Las otras caras marcadas por la pandemia

Nieves D. Amil
nieves d. amil PONTEVEDRA / LA VOZ

PONTEVEDRA

CAPOTILLO

Gimnasios, administraciones de lotería, taxistas o parques de bolas cuentan cómo les afecta

15 nov 2020 . Actualizado a las 05:00 h.

La pandemia tiene tantas caras como un poliedro y ninguna es buena. Sus efectos están dejando tocados todos los sectores económicos, muchos de ellos están detrás del cierre de la hostelería, pero otros sufren en silencio los cambios de hábitos de la población. La hostelería acapara todas las miradas, pero, ¿cómo están otros sectores? «Está siendo un año duro, es como una etapa de posguerra». Con estas palabras tan contundentes explica Regina, Rechi, Benedicto, cómo viven desde marzo en el gimnasio Budo, donde trabaja. En su caso cuentan con entre el 30 % y el 40 % de los socios que tenían habitualmente. «Nosotros tenemos dos temporadas, una en marzo-abril y otra en noviembre y se han cargado las dos. Junto a la hostelería somos los más sensibles, no se nos trata como un sector de la salud y no se dan cuenta que con deporte se combaten patologías sensibles al covid», apunta Rechi, que asegura que han sobrevivido a la puesta en marcha de Pontemuiños y a la reforma del centro deportivo de Campolongo, pero la embestida del covid ha puesto en ERTE parcial a los 35 trabajadores de Budo. «Elevamos tres consultas a Sanidade, no nos dejan hacer actividades grupales, pero mi clase era de 20 personas en cien metros cuadrados y ahora permiten cinco, eso es insostenible. Parece que los asesores no conocen la realidad de la calle», indica Rechi, que pone voz a un sector que redujo la actividad a un tercio, pero mantiene el 100 % de los gastos: «No tiene sentido que se suspendan las clases y sí se pueda estar haciendo ejercicio en una sala de máquinas».

La situación de los gimnasios es compleja, pero los negocios de ocio infantil se encuentran en una situación insostenible. Lo sabe bien Erika Sánchez, responsable del Flipo Park, que hace una semana que ha vuelto a cerrar su local de la calle Echegaray. Le sobran ganas de trabajar e iniciativas, pero el covid corta sus alas cada vez que emprende el vuelo. En septiembre levantó el ERTE y retomó la actividad. Apenas dos meses después ha vuelto a cerrar.

Ante la falta de comedores escolares en las primeras semanas de curso, decidió ofrecer ese servicio y solucionar parte de los problemas a los que se enfrentaban familias del Froebel y las Doroteas. «Pensé que no tendría que cerrar, pero el martes cuando leí el DOG tuve que hacerlo», apunta Sánchez, que «espero que la Xunta cumpla lo que dijo. Si es así seguiremos abiertos».

Aguarda poder retomar parte de su actividad en diciembre, pero hasta que eso se cumpla vive una situación límite. «Estoy con ansiedad y solo puedo dar las gracias a mi familia y a los propietarios del bajo que me perdonaron el alquiler», comenta la responsable del Flipo Park. Espera cobrar pronto las ayudas que solicitó después de tener que acondicionar las instalaciones para poder trabajar bajo las restricciones que marca el covid. «A los del Igape les dije que cuando me llegase la ayuda ya iba a estar cerrada por esta segunda ola», lamenta Erika Sánchez. Una de las empleadas ha encontrado otro puesto de trabajo y la otra está en ERTE a la espera de que mejore la situación.

Quiere ser positiva, pero le cuesta ver el final de una etapa en la que sus iniciativas se han visto frenadas. Ahora solo piensa en que se pueda aprovechar parte de la campaña de Navidad.

CAPOTILLO

Las administraciones de lotería también tienen la mirada puesta en las fechas navideñas y en el sorteo del Gordo del 22 de diciembre. Estos negocios hacen una parte importante de su facturación en el tercer trimestre para afrontar el resto del año.

El cierre de la hostelería, las excursiones suspendidas de los colegios o las restricciones de movilidad están poniendo en jaque la época del año en la que más trabajan. «En diciembre devolveremos más de la mitad de la lotería que me enviaron», apunta Carmela Díaz Lorente, responsable de la administración Carmela, en Reina Victoria. Habitualmente son cinco personas trabajando, pero este año afrontan la recta final del año con solo dos compañeras. Entre bromas, reconoce que «llevo en esto 400 años». No serán tantos, pero sí tiene un bagaje profesional de varias décadas que le permite afirmar con claridad que «las ventas de Navidad de este año no se ven desde la década de los ochenta».

El goteo de décimos sigue, pero las comisiones que reciben por cada uno vendido son muy bajas y llevan casi 20 años sin actualizarse. Así que las administraciones deben facturar mucha cantidad para poder tener un negocio rentable. «La gente que ya no vino a reservar su lotería ya no vendrá y la venta de ventanilla es menor», apunta Díaz Lorente, que asegura que en su caso se le juntan los efectos del covid con el cierre al tráfico de Reina Victoria. «Tenía clientes que me venían de fuera y dicen que ahora no lo hacen porque no hay sitio donde aparcar», concluye.

CAPOTILLO

De los problemas de tráfico, Alfonso Vidal sabe mucho. A bordo de su taxi palpa el estado de la ciudad y los efectos del covid. Él tiene un taxi adaptado de siete plazas que hasta ahora tenía mucha actividad. «Está complicadísimo, todos dependemos de todos, hago menos de la mitad de los recorridos que hacía antes», señala este taxista. A última hora de la tarde del viernes llevaba 12 carreras después de un día de trabajo, pero hay jornadas de ocho, mientras antes había días de treinta. «Mantengo los clientes habituales, pero antes tenía reservas de Madrid o de otra ciudad y ahora no», explica. Y es que Vidal decidió poner su perfil en Internet para facilitar la posibilidad de reservar su taxi. «Hoy está todo muy competido, esto es un pueblo grande», apunta este taxista, que reconoce que su sector no es ajeno a la pandemia, especialmente desde que las restricciones de movilidad limitan las salidas. Todos estos sectores confían en que la primavera devuelva la esperanza, pero el desasosiego determina su día a día desde marzo.

CAPOTILLO