El regalo del preso del franquismo en San Simón que llega a su destino noventa años después

Nieves D. Amil
NIeves D. Amil PONTEVEDRA / LA VOZ

PONTEVEDRA

CAPOTILLO

Celestino Poza ejercía de médico entre sus compañeros reclusos en la cárcel franquista. Uno de ellos talló un abrecartas en madera, que Enrique Barreiro entrega ahora a su nieto Isidro Caballería

16 ene 2020 . Actualizado a las 18:14 h.

Un abrecartas en madera de boj con las iniciales CP esconde detrás una historia tan bella como dura. Recordarla remueve los sentimientos de dos familias de Pontevedra. Pero hay que remontarse noventa años atrás para saber el significado que cobra ahora. Uno de los presos condenados a muerte por el franquismo en la isla de San Simón talló esta pieza única de apenas diez centímetros. Enroscada en ella surge una serpiente, como en la vara de Esculapio, símbolo de la medicina, y con las iniciales CP grabadas.

Esas letras tienen un nombre detrás, el de Celestino Poza Pastrana, médico pontevedrés, que junto a su padre, estuvo condenado a muerte en la San Simón durante más de dos años. Su dedicación y las penurias de los reos, incluida la suya, le llevaba a atender las dolencias de forma voluntaria y por supuesto, de espaldas al Régimen. Lo cuenta su nieto Isidro Caballería, que acaba de recibir este abrecartas de un valor incalculable para la familia. «No sabía que existía, es una maravilla, hasta se le ven las escamas a la serpiente», reconoce con él en la mano.

En las últimas décadas estuvo en manos del arquitecto Enrique Barreiro. «Yo no soy quien para quedarme con un Celestino Poza», bromea. Su padre también pasó, aunque menos tiempo, por la cárcel franquista. Vinieron a su casa y se lo llevaron poco antes de casarse con su mujer. «El abrecartas estaba en mi casa, supongo que hace muchos años alguien de los Poza nos lo entregó, pero creo que debe ser la familia quién lo tenga», comenta Barreiro, cuyas familias siempre estuvieron muy vinculadas. Hicieron un trueque. «Yo quería una foto que tenía Isidro, que le había hecho mi padre a su familia, y le dije ‘si me consigues esa fotografía, tengo una cosa que creo que te pertenece, que debería tener un Poza'», comenta el arquitecto, que reformó el hospital en el que trabajaban los padres de Caballería. En la imagen se ve a Celestino Poza paseando por los pasillos del hospital de la mano de la madre de Isidro de niña. El padre de Enrique Barreiro fue el autor de esa imagen y de una serie de fotografías del aquel viejo hospital. «Se veía cómo era, cómo se operaba, cómo estaban vestidas las monjas que atendían a los pacientes, son una maravilla que le valió de pretexto para entregarle el premio Cidade de Pontevedra», recuerda el veterano arquitecto.

Celestino Poza y su hija María Luisa
Celestino Poza y su hija María Luisa 2004 265-312 PEREIRA

Intercambio en Navidad

Después de mucho tiempo intentando hacer un truque de enorme valor sentimental para ambos, por fin, estas Navidades se produjo. «La tragedia une más que los días de vino y rosas», reconoce Barreiro, que hace unos años pudo comprender aún mejor las condiciones del campo de concentración, cuando acudió con César Portela a la isla para conocer la rehabilitación hecha por el arquitecto pontevedrés.

Con este intercambio de reliquias las dos familias completan una pieza del pasado más duro para ambas. Celestino Poza Pastrana estudió en Madrid y en 1931 fue nombrado cirujano auxiliar en el Gran Hospital, donde poco después entraría a formar parte de la plantilla de un sanatorio fundado por su familia. Republicanos confesos, su vida cambió en el golpe del 36.

Los despojaron de sus puestos en el hospital y de buena parte de sus pertenencias. La represión franquista procesó a Celestino Poza Pastrana y a su padre, que después de muchos meses en el penal de San Simón fueron absueltos en un consejo de guerra celebrado en 1937. «A mi abuelo lo dejaron sin la plaza de médico y hasta mucho después no se la devolvieron. Al quedar en libertad tuvieron que empezar de cero», recuerda Isidro Caballería Poza, que no llegó a conocer a su abuelo. Murió antes de que él naciese en un accidente de tráfico en Combarro que Barreiro recuerda a la perfección. «Yo fui al entierro, fue el que más gente tuvo en Pontevedra, estaba la cabeza del cortejo fúnebre en San Mauro y la cola en Pontevedra», explica el arquitecto pontevedrés, que asegura que esta muestra de cariño da buena cuenta de la bondad de la familia.