer de Edwin Córdoba, de 29 años y uno de los tripulantes más jóvenes del Villa de Pitanxo, el barco que naufragó en Canadá. En estas horas infernales desde el accidente marítimo, ella y los suyos no dejan de visualizar a Edwin feliz bajando por la calle Venezuela de Vigo, muy cerca del lugar donde viven, con sus cuatro hijos a cuestas. Dicen que no podía ir más orgulloso por la calle. Esa imagen, la de Edwin con sus cuatro pequeños de entre ocho años y seis meses, debería repetirse dentro de unos días, cuando él regresase de la marea en Terranova. Pero todo se ha ido al traste. La armadora le dijo a Luzmar que su marido aún no ha aparecido. Ella tiene claro que no va a recibir buenas noticias: «Nos deja con cuatro niñitos. Mis hijos me preguntan cuándo viene papá», repite una y otra vez.
La vida de Luzmar y Edwin es la de dos chavales que quisieron criar a sus hijos en un lugar mejor que en el que ellos habían crecido. Vivían en Lima (Perú) y la delincuencia que veían a su alrededor les asustaba tanto que decidieron viajar a España en busca de un futuro más próspero. Primero lo hizo ella, que se vino a Vigo dejando allí a Edwin con el niño mayor, que ahora tiene ocho años. Cuando ella ya estaba aquí trabajando, se vino su marido. Y en los últimos años la familia fue creciendo hasta tener cuatro hijos. La más pequeña es una bebé de seis meses.
En Perú, él había trabajado en factorías alimenticias. Pero en España solo encontró empleo en la pesca. Así que comenzó a irse a las mareas de altura. Dice Luzmar que, esta última vez, le costó embarcar en el Villa de Pitanxo, en la que era su sexta marea en la pesca de altura y en la que iba a estar acompañado de su tío Daniel y su primo Diego Andrés, también tripulantes del barco. «Él quería buscar otro empleo, pero no lo topó y al final se fue al mar», indica. Le costaba irse a la marea por lo que se perdía en casa, con los cuatro pequeños dando guerra. Eso sí, se marchaba confiando en que Luzmar se quedaba acompañada de su madre, que vino a Vigo para ayudarles.

A las 4.57 horas de la madrugada, solo minutos antes de que se produjese el naufragio, Edwin se comunicó con su mujer. Fue un breve intercambio de WhatsApp en los que él le dijo que hacía muy mal tiempo, pero que igualmente iban a estar trabajando. A partir de ahí, su móvil ya nunca funcionó.
Luzmar reconoce que está devastada. Sus hijos son demasiado pequeños para saber qué le pasó a su padre y, por tanto, a ella en casa le toca tragarse las lágrimas. Ayer sí lloró ante la sede de la armadora, a la que acudió en busca de explicaciones que todavía no tiene. Con la esperanza de que encuentren el cuerpo de su marido, ya que le indicaron que sigue entre los desaparecidos, volvía a Vigo, donde reside, flanqueada por varios familiares. Precisamente, esos parientes y amigos que la acompañaban trataban de devolverle una sonrisa pensando en esa imagen de Edwin feliz, con sus niños, haciendo de burrito para que los tres mayores se montasen en él.