Hablan las víctimas de violencia machista: «Un día encontré un sable en el salón y me daba pastillas para aturdirme»

Bea Costa
bea costa CAMBADOS / LA VOZ

PONTEVEDRA

Martina Miser

Carmen y Maricarmen dejaron de ver a sus hijos: «Iso é o peor de todo»

22 nov 2021 . Actualizado a las 21:49 h.

A la que más le cuesta hablar es a María —nombre ficticio—. «Suéltalo, te vas a sentir mucho mejor», le espeta Fátima Abal. La alcaldesa de Cambados se brindó a reunir para La Voz de Galicia a varias mujeres que han sido víctimas de maltrato porque es de las que opina que todas las voces son pocas para darle visibilidad a un drama que sigue atenazando a miles de mujeres en este país. María es una de ellas, porque pasados dos años desde que consiguió romper con su pareja, todavía sigue traumatizada por el infierno que padeció en su propia casa.

Junto a ella está Teresa —también nombre ficticio— cuyos destinos acabarían confluyendo por un motivo que nunca habrían imaginado; ambas sufrieron maltrato y las dos por parte del mismo individuo. El patrón se repite; «don perfecto», aquel «hombre ideal» que las enamoró acabó siendo su peor pesadilla. Intimidación, control, agresiones verbales y físicas... dejaron de ser ellas mismas hasta el punto de, una renunciar a su empleo, y la otra, mentir para poder presentarse a unas oposiciones. «Nunca pensei que caería no tópico», apunta Teresa mientras sostiene un bebé entre sus brazos fruto de esta relación.

Con su hija en las entrañas tuvo que oír como su pareja la llamaba «morsa» —con el embarazo ganó veinte kilos— y ver como intimidaba a su hijo mayor no dejándole ni comer. Después llegó el accidente que la dejó coja, en una silla de ruedas durante tres meses, en los que tuvo que arrastrarse literalmente por las escaleras para hacer de comer y limpiar «mentres el estaba no sofá», afirma.

A ella no le pegó; lo máximo a lo que llegó fue a empujarla, y María ya no dejó que se volviese a repetir algo así. «Empecei a ter medo polo meu fillo e dixen non. Prefiro estar morta a vivir así». Fue entonces cuando buscó a María, aquella mujer que según su pareja estaba loca hasta el punto de poner una denuncia contra él falsa. Al principio le creyó, pero al cabo de un año de convivencia —fueron dos— empezó a atisbar que estaba durmiendo con un embaucador y un mentiroso. Su objetivo era dejarlas sin dinero —«eso se llama violencia económica», apunta Fátima Abal»—, y, si sonaba la flauta, conseguir que les pusiese el piso a su nombre, porque el hombre no tenía casa propia. A las dos les pidió matrimonio y María llegó a buscar vestido de novia, «pero yo me negué a casarlos, sabía que si lo hacía le iba a amargar la vida», apostilla Abal.

Para entonces María había ya abandonado su mundo para dedicarse en cuerpo y alma a su maltratador; «lo dejé todo por él». Además de su trabajo se apartó de sus amigos, de su familia «y casi pierdo a mi hija». Le cogía el teléfono, le controlaba la ropa que vestía, le hizo grabar un audio jurándole amor incondicional que después distribuyó por las redes sociales... «No dormía porque tenía una pistola de juguete en la mesa de noche y una vez me encontré un sable en el salón, yo misma pensé que estaba loca». Pero lo peor estaba por llegar: lo de las pastillas. María sostiene que su expareja la medicaba a sus espaldas para aturdirla y evitar así que saliese a la calle, «y un día se le fue la mano, después, en el hospital, me decía que no contara».

Afortunadamente, hoy María puede contarlo. ¿Superarlo? «Sí, con ayuda se puede salir, pero el miedo lo vas a tener siempre. Ya no te vas a sentir libre nunca». A lo que Fátima Abal responde: «¿Sabes cuando te vas a sentir libre?, cuando haya una sentencia contra él». Claro que en este caso va a ser difícil que se produzca porque María es de las que retiró la denuncia que interpuso en la Guardia Civil y la que presentó su compañera en este aciago viaje, Teresa, va a ser difícil que prospere porque no llegó a haber agresiones físicas.

Con todo, la regidora la invita a seguir peleando porque los jueces son cada vez más sensibles a la hora de enjuiciar sobre el maltrato psicológico. La alcaldesa sabe de lo que habla. Además de licenciada en Derecho está realizando una diplomatura en Igualdad y un máster sobre Intervención interdisciplinar en materia de violencia de género. «Los maltratadores no son enfermos, pero en este caso concreto este hombre tiene un problema mental. Como esta hay muchas historias de película, y en Cambados hay muchos casos», señala la socialista.

En Cambados y en el los concellos vecinos. Maricarmen y Carmen son vecinas de Ribadumia y Meis, respectivamente, que ayer también se pusieron la camiseta y se echaron a andar por una causa que, lamentablemente, conocen bien. La primera logró dejar atrás a su maltratador, pero el precio fue muy alto; agresiones a su persona y a sus bienes —su expareja le rompió el coche con un bate de béisbol—, miedo, depresión y lo peor de todo, perdió a su hijo. «Son avoa e non coñezo ao meu neto». La peripecia de Carmen es similar. Los problemas de pareja la distanciaron de sus dos hijos hasta el punto de estar siete y cinco años sin verlos. «Estiven un ano durmindo no faiado, xunto á lavadora, e tiña medo na miña propia casa, pero o dos fillos foi o peor», comenta.

Entonces se sintieron desamparadas. Hoy opinan que sería distinto porque la sociedad y la justicia están más concienciadas con el problema del maltrato, pero sigue siendo insuficiente. «Moitas veces parece que es ti a delincuente».