«Estamos orgullosos de lo que hicimos con los 100.000 euros de la lotería»
PONTEVEDRA
Amaya y David compraron una casa y también máquinas con la ilusión de tapizar muebles y dejar de ser chatarreros
04 ene 2020 . Actualizado a las 19:42 h.El día 22 de diciembre del 2017 la euforia se desató en la casa de una familia gitana de Postemirón en la que vivían varios hermanos con sus parejas e hijos. «Hemos pasado de chatarreros a millonarios», decían con una alegría descomunal mientras descorchaban champán y se ponían a bailar con los décimos en la frente en un patio lleno de cachivaches y de niños alegres revoloteando por todas partes. Les habían tocado unos 100.000 euros a cada uno de los hermanos y también a algún sobrino. Han pasado dos años desde entonces. ¿Cómo les fueron las cosas? A una de las hermanas afortunadas, Amaya, y a su marido, David, les cambió bastante la vida. Para bien. Lo cuenta ella con sinceridad y elocuencia: «Estamos orgullosos de lo que hicimos con los 100.000 euros de la lotería», dice.
Amaya y David querían, en primer lugar, tener un techo propio. «Siempre vivimos con toda mi familia y queríamos montar nuestra propia casita», cuenta ella. Así que invirtieron parte del dinero en comprar una casa en Vilaboa. Es un inmueble de segunda mano al que le han hecho una reforma a su imagen y semejanza. Todo es de color chillón y llamativo en la casa. Todo brilla. Amaya se ríe y confiesa: «A los gitanos nos gusta el color y el brilli brilli... somos así y yo la primera».
En casa viven siete personas. Amaya, su marido, dos de sus hijas, su yerno y sus dos nietos. Lo hacen rodeados de unos muebles muy especiales. Porque resulta que, además de comprarse la casa, Amaya y David empezaron a pensar en cómo el dinero de la lotería les podría servir para mejorar su calidad de vida. Ellos antes se dedicaban tanto a la chatarra como a la recogida de muebles. Así que compraron una furgoneta nueva. Pero también adquirieron algunas máquinas con la ilusión de abrirse otro camino profesional: «Yo estuve en una escuela taller y probé lo que eran las labores de carpintería y el tapizado y me encantó... y como soy emprendedora pensé en comprar unas máquinas a ver si se me daba bien», cuenta Amaya con desparpajo.
«Que me bendigan las manos»
De momento, todo está arrancando. Pero Amaya ya muestra con orgullo los muebles que va tapizando y que lucen en su propia vivienda o que tienen ya sus amigas. Sus muebles son como ella, llenos de color. Con la ayuda de David, que corta tablones, y con su habilidad con los tapices fue haciendo, por ejemplo, unos zapatos gigantescos que luego convierte en tocadores o en estanterías. También hizo los cabeceros de las camas, la mesa del salón, marcos de fotos de dimensiones considerables... y todo con la misma marca de la casa: «El brilli brilli y la alegría gitana». En algunos de sus tapices emula los logos de grandes firmas de moda de las que Amaya asegura estar prendada. Conforme va haciendo diseños, los cuelga en sus redes sociales. En Facebook, donde no dejan de piropearla, ha llegado al tope de amigos: «Llegué a cinco mil amigos y no puedo tener más, la verdad es que la gente ve lo que hago y le parece bonito. Las gitanas me dicen que Dios me bendiga las manos, y yo se lo agradezco mucho».
Amaya tiene claro que se le da bien tapizar. Así que ahora su ilusión es poder tener un negocio en esa línea. «Si alguna empresa me quisiera para trabajar iría encantada. Y de no aparecer pues me gustaría hacerlo por mi cuenta y vivir de eso, de tapizar», señala. A su lado, su marido le da la razón y muestra su orgullo por lo que hace su mujer. Dice de ella que es seria, trabajadora y formal. Y ella sonríe mientras observa una y otra sus tapices y señala: «Es cierto, seria sí que soy».