Pasión y trabajo para hacerte sentir más guapa

Nieves D. Amil
nieves d. amil PONTEVEDRA / LA VOZ

PONTEVEDRA

Ramón Leiro

La diseñadora Paloma Covelo empezó a hacer tocados y pamelas por la insistencia de una clienta, ahora no se plantea otro futuro que no sea creando nuevos modelos a partir de infinitas texturas y apliques

13 may 2020 . Actualizado a las 05:00 h.

A Paloma Covelo la vida le va ofreciendo oportunidades, algunas llegan después de momentos amargos, pero otras surgen como el río que busca su cauce y coge fuerza por donde menos se lo espera. Así es como esta pontevedresa llegó a poner su firma a decenas de pamelas y tocados. Observadora y tenaz, no deja escapar nada de lo que la rodea, se fija en los detalles para dar forma a un imaginario de texturas y apliques que entremezcla con estilo para convertirlo en una pequeña obra de arte, para poner la guinda a un vestuario, pero sobre todo para que la clienta se vea guapa. Porque esto va de eso, de sentirse guapa. Y ella se siente así por dentro para que el resto lo luzcan por fuera.

Paloma trabajaba en una tienda de bisutería, donde también vendía algunas de sus piezas, esas que creaba en su casa bajo el nombre que ahora tiene también su tienda: Magdalena Salá. «Un día entró una clienta y me pidió que le hiciese un tocado para una boda, recuerdo que le dije si estaba loca, pero ella insistió. Me dijo que me compraría el material, que seguro que lo haría bien», explica Paloma Covelo, que con rafia, coral y unas plumas diseñó su primer tocado. A partir de ahí el boca a boca hizo el resto. Y su clienta guarda este primer trabajo, que además prometió regalárselo para que exponga en su tienda. «Poco a poco empecé a hacer más, también hice broches y pamelas hasta que decidí montarme por mi cuenta», reconoce esta joven. Esta fue la primera oportunidad que no dejó escapar esta diseñadora. La siguiente fue poco después y supuso los cimientos de su actual tienda en la calle Oliva. Ella y su pareja iban a una boda a Málaga y se habían olvidado de recoger una camisa en la tintorería, así que fueron por el centro y vieron un cartel de se alquila. «En ese momento pensamos, qué sitio más chulo para montar una tienda, así que llamamos y el propietario dijo que ya nos lo enseñaba en ese momento», recuerda Paloma, que en pocas horas tenía que estar en un avión. «Nos lo enseñó antes de ir al aeropuerto y nos dijo que nos lo guardaba solo hasta el lunes, tuvimos que tomar la decisión en Málaga, desde allí hablamos con los bancos y hasta con el propietario», comenta la diseñadora sobre una de las decisiones más precipitadas y exitosas de su carrera.

Se mudó a este local y llamó a su tienda Magdalena Salá. «Ahora respondo por la calle a los dos nombres, a Magdalena y a Paloma», asegura con humor. Ese nombre viene de más atrás, cuando su novio trabajaba en el País Vasco y solo venía una vez al mes. Cada vez que hacía las maletas, «lloraba como una magdalena y además, las lágrimas son saladas, así que de ahí sale el nombre», reconoce con cierto pudor.

Con estos mimbres de nostalgia, casualidades y muy poquito presupuesto abrió lo que ya es parte de su vida. Es difícil entrar en su tienda y que no te reciba con una sonrisa, pero sobre todo, que no haya un complemento a la medida para cualquier evento. Animó a la tienda de moda Nalatcha a que se pusiese a su lado y ahora forman el tándem perfecto. Tanto, que son casi una única tienda. Paula te viste de fiesta y Paloma te pone los complementos.

Cuando empezó a hacer y vender tocados y pamelas se dio cuenta de que el negocio desbordaría, así que puso en marcha la opción de alquilarlos. Cada principio de temporada se sienta en su taller y diseña un buen puñado de ellos. «Es divertido, me encanta hacer tocados y jugar con los volúmenes, inventar, eso es lo que más me gusta», reconoce. Compra a muchos proveedores de Sevilla y con su imaginación, inspirándose en Internet y observando mucho da forma a los complementos, que después alquila para las celebraciones. «La reservas y te la llevas y cuando la recibimos la desinfectamos para poder volver a ponerla en circulación», apunta.

Más de 70 pamelas y medio centenar de tocados están en su taller esperando clientas. Ahora más que nunca esperan volver al ajetreo típico de estos días. Se le han cancelado todas las bodas y comuniones y sabe que lo fuerte llegará el próximo año con todas las celebraciones aplazadas ya en marcha. Mientras eso llega, ella sigue disfrutando de crear. «Lo que más me gusta es que me dejen libertad para hacer lo que quiera, las que me conocen se fían de mí», comenta Paloma Covelo, que además de alquilar, también las vende y las hace por encargo, si la clienta quiere algo muy concreto. «Hay mucha gente a la que le apetece llevar una pamela, pero no la quiere para siempre, al alquilarla puede gastarse desde los 20 a los 50 euros y la venta es mucho más», asegura esta enamorada de los complementos. Los tocados llegaron sin esperarlo, pero su ojo para diseñarlos no es fruto del azar.