1890: Lío con las vacunas en Pontevedra hace 131 años

Marcos Gago Otero
marcos gago PONTEVEDRA / LA VOZ

PONTEVEDRA

RAMÓN LEIRO

La Diputación encargó la adquisición de tubos en Londres, mientras se enzarzaba en un conflicto con Vigo sobre el precio y la eficacia de sus viales

16 mar 2021 . Actualizado a las 20:33 h.

Ya lo decía el rey Salomón en su libro de Eclesiastés. No hay nada nuevo bajo el sol. En esto de epidemias y la pugna por conseguir las curas, que tantos ríos de tinta está dando que escribir en todo el mundo en estos tiempos de coronavirus, solo seguimos la estela de otros que nos antecedieron. Remontémonos en el tiempo. Concretamente a la primavera de 1890. En aquel momento el enemigo no era el covid, sino la «enfermedad variolosa», más conocida como la viruela. Era un problema endémico en Galicia, por no decir en toda España, y las Administraciones públicas de la época reaccionaron como bien pudieron. La viruela se cobraba un elevado tributo en vidas todos los años y se intentaba atajarla. Por si alguien se lo pregunta, sí, también había antivacunas en aquellos años y el resultado del escepticismo sanitario de muchos gallegos solo dio alas a que la epidemia se extendiese. La Voz de Galicia informó de situaciones como la que se vivía en el municipio ourensano de Vilariño de Conso. Allí los vecinos rechazaban la vacuna porque no se fiaban.

Hace hoy 131 años, La Voz de Galicia informaba de un acuerdo adoptado por la Diputación para prevenir la epidemia. «La comisión provincial de Pontevedra ha acordado hacer un pedido de 400 tubos de linfa vacuna inglesa», señalaba el corresponsal pontevedrés en la portada de 1890. Como ahora, los gobiernos municipales tuvieron también su papel a la hora de contener la epidemia. Los viales que se adquirieron en Londres eran para «distribuirlos entre los Ayuntamientos de la provincia, comisionando para esto al Sr. López Neira». La partida de donde se localizó el presupuesto para esta compra tenía un nombre que ya de por sí lo decía todo. La cuenta se satisfizo «con cargo al capítulo de calamidades públicas».

Antonio López de Neira, que era diputado provincial y empresario afincado en Vigo, cumplió tan bien su función que la Diputación le dio las gracias públicamente en su sesión del 29 de marzo. El coste de las vacunas fue de 706,16 pesetas.

Producción propia

Paralelamente a esta compra de vacunas en el extranjero, se llevó a cabo una negociación, que remató en un encargo de otra remesa de viales al Instituto de Vacunación de Pontevedra y Vigo. También en marzo se tomaron medidas para cumplir un acuerdo del año anterior. Se quería potenciar la producción propia de fármacos y qué mejor forma que con la fabricación de la vacuna contra aquella epidemia. En las actas de la Diputación se registró la urgencia de la medida, «toda vez que en la estación de la primavera, que se avecina es cuando se desarrolla en esta provincia la primera viruela».

Así que se le pide al director del citado instituto para que remita a la Diputación pontevedresa, «convenientemente embalados, 200 tubos de linfa vacuna». Además, se encargó a Bernardo Feijoo, médico de Pontevedra, que, a modo de Fernando Simón de la época, redactase unas instrucciones para enviar a los concellos para que los médicos titulados en cada municipio supiesen cómo «han de ensayar la linfa vacuna».

No se las debían tener todas consigo en la institución provincial, porque pidieron a los facultativos que «observen debidamente a los niños vacunados con la misma y hagan sobre sus efectos y eficacia las observaciones que les sugiera su celo, inteligencia e interés». Por último, desde la Diputación se reclamó a los alcaldes que se asegurasen de que los médicos cumpliesen el encargo y les enviasen los informes sobre la campaña de vacunación en cada municipio.

Y así pasaron los meses hasta que el gobierno provincial volvió a reunirse a principios de junio, con un enfado bastante notable, y del que dejaron constancia en las actas de la Diputación. Resulta que el instituto de vacunación de Vigo cumplió el encargo y envió los 200 tubos de linfa vacuna como se habían pedido, «clase especial», pero a precio de cinco pesetas cada uno con una rebaja del 10 %, «que marca el reglamento de dicho instituto».

«Despilfarro imperdonable»

En el acta se hizo constar que el encargo tenía como objetivo que «en lo sucesivo» se usase la producción viguesa «con preferencia a la inglesa», por lo que también se cumplía la función de dar «protección a una industria nacional»·. Aquí viene la razón pública del enfado, si había más mar de fondo detrás no trascendió. «El director del instituto, lejos de ofrecer los productos del mismo en condiciones para que la Excma. Diputación provincial pudiese protegerlo sin gran quebranto de los intereses que administra los carga al precio que los expende al público». Se añade «sin tener para nada en cuenta la conducta benévola del cuerpo provincial, ni menos que se le facilitaría medio de expender anualmente un número considerable de tubos de linfa». A mayores, a la acusación de ingratitud, se le añadió la duda sobre su calidad. «Aún en el supuesto, hoy no comprobado, de que la vacuna del instituto de Vigo resultase tan eficaz como la inglesa, sería un despilfarro imperdonable el optar por aquella costando el triple que la inglesa».

El ejecutivo provincial optó por pagar las 900 pesetas de la factura del instituto vigués, pero también cortó por lo sano. Se acabó lo de pensar en suministrarse en Galicia. Volverían a comprarse los viales a Inglaterra, «habida consideración notable diferencia de precio y a la conducta poco correcta del director del establecimiento patrio».

Así, ni cortos ni perezosos en las sesiones de noviembre de ese año, la Diputación, «visto el desarrollo que en algunos pueblos de la provincia va tomando la enfermedad variolosa» y ante la demanda de vacunas, se compraron otros 200 tubos a Gran Bretaña. ¿Coste? 353,08 pesetas.

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