«Los médicos nos sentimos poco mimados»

María Hermida
maría hermida PONTEVEDRA / LA VOZ

PONTEVEDRA

Ramón Leiro

Pide el fin de los «contratos basura» y que se reconozca a los sanitarios por su lucha ante el covid-19

28 sep 2020 . Actualizado a las 11:53 h.

A las nueve y media de la noche, el ginecólogo Isidro Lago (Pontevedra, 1958) habla con una energía desorbitada. Parece descansado. Sin embargo, lleva en pie desde la madrugada y, como casi todos los días, entró en su consulta antes de hacerse de día y no salió de la misma hasta bien avanzada la tarde. Dice que está acostumbrado a ese ritmo vital. Y que lo de terminar la jornada y desconectar nunca fue con él. Es más, señala que le da una inmensa tranquilidad que todas sus pacientes tengan su móvil. Y que lo único que necesita para sentirse bien más allá del trabajo es un poco de deporte y el apoyo de su familia. Por lo demás, sostiene, puede con todo. Quizás por ello, porque puede con lo que le echen, hace unos días, en medio de la pandemia, revalidó su cargo como presidente del Colegio Oficial de Médicos de Pontevedra. Es también, desde hace un tiempo, el responsable del Consello Galego de Colexios Médicos.

En realidad, y aunque desborda vocación, Isidro Lago acabó en Medicina por cansancio. Tal cual. Él, en realidad, quería ser ciclista. Se ríe al recordarlo: «Mi padre era corredor y yo, al terminar el bachiller, le dije que quería ser ciclista. Y la verdad es que no me dijo que no. Empecé a entrenar y, al cuarto día, le dije que mejor me iba a estudiar. ¡Duré cuatro días como ciclista!. Vi que aquello era terrible, que no podía con la vida... y me fui de cabeza a la universidad», cuenta. No tenía claro qué opción estudiar. En su familia no había nadie médico. Pero a él no le disgustaba la idea de serlo: «Lo de ver sangre y eso no me asustaba... así que me lancé a Medicina. Al principio fue duro», recuerda. Empezó a hacer prácticas muy pronto: «En el segundo año, en verano, me fui al Provincial y me pasé varios meses poniendo inyecciones. Las enfermeras estaban encantadas porque les ayudaba y yo la verdad es que aprendí muchísimo», cuenta. De repente, la ginecología llegó a su vida y encontró lo que le gustaba hacer: «Tuve mucha suerte, siendo aún estudiante entré en el antiguo sanatorio de La Merced, con Diego Murillo, que fue como un padre para mí. Era estudiante y mi vida era estar en Santiago de lunes a viernes y el fin de semana vivir y dormir en el hospital. No iba por mi casa», explica.

«No sabía lo que era Navidad»

Se terminó quedando a trabajar en La Merced, aunque hubo un tiempo que lo combinó con el ejercicio de la profesión en La Marina. Empezó a correr de un sitio a otro; de guardia en guardia. En el año 1981 asistió a su primer parto. Fue con un feto muerto: «Parece una cosa traumática, pero era lo más adecuado para aprender, porque como sabíamos que el feto estaba muerto podíamos hacerlo lentamente, para que pudiese ir viendo paso a paso y cogiendo experiencia». No dejó de asistir a alumbramientos hasta el año 2002: «La verdad es que fueron tiempos muy intensos, de mucha vocación. No sabía lo que era una Navidad ni un mes de vacaciones. Cogía una semana, diez días de descanso en todo el año... Era una labor de 24 horas. Mi vida, en gran parte, era el hospital. La verdad es que no sé cómo mi mujer [hace un inciso para aclarar que es padre y abuelo] podía con todo, porque yo estaba siempre allí. Debe ser de verme siempre de guardia en guardia que mis hijos no quisieron saber nada de la Medicina, que se fueron de cabeza a la rama artística», explica Isidro Lago entre risas.

Tras toda una vida en La Merced, abrió consulta privada, en la que todavía sigue ejerciendo. Su ritmo continúa siendo frenético. Hay días que consulta desde bien temprano en Pontevedra, luego hace lo propio en Lalín y regresa de nuevo a la ciudad del Lérez para seguir viendo pacientes. De momento, no ve cerca la jubilación: «Los médicos privados para jubilarnos siempre tenemos embrollos, haces inversiones, renuevas las clínicas, tienes a tus pacientes ahí... en fin. Tiraremos unos años más», enfatiza.

A él, que nunca se pasó a la sanidad pública porque dice que ni tiempo tuvo de planteárselo, le toca presidir el Colegio de Médicos de Pontevedra en un momento clave: con una pandemia de por medio y con muchas quejas por la situación de la atención primaria. Tiene claras cuáles serán las prioridades: «Hay que luchar contra los contratos basura. No podemos tener a sanitarios con contratos de lunes a jueves o aberraciones aún mayores. Necesitamos contratos dignos y necesitamos que no haya médicos en la sanidad pública que cobran poco más del sueldo base, porque es muy poca recompensa para el esfuerzo que hacen y la responsabilidad que tienen. Los profesionales siempre salvan al sistema. Pero hay que cuidarlos a ellos también, los médicos nos sentimos poco mimados. Y ya no lo digo solo por la Administración», dice. Y añade: «Ahora que estamos con una pandemia, no es de recibo que demos consejos y no se respeten, porque luego la gente se contagia y hay que atenderla». Defiende que todo el personal sanitario debería tener una recompensa por estar en primera línea frente al covid-19: «Cuando a los soldados se les manda al Líbano o a otro lado se les paga ese trabajo aparte y nadie dice nada. Pues estamos en una situación excepcional, y nuestros sanitarios dan lo mejor de sí», sostiene Lago, que también señala que hay que luchar por mejorar la atención primaria. Termina como empezó. Hablando del ciclismo que un día dejó de lado para hacerse médico. No fue su profesión. Pero la bici, a ratos, le da la vida.