Como ya hizo con el plan de compostaje, el vecindario se planta frente al proyecto de peatonalización de la calle Alemania, como se evidenció en la manifestación celebrada
26 sep 2021 . Actualizado a las 05:00 h.Monte Porreiro vuelve a ser un dolor de muelas para el alcalde Miguel Anxo Fernández Lores. Este barrio, que cuenta con un vecindario muy activo y concienciado -en llamativo contraste con la desmovilización generalizada de otras parroquias a lo largo de estos 20 años-, decidió plantar cara, de nuevo, a las políticas de este gobierno municipal.
Ya lo hizo en 2018, con la implantación de los composteros que finalmente se rebajó por la presión ciudadana, que obligó a recular al Concello. En aquella ocasión fue notorio que la oposición al plan de expansión del compostaje salió del vecindario a costa de desmentir al propio presidente de la asociación de vecinos El Mirador, quien inicialmente iba del ganchete con el Concello en la idea de instaurar más de 200 composteros por toda la barriada. De modo que surgió una comisión vecinal que puenteó a la asociación y forzó que, primero se parase y después se atenuase el despliegue de composteros inicialmente previsto.
La lección quedó aprendida para la asociación de vecinos El Mirador que, ahora, con el proyecto del gobierno Lores de peatonalizar la calle Alemania, se ha alineado en contra y desplegó las protestas que el viernes se materializaron en la manifestación celebrada. «Peatonalización, non; melloras, si», rezaban las pancartas.
Amagos
La tentativa previa del BNG de vender hace unos días una pretendida negociación que el concejal Demetrio Gómez Junquera habría mantenido con vecinos del barrio que abanderan una plataforma denominada Monte Porreiro Quere Avanzar, destila dudas sobre su credibilidad. Más bien ha parecido una enésima maniobra orquestada, como estila hacer el sector BNG del gobierno municipal en los preámbulos de las reformas urbanas que planifica. Es un clásico de su manual, desde 1999.
Pero Monte Porreiro es mucho Monte Porreiro. Tanto es así que ha tenido que salir a la palestra el propio alcalde para apelar al diálogo con el vecindario. El regidor lo verbalizó en las vísperas de la manifestación. Admitió la negociación, pero ya dejó establecida una frontera, una línea roja que va a complicar cualquier solución consensuada. Fernández Lores dijo: «Estamos abertos a negociar absolutamente todo o que haxa que negociar, pero dentro duns esquemas que son tratar de sacar da parte máis céntrica do barrio o tráfico de paso». Lo que traducido significa que ni el alcalde ni su concejal de Obras van a renunciar a peatonalizar la calle Alemania, en el entorno del instituto y del colegio.
En cambio, para el vecindario de Monte Porreiro, a tenor de lo manifestado por sus portavoces y por los lemas coreados por los centenares de participantes en la protesta del viernes, lo importante sería que el Concello les arreglase aceras, alumbrado, alcantarillado o los severos problemas de limpieza y salubridad que tienen. Y, desde luego, no quieren saber nada de los bolardos con forma de piedras como esas que se levantan en Euskadi, que Demetrio presentó hace unos días como un gran acontecimiento estético.
Obstinación
Habrá que testar la invitación a negociar de Fernández Lores. Aguardemos que los hechos acrediten la sinceridad de esa apelación a la concordia. La historia reciente de las decisiones sobre movilidad y tráfico de su gabinete no se han construido desde el entendimiento con los afectados, sino mediante imposiciones que luego se barnizan con el compromiso de supuestos estudios de impacto y de tráfico que nunca llegan a producirse. El ejemplo más manifiesto de esa estrategia obstinada es el corte de la avenida Reina Victoria ,que han decidido mantener, contra viento y marea. La motivación disfraz -que era por la Covid y por la seguridad del alumnado del IES Sánchez Cantón- ha quedado desmentida con el transcurso del tiempo. La concejala Anabel Gulías, en una reciente comparecencia admitió que hay otros motivos.
El gobierno municipal -tanto BNG como el PSOE que es cómplice en esta materia- pretenden convencernos de que supone una mejora del tráfico en otros puntos de la ciudad. Como ensoñación, vale. Pero no se sostiene con la mera observación de lo que ocurre a diario en San Roque, Ribeira dos Peiraos, Palamios, Manuel del Palacio, María Victoria Moreno y Rosalía de Castro, todas ellas sobrecargadas por el efecto de haber cerrado una vía sistémica de entrada y salida de tráfico de la ciudad.
Además, hay otro efecto de la medida que ya empieza a evidenciarse: el cierre de Reina Victoria está generando un empobrecimiento de la calle donde ya han cerrado y/o anuncian su traslado varios locales comerciales, un par de despachos profesionales y ya veremos lo que tarda en clausurarse Caixabank, la oficina bancaria que antes era de Bankia. Lores siempre ha mantenido que el calmado del tráfico ayuda a reactivar la economía y que los ciudadanos no tienen por qué entrar con el coche en los comercios. No sé por qué calles pasea. Si lo hace y abre bien los ojos no puede ignorar la cantidad de locales y negocios que están cerrados. Y ahora, de propina, viene el hachazo de las Galerías de la Oliva.
Tendremos una ciudad muy bonita, un parque temático de bolardos y aceras, pero no todos podemos permitirnos ser funcionarios o políticos para vivir desahogadamente.