La desesperación de una mamá arroaz por mantener a flote a su cría muerta

Marcos Gago Otero
Marcos Gago POIO / LA VOZ

PONTEVEDRA

Cruceros Pelegrín

El cetáceo impidió a los biólogos de Cemma el rescate del cadáver de su cachorro junto a la playa de Campelo

10 ago 2020 . Actualizado a las 20:22 h.

Una mamá arroaz lo intentó todo este domingo en la ría de Pontevedra por mantener a flote a su cachorro, recién nacido, con la esperanza de que no se hundiera. La cría había muerto, pero la madre se negaba a aceptarlo y se esforzaba porque flotase, empujándola, llamándola y haciendo todo lo que se le ocurría. Vano esfuerzo pero que demuestra que el amor materno también existe en el mundo animal. Los bañistas que se encontraban en la playa de Campelo, en el municipio pontevedrés de Poio, lo pudieron observar todo, entre la extrañeza por la escena y la sorpresa porque en su lucha titánica por su pequeño, la mamá arroaz también estuvo muy cerca de la orilla, exponiéndose a varar ella misma. 

Los biólogos de la Coordinadora para o Estudo dos Mamíferos Mariños de Galicia (Cemma) recibieron la alerta a las seis de la tarde, aunque madre y cría llevaban horas dando vueltas por el litoral de Pontevedra y Poio. Cuando llegaron se pusieron manos a la obra para intentar poner fin a la lucha agónica de la mamá arroaz. «Os arroaces cando lles morre un cachorro non asumen a súa morte e tentan de animalo a respirar», explica Alfredo López, portavoz de Cemma. Pueden llegar a pasar días en estos esfuerzos inútiles, que demuestran hasta qué punto el sentimiento de lealtad y de familia está impregnado en estos cetáceos. En el caso del ejemplar de Campelo, el pequeño llevaba muerto al menos desde hacía más de un día porque «cheiraba mal», según explica López. 

Para retirar el cadáver del agua optaron por un operativo con dos personas. Alfredo se subió a una piragua para intentar recoger el animal desde el mar, mientras que otro compañero, Pablo, hacía lo propio desde tierra en la zona de rocas para ayudar. «Chegamos a collelo e amarralo á piragua, e dirixímonos cara a costa con el, tamén tendo coidado de ver como evolucionaba a nai», precisa. La madre reaccionó fatal. «Enfadouse moito e veu cara a piragua soltando o cachorro morto. Levouno para dentro da ría a máis de trescentos metros por debaixo da auga». Cuando volvió a salir a la superficie, la mamá arroaz seguía al lado de su retoño, insistiéndole con golpecitos y empujones a que nadase. Como no conseguía su objetivo, ni permitió que los humanos volviesen a acercarse a ella ni dejó solo el cuerpo, sino que siguió empujándolo hasta que se perdió su rastro en el interior de la ría pontevedresa. Desde Cemma han pedido colaboración vecinal para que si aparece varado el cachorro en alguna playa de la comarca se les avise y así puedan examinarlo.

Alfredo López indicó que no es posible precisar la causa de la muerte de la cría, pero añadió que en los pocos segundos que la tuvo en sus manos para atarla a la canoa no pudo apreciar nada extraño. «Non sabemos a causa da morte, non podemos dicir nada diso. Os cachorros de arroaz cando nacen son moi vulnerables e poden morrer por calquera cousa». En este caso, el animalito medía en torno a 1,10 metros, el tamaño habitual de los recién nacidos de su especie. El extenso inventario de aletas dorsales de arroaces que tiene Cemma ha permitido aclarar la identidad de la madre. Estas aletas son como el DNI de los humanos. No hay dos iguales y de esta forma pudieron comprobar que se trata de Felice, una arroaz que se ha avistado bastantes veces desde que se identificó por primera vez en el 2003 en las Rías Baixas.

Lo sabe bien Juan Carlos, de Cruceros Pelegrín, que grabó el vídeo de esos agónicos momentos. «É unha femia que coñecemos ben, sempre se achega ó noso barco e a esa cría vímola nacer practicamente. Non tiña máis que tres ou catro semanas». Para Juan Carlos era la segunda vez que veía algo similar pero no por eso deja de ser impactante. «Dunha vez colleuna e levouna ata o fondo. Non sei se puido tratarse dun infanticidio por parte dalgún macho pero a verdade é que xa nos chamara a atención as outras veces que a viramos porque tiña unha forma un pouco rara na columna», recuerda.