«En el interior puse un tiempo para consumir. Tiene que haber rotación, si no no vivimos»

Cristina Barral Diéguez
c. barral PONTEVEDRA / LA VOZ

PONTEVEDRA

Mónica Aragunde, propietaria del Café Chalo de Pontevedra
Mónica Aragunde, propietaria del Café Chalo de Pontevedra CAPOTILLO

09 mar 2021 . Actualizado a las 18:24 h.

Mónica Aragunde recuperó ayer, como otros hosteleros de la ciudad y del área sanitaria, el servicio en el interior de su local con un 30 % de su aforo. En el caso del Café Chalo, ubicado en el número 42 de la calle Joaquín Costa, eso supone poder atender en cuatro mesas, que se suman a las tres que tiene ahora en la terraza, «bien separadas». Mónica prefiere pensar en positivo, aunque el panorama no sea demasiado halagüeño tras un año de pandemia y un vaivén de restricciones sobre un maltrecho sector. «Poco va a ser, pero si no esto es una ruina», comenta. En este establecimiento mucha de su clientela es fija. Lo frecuentan trabajadores del Hospital Provincial y también muchas mamás que llevan a sus hijos al colegio Calasancio, comenta su dueña.

¿Confiaba en que este 8 de marzo la ciudad y su área de salud recuperara la movilidad fuera de sus fronteras y el 30 % en el interior de los bares? La hostelera se sincera y reconoce que no las tenía todas consigo. «Después de lo que pasó el último fin de semana de febrero y de las imágenes que se vieron en la plaza de A Verdura o en terrazas de la ciudad de Vigo, podía ser o no. Es cierto, y no quiero tirar piedras contra mi propio tejado, que hay gente que se comporta mal y algunos hosteleros, también».

Mónica Aragunde cerró el domingo porque es su día de descanso, pero ya tenía todo preparado en el Café Chalo para la apertura interior, según las normas que tiene que cumplir. «Tengo los carteles colocados y los códigos QR. Los códigos los tengo en unas mamparas y también puse unos pequeños en las mesas por si la gente no se fija». En la terraza no tiene límite temporal para las consumiciones de sus clientes, pero en el interior sí lo pone porque si no no hay rotación y con cuatro mesas no se factura. «En el interior voy a poner un tiempo de 20 minutos para un café y de 45 minutos para una caña o un vino. Tiene que haber rotación, si no no vivimos», recalca. De momento seguirá llevando ella el negocio porque tiene un empleado en ERTE.

«Estaré yo solita porque ahora no puede coger a nadie». Como otros colegas de profesión pide poder trabajar y que la gente sea solidaria y se sume al lema de «Vamos a rotar» para que sus mesas tengan más clientes a lo largo del día. De momento, sigue el cierre a las 18 horas y hay que sacarle el máximo partido. Tras doce meses complicados, hay mucho que recuperar.