Boris Quercia: «Yo no leo novelas policiales. Yo leo la crónica roja»

PONTEVEDRA

Carla Echeverría

«Perro muerto», del chileno Boris Quercia, es la segunda novela protagonizada por Santiago Quiñones

11 jul 2021 . Actualizado a las 05:00 h.

De la mano de la editorial Alrevés, el actor, director, guionista y escritor chileno Boris Quercia publica su segunda novela, Perro muerto, ganadora del Grand Prix de Littérature Policière el año 2016 en Francia.

-Es la segunda novela suya y la segunda protagonizada por Santiago Quiñones, ¿qué nos vamos a encontrar en ella?

-Nos vamos a encontrar con Quiñones recorriendo las calles de Santiago de Chile, confundiéndose con los perros vagos que pueblan la ciudad, sumergido en sus vicios, luchando por salvar su historia de amor. Pero esta vez la tiene más difícil. En un operativo muere un colega y le deja una herencia, una herencia inmaterial. Un destino que era para el difunto pero que ahora Santiago debe asumir aunque no quiera. Esto lo va a llevar a enfrentarse a los poderes fácticos y corruptos que permean gran parte de la sociedad, y como Santiago tiene la absurda idea de que puede hacer justicia, se va a enfrentar a ellos poniendo en riesgo su vida.

-¿Es complicado para un autor chileno que su obra trascienda más allá de sus fronteras?

-Para ser honesto no ha sido tan complicado en mi caso, todo el trabajo duro lo ha hecho Santiago, yo me he llevado la mejor parte, los viajes, el encuentro con los editores y colegas en los festivales.

-Estamos hablando de una obra que fue premiada en Francia hace cinco años. ¿Cómo se viven estos reconocimientos?

-Fue una gran sorpresa, no me lo esperaba. Ni siquiera sabía que estaba postulando. Cuando me enteré estaba en Francia así que pude estar en la ceremonia de entrega. Una alegría enorme por Santiago Quiñones, primera vez que tiene un reconocimiento ese pobre hombre y la verdad es que se lo merece, es una buena persona, aunque no lo parezca.

-Para el 2022 está prevista la publicación en España de la tercera novela de la saga. ¿Habrá más o Santiago Quiñones dejará paso a otros protagonistas?

-Me pasa que nunca vi las novelas de Santiago Quiñones como una serie, en el sentido que sea un detective que va resolviendo caso a caso y cada entrega llega uno nuevo. En estas novelas resolver o no el caso no es lo importante. Lo que uno está esperando es ver el momento en que Santiago se va a estrellar con los dientes contra el pavimento, porque Santiago es un hombre que cae por la vida. Y una caída eterna es imposible, en algún momento se va a dar con algo. Esto hace que cada entrega vaya subiendo en intensidad. Por eso paré en la tercera (La sangre no es agua) y ahora escribí sobre un nuevo personaje. Lo que no quiere decir que Quiñones pueda volver en algún momento.

-¿Las claves de la novela negra en Chile son las mismas que en otros países de habla hispana?

-Digamos que hay una gran diferencia entre España, que está en el primer mundo, y el resto de los países de habla hispana. Aunque asesinatos, tráfico, abusos e impunidad del poder hay en todas partes, en Latinoamérica esto se acrecienta. Aquí la desigualdad es brutal y creo que eso se muestra en las novelas. Tenemos una historia de necesidades y supervivencia que nos ha forjado de una manera particular para bien y mal. Lo que puede parecer pintoresco también esconde detrás una brutal necesidad. Como el puerto de Valparaíso que se ve hermoso desde lejos con sus casitas colgando de los cerros, pero que si se hace un acercamiento se descubren historias tristes de pobreza y hacinamiento. Por esto me gusta la novela policial, porque fuera de ser un genero de entretenimiento, que te mantiene atento y vibrando con la historia, es inevitablemente un genero social que denuncia la injusticia.

-Siempre se dice que la novela negra bebe de la realidad, ¿es así en «Perro muerto»?

-Si, de todas maneras. Yo no leo novelas policiales. Yo leo la crónica roja y trato de hacer ingeniería inversa para tratar de comprender como fue que el asesino llegó al crimen. Que pasó por su cabeza. Por qué se llegó hasta ese punto de no retorno. Cuando escribí Perro Muerto aún no se destapaba en Chile el abuso que ocurría dentro de los centros de acogida de menores en situación de riesgo, pero era algo que estaba latente, que se podía deducir y sobre lo que había que escribir. En La Sangre no es agua hay mención a varios casos de la crónica roja chilena que me han impresionado mucho. Lo interesante es que uno como escritor puede, por medio de los personajes, tratar de entender las motivaciones profundas y el rol de los diferentes agentes de la sociedad en estos sucesos. No es que sea mi objetivo principal la denuncia social, pero inevitablemente cuando uno construye las historias quedan en evidencia los vicios del poder en esta Latinoamérica que no termina de levantar cabeza.