El logro de una familia migrante en Pontevedra: «No hablábamos bien castellano y encontramos trabajo todos»

María Hermida
María Hermida PONTEVEDRA / LA VOZ

PONTEVEDRA

CAPOTILLO

Lucineia, Lincon y su hijo Hugo vinieron de Brasil en 2019. Se formaron, lograron sacar el carné de conducir y ahora él se emplea en una fábrica, ella en hostelería y el joven es electricista

06 feb 2022 . Actualizado a las 21:37 h.

Quienes llegan desde otro país a Pontevedra se topan con una ciudad en la que hay cinco mil personas inscritas las listas de desempleo. De entrada, ese es un elemento en contra para topar trabajo e iniciar una nueva vida. Algunos suman otros factores que tampoco les favorecen: no controlan el idioma o están en edades en las que les cuesta insertarse en el mercado. ¿Qué les queda? Muchos de ellos se apoyan en las oenegés para tirar hacia adelante. Lo cierto es que entidades como Cruz Roja, la Fundación Amigos de Galicia o Boa Vida, que tanto trabajan en la comarca de Pontevedra como en la de O Salnés, están siendo un puntal para ellos. Les ayudan en materia laboral y jurídica, para regularizar su situación en el país. ¿Encuentran trabajo? Hay historias que demuestran que al menos algunos sí lo logran. Y una de ellas, sin duda, es la de la familia de Lincon, de 49 años, su mujer Lucineia, de 48, y su hijo Hugo, que tiene 24 años.

Los tres vivían en el sur brasileño, en Paraná. El padre se ganaba la vida como electricista y portero de edificios. Pero la inseguridad que sufrían les empujó a marcharse de su tierra: «Era una vida muy dura porque te podían hacer cualquier cosa, tenías miedo todo el tiempo», indican. Así que en el 2019 desembarcaron en Pontevedra tras los pasos de una prima. «Teníamos dos casas y un coche, vendimos todo y nos vinimos», cuenta Lincon. Lo primero fue la petición de asilo político y la tramitación de la llamada tarjeta roja para poder trabajar. A partir de ahí, recurrieron a las oenegés para topar empleo.

Las buenas noticias fueron llegando: «Amigos de Galicia enseguida nos empezó a poner en contacto con empresas. Al principio, yo buscaba trabajo para mí, pero acabamos encontrando los tres, mi mujer, mi hijo y yo», narra Lincon. Él empezó de lo suyo, como electricista. Luego estuvo en un fábrica donde se procesa atún de O Salnés y acaba de estrenarse en otra factoría alimentaria de Campo Lameiro. Su hijo se ha empleado como electricista y trabaja en distintas obras por la comarca pontevedresa. Y su mujer, Lucineia lleva ocho meses como ayudante de cocina en un restaurante del casco histórico de Pontevedra. 

«Fui a un curso maravilloso»

Padres e hijos sonríen y dicen que están, realmente, «felices». Se sienten, además, muy agradecidos a las personas y entidades que los apoyaron en este camino. Lucineia se emociona al recordar que una de las trabajadoras de Amigos de Galicia le llamaba para trabajos y ella tenía que rechazarlos por no poder conducir. Hasta que, pese a no controlar de todo el castellano, ella y su hijo Hugo lograron aprobar el carné. Igualmente, se le iluminan los ojos cuando piensa en la oportunidad que tuvo de formarse en el instituto Carlos Oroza, donde aprendió a manejarse en la cocina y donde la mandaron a hacer prácticas al restaurante que luego la contrató y en el que sigue. Lincon también agradece muchas cosas; habla de las clases de castellano en Cruz Roja o de cómo Boa Vida le permitió dar clases de electricidad. Pero, sin duda, si alguien capitaliza la alegría en la familia ese es Hugo, su hijo, que reconoce que venir a España le ha cambiado para bien su vida: «Aquí es todo más fácil, hay oportunidades», señala el joven. Luego, padres e hijo resumen lo vivido: «Es duro, pero se puede», concluyen.

Las oenegés median porque hay quien no alquila a migrantes aunque paguen un año por adelantado 

Son muchos los frentes en los que trabajan las oenegés, tanto en la comarca de Pontevedra como en la de O Salnés, para dar auxilio a los migrantes. Más allá de la oferta formativa o de apoyar a estas familias para que logren encontrar empleo y regularizar su situación en el país, a veces se ven obligadas a mediar en situaciones peliagudas. Lo cuenta Pepa Vázquez, trabajadora social de la oenegé Boa Vida —que tiene su sede en Pontevedra pero acaba también de abrir una tienda solidaria en Vilagarcía—. «Mediamos en moitos sentidos, un deles por exemplo ten que ver coa vivenda. Hai caseiros que non lle queren alugar aos migrantes. Lembro un caso bastante duro, no que fixemos de intermediarios. E ao final alugáronlle o piso pagando un ano por adiantado, algo bastante chamativo», indica.

Desde Cruz Roja indican que imparten formación para ayudar a los migrantes tanto con el idioma como a preparar los exámenes para lograr la nacionalidad. Igualmente, algunas personas que proceden del extranjero también participan en los planes de empleo de la entidad benéfica.

Amigos de Galicia se vuelca especialmente, al igual que lo hace con los nativos españoles, en ayudarles a buscar trabajo, a través de su red de contactos con las empresas. Y desde Boa Vida tratan también de prestarles apoyo en todos los frentes, incluida la imprescindible asesoría legal. 

Hoy, jornada intercultural

En ese afán de Boa Vida por integrar a quienes llegan de fuera, hoy, junto a la asociación Daira Touba, organiza una jornada intercultural en el bajo de la iglesia de O Burgo, donde se va a ver la final de la copa África de fútbol.