Víctor, de funcionario número uno a gran superviviente del coronavirus

María Hermida
maría hermida PONTEVEDRA / LA VOZ

PONTEVEDRA

Ramón Leiro

Se jubiló como el trabajador público más antiguo de España; no se cree que siga vivo

18 jun 2020 . Actualizado a las 11:51 h.

«Le dijeron tres veces a mi familia que no contara conmigo». Victoriano García Méndez, al que todo el mundo llama Víctor en su Pontevedra natal, pronuncia esa frase en el salón de su casa y luego suspira mirando a su brazo o señalando a su cuello. En ambos tiene unas cicatrices contundentes, las huellas más visible de la guerra que le tocó librar contra el coronavirus. Porque él es uno de los grandes supervivientes del covid-19. Diabético pero con una vida «totalmente normal», enfermó a los 73 años y estuvo 60 días ingresado en el hospital de Montecelo, de los cuales 31 permaneció intubado en la UCI. Tuvo que volver a aprender a andar. Y ahora ya pasea. Es todo un logro. Pero no el único que alcanzó en su vida. Porque él en sí es un hombre de récord. Basta decir que se jubiló a los 65 años como el funcionario más antiguo de España, después de 54, tres meses y 18 días de servicio público en la Diputación de Pontevedra, donde entró a trabajar, mientras también iba a la escuela, con solo once años.

A Víctor le gusta recordar su larga trayectoria de funcionario. Pero, por ahora, le puede el presente. Así que empieza hablando de cómo se coló en su vida la pesadilla del coronavirus. Cuenta que su mujer y él viajaron con el Imserso a Torremolinos el día 9 de marzo. Les acompañó una nieta de 18 años. Apenas tuvieron jornadas de normalidad allí, porque la amenaza del covid-19 empezaba a ser enorme. Aún así, como recuerda él «se pudieron echar unos bailes y lo estábamos pasando bien con la canción de Los Pajaritos y todas las que nos echaban». Con sus hijas ya muy preocupadas por si podrían regresar o no, adelantaron la vuelta al 14 de marzo. Era demasiado tarde. Cuando aterrizaron en Santiago, Víctor se dio cuenta de que no estaba bien: «Noté como que me cogiera el frío, pero fue algo raro. No me encontraba bien», explica este hombre.

El trombo que lo complicó todo

Todo fue a peor. María Luisa, su mujer, recuerda con angustia cómo hora a hora la fiebre le subía a galope. «Le mandaba las fotos del termómetro a mis hijas y alucinaban, cada vez tenía más, hasta que ya decidimos llamar y llevarlo a Montecelo», cuenta. No se imaginaban que podía tener coronavirus, sobre todo porque ni María Luisa ni la nieta llegaron a estar mal en ningún momento. Pero en el hospital le dijeron que había dado positivo y que tenía que quedarse hospitalizado. Nadie sabía entonces que tardaría dos meses en poder abandonar el centro.

Víctor cuenta que cuando estaba ingresado tuvo una complicación que se lo puso muy difícil: «Al meterme tanta medicación se me hizo un trombo en el brazo y tuvieron que abrírmelo todo». Dice que tiene recuerdos muy extraños de la UCI, posiblemente por la sedación. Pero lo que está totalmente nítido en su memoria es la reacción de los sanitarios cuando todo pasó: «Me aplaudieron todos, fue muy emocionante. Porque esto no fue una broma, lo pasé mal y estoy vivo gracias al esfuerzo de todos, al doctor Valoira y a la fisioterapeuta Esther, a ellos los tengo que nombrar porque su dedicación a mí fue total», dice.

Volvió a casa sin casi poder andar. Y día a día trabaja con una fisioterapeuta para lograr caminar un poco más. Dice que hay momentos que no se cree todavía que lograse superar el virus, aunque ya dio negativo y tiene «muchos anticuerpos». Sonríe cuando habla de lo guapa que es su mujer, de sus tres hijas o de los cuatro nietos. Y se emociona al recordar momentos importantes de su vida, como cuando se jubiló en el 2011 y unos 200 compañeros se reunieron para tributarle una despedida.

Recuerda que llegó a la Diputación con once años dentro de un convenio que había para que los chavales que estudiaban y necesitasen trabajar pudiesen hacerlo. Él, que tenía 15 hermanos, bien lo precisaba. Empezó desde abajo. Y poco a poco se fue haciendo un hueco en presidencia, donde a lo largo de medio siglo vio pasar a casi todos los presidentes de la Diputación, desde Rajoy a Cuíña pasando por todos los demás. «Lo que más orgulloso me hace sentir es que, gobernase el partido que gobernase nadie me retiró de ahí. Creo que es porque nunca me metí en política y siempre estuve a trabajar y punto», confiesa. Luego, demuestra que sigue con la tenacidad de antaño. Solo que ahora, en vez de bregarse haciendo de telefonista en un despacho, se esfuerza cada día con su fisioterapeuta para recuperar la vida que le quiso robar el coronavirus.