La tercera reinvención de Sandra

Antonio Garrido Viñas
antonio garrido VIGO / LA VOZ

PONTEVEDRA

MONICA IRAGO

Ahora en el Vilarousa, es una de las culpables del bum de la gimnasia rítmica en la comarca de O Salnés

26 jul 2021 . Actualizado a las 11:31 h.

A Sandra Estrada (Gijón, 48 años), la explosión de la pandemia la pilló en Egipto. Allí estaba ejerciendo de jueza en un preolímpico de gimnasia rítmica. Allí, de la alegría vivida unas semanas por la oportunidad que le había surgido, pasó a la preocupación de tener que vivir toda una odisea para volver a casa, con un viaje que prácticamente duró dos días. Esa faceta de juez es solo una de las de Sandra en el deporte que ama, donde ya ha sido, y, es, de todo.

El idilio de Sandra con la gimnasia comenzó de casualidad. «Pisaba mal, metía los pies hacia adentro, y los médicos le recomendaron a mis padres que me apuntaran a ballet o a gimnasia», recuerda. Y la elegida fue la gimnasia sí, pero la artística, hasta que por sus condiciones alguien decidió que era mejor que se dedicara a la rítmica. Le fue mejor que bien y llegó a participar en campeonatos de España, algo que, afirma, no era fácil, porque en el sector clasificatorio tenían que vérselas con las gallegas, «que eran muy buenas», dice. Era aquella generación de Marta Bobo, aquella ourensana que llegó a ser olímpica. Una lesión, y las exigencias de los estudios, comenzaron a enseñarle el camino de la retirada, pero no abandonó el tapiz. Con 17 años sacó su primer título como entrenadora. «Pasé de entrenar cuatro o cinco horas diarias a dos o tres días a la semana», apunta. Con la ventaja, además, de la ayuda económica que le suponía para sus estudios universitarios. Llegaron luego los títulos de segundo y tercer nivel aprobados en Madrid y la primera gran aventura, la creación del club gimnástico Versalles, de Avilés.

Todo parecía tranquilo hasta que un isleño se cruzó en su vida. «La decisión era que él se viniera a Asturias o que yo me fuera a Galicia y pensamos que era mucho más fácil que yo me llevara la gimnasia para ahí». Dicho y hecho. Tan pronto como se corrió la voz de su llegada comenzó a sonar el teléfono. El club Treboada, de Pontevedra, fue su primer destino, pero el segundo hito en la carrera de Sandra fue sembrar la semilla de la gimnasia rítmica en O Salnés. Primero, en A Illa. «Para niñas solo había baloncesto o piragüismo, y toda una generación de ellas probaron la gimnasia». Y llegaron los éxitos, con participaciones en campeonatos de España incluidos. Y luego, algún desencuentro que derivó en que Sandra decidiera dejar el club, «centrarme en puntuar como jueza y atender alguna escuela», apunta.

La experiencia la había dejado muy quemada y no había intención de nada más que de matar el gusanillo. Llegó al Liceo, de Vilagarcía, donde entrenaban en el salón de actos del Casino. Y luego, en el pabellón del colegio de A Lomba, sobre un suelo de hormigón y en unas condiciones muy precarias. «Nos inscribimos en unos juegos escolares un poco por hacer el chiste, para que vieran cómo era una competición y en el primer torneo al que fuimos quedamos primeras», recuerda. Los resultados acompañaron desde el principio y llegó el momento de la tercera reinvención de Sandra: dar al luz al Vilarousa.

La experiencia es un grado y ahora se toma las cosas con más calma. No hay obsesión por los campeonatos de España, «si se clasifican no se lo voy a quitar, pero no las voy a llevar de excursión. Estamos muy cerca de conseguirlo», dice. Lo cierto es que cerraron la temporada con cuatro ascensos y que el teléfono vuelve a sonar con asiduidad porque el germen de la gimnasia rítmica se ha instalado no solo en Vilagarcía, sino en toda la comarca. Pero no hay sitio para muchas más. La actividad deportiva en Vilagarcía supera, con mucho, a la capacidad de las instalaciones y la gimnasia rítmica se encuentra, además, con sus propias características. «En cualquier pabellón hay un par de canastas, pero no hay tapiz, y entrenar gimnasia rítmica sin tapiz es como entrenar baloncesto sin canastas», explica. «Vamos resistiendo. Hablamos con el Concello y sé que quieren poner de su parte. A ver cómo podemos afrontarlo», concluye.