Brotes verdes en el Camino Portugués

PONTEVEDRA

Peregrinos que hacen el Camino Portugués, atravesando la ciudad de Pontevedra
Peregrinos que hacen el Camino Portugués, atravesando la ciudad de Pontevedra CAPOTILLO

Reaparecen los peregrinos, pero toca rebajar las previsiones triunfalistas de antes de la pandemia en una ruta que sigue con casi los mismos tramos peligrosos desde hace 15 años

06 jun 2021 . Actualizado a las 05:00 h.

A lo largo de esta última semana me ha alegrado la vista, en el trayecto diario que hago por carretera entre Pontevedra y O Porriño, observar el creciente número de peregrinos que reaparecen haciendo el Camino Portugués. Ya desde que se reabrió en mayo la frontera con Portugal, se comenzó a percibir cómo iban surgiendo a cuenta gotas los primeros caminantes. Solos o en pequeños grupos y muy espaciados entre sí. Pero esta última semana, especialmente anteayer viernes, me sorprendió gratamente el aumento del número de peregrinos y el volumen de los grupos, más numerosos, como los que crucé cuando subían camino de Arcade por el escuálido arcén que la carretera N-550 tiene en ese tramo.

Visitantes, no turistas

La reaparición gradual pero creciente e imparable de los peregrinos por el itinerario del Camino Portugués con la subsiguiente reapertura de algunos albergues y el flujo de clientes en establecimientos de hostelería situados en el curso de la ruta, sí que suponen brotes verdes. Alimentan la esperanza de que el Camino recupere su condición de motor multicultural de visitantes de Galicia -que no turistas- procedentes de cualquier rincón del mundo.

El pequeño porcentaje de albergues que ya están abriendo para acoger a los primeros peregrinos que se aventuran por el Camino Portugués son establecimientos de iniciativa privada en su totalidad, excepto el Albergue Virxe Peregrina de Pontevedra, el único público que está abierto en la ruta desde la frontera de Tui hasta Santiago. Desde el 15 de marzo. Aunque tan solo a un 30 % de su capacidad total (que son 92 literas) debido a las restricciones aún imperantes en materia de aforos. La razón de esta excepción es que la Asociación de Amigos del Camino Portugués que preside Tino Lores, desde que renegoció con la Xunta el convenio de gestión del albergue, adquirió un grado de autonomía que le permite tomar semejante decisión en la medida en que también han tenido que asumir los costes del mantenimiento de la instalación que data de 1999.

A la espera de julio y agosto

Aunque de momento, la ocupación no es para tirar cohetes. «Una media de diez o doce peregrinos por día, en su totalidad españoles y portugueses», según me indica Tino Lores quien aventura que la mayor avalancha llegará entre julio y agosto.

Precisamente el presidente de los hospitaleros en Pontevedra me vaticina que «de ningún modo llegaremos a las cifras que se manejaban antes de la pandemia para este 2021: ni medio millón de peregrinos en total ni 125.000 haciendo el Camino Portugués. Hay que moderar expectativas. Si llegamos a 50.000 peregrinos en esta ruta, ya nos podríamos dar por muy satisfechos».

Diferente será 2022, con la propina que supone la prórroga excepcional del jubileo por doce meses más, lo que podría conllevar un notable incremento de la afluencia. Deberán coaligarse una serie de circunstancias empezando por la inmunidad de rebaño y la completa desescalada que simplifiquen la llegada de miles de peregrinos.

Una de las grandes preocupaciones de quienes, como Tino Lores, han visto nacer, crecer y explotar el Camino Portugués desde 1993, es que «llegue a mercantilizarse tanto, como si fuera un producto turístico, como un destino más, olvidando que la esencia del Camino está en el espíritu de cada uno de los peregrinos que recorren la ruta hasta Compostela». El riesgo de convertir el Camino en una oferta vacacional depende de la sensibilidad de las instituciones, empezando por la Xunta de Galicia y de cuántos actores económicos y sociales intervienen en su gestión y promoción, para evitar incurrir en ese sesgo viciado.

Frente a todo el fuelle que organismos como la Xunta de Galicia ponen en la promoción del Camino como polo de atracción turística -como acaba de comprobarse en la última FITUR- entristece comprobar la inoperancia de las instituciones públicas en resolver las carencias en seguridad vial que sigue presentando el Camino Portugués. Esta ruta a su paso por Mos, Redondela, Cesantes, Arcade o Tomeza, por citar algunos puntos negros, reviste una peligrosidad impropia para un itinerario que en 2019 realizaron 95.000 personas. Lo más triste es que esos puntos negros son los mismos ahora que los denunciados hace tres lustros en un informe que la Asociación de Amigos del Camino Portugués entregó a las administraciones públicas.

Siguen sin arreglarse

Han pasado varios ministros y ministras de Fomento o Transportes. Del PSOE y del PP como Magdalena Álvarez, Pepe Blanco, Ana Pastor, Íñigo de la Serna o José Luis Ábalos, y siguen sin arreglarse las carencias de la N-550.

En la ciudad de Pontevedra sigue desde 1999 el mismo concejal de Infraestructuras, César Mosquera (por supuesto) a la sazón vicepresidente de la Diputación desde 2015, pero el vial provincial de Tomeza continua con los mismos peligros que tienen que evitar los peregrinos desviándose por el curso del río Gafos.

La única excepción en 15 años ha sido la parroquia de Alba donde una senda de 710 metros permite desde febrero a los peregrinos esquivar el intenso tráfico de vehículos por esa carretera, la PO-225, disipando sustos y atropellos como hubo antaño. Se resolvió con menos de 700.000 euros de inversión.