«Queremos sacudirle el polvo al teatro lírico para que llegue a todas las edades»

PONTEVEDRA

La Sede Afundación de Pontevedra acoge esta tarde la representación de «La flauta mágica. Tu primera ópera»

02 nov 2019 . Actualizado a las 05:00 h.

«Es una producción premiada en Madrid a la mejor producción para público familiar del 2017. Es una adaptación de la ópera La flauta mágica, de Mozart, en la que hemos sido capaces de combinar la música de Mozart con una dramaturgia escénica divertida con proyecciones. La música es en directo, las voces son en directo». Con estas palabras, Miguel Ribagorda, director de la compañía Ópera Divertimento, alude al espectáculo que esta tarde (18 horas) se pondrá en escena en la Sede Afundación de Pontevedra, La flauta mágica. Tu primera ópera.

-Haciendo alusión al título, para muchos será la primera vez que vean una ópera.

-Sí. Muchos podrán escuchar, por primera vez, voces líricas, pero de una manera desenfadada e intentando generar afición.

-¿Es, por así decirlo, una forma de desacralizar la ópera?

-Sí, aunque es una palabra muy seria la que usas. Es una forma de llevar la ópera a todos los estamentos, no solo sociales, sino de edades. Cuando yo era chaval, la ópera era esa cosa rara que oían mis padres y es una pena que cuando uno se va a haciendo mayor va descubriendo lo que es esto. Desde Ópera Divertimento hace años nos planteamos que este arte tendría que ser conocido desde edades tempranas, es una pena que se lo pierdan. Por tanto, sí, si quieres, es una forma de desacralizarla, pero sin perderle el respeto. Hay que entender que todo artista o interprete que se sube a un escenariomerece un respecto independientemente del público al que se esté dirigiendo, ya sea un público de 3 años o de 40. Queremos sacudirle el polvo al teatro lírico para que llegue a todas las edades.

-¿Qué es lo más complicado de adaptar a Mozart?

-En este caso, diría que lo más fácil es su música, mientras que lo más complicado es el libreto, que no es de Mozart. Lo escribió Emanuel Schikaneder, que era un amigo suyo que además hizo el primer Papageno, que es uno de los personajes de la ópera. Es un libreto, como casi todos los del XVIII y XIX, muy enrevesados, muy complicados de seguir, que no están adaptados para una mente como la nuestra. Tenemos ahora mismo una estructura mental para entender lo que sucede de otra manera, por lo que lo que hemos hecho un trabajo de cribado y filtrado para quedarnos con unas de las tramas, no con todas. Es sencilla de seguir y tiene un comienzo, un nudo y un desenlace. Fue lo más complicado y todo lo demás, como tenemos ya muchos años de rodaje, ha venido hecho. Y me refiero a ser capaces de que este libreto entre dentro de una estructura que es muy nuestra, que es ofrecer un espectáculo de manera desenfadada y, sobre todo, participativa.

-Me imagino que habrán constatado muchas sorpresas entre el público que acude por primera vez a una ópera.

-Sí. Podría contar bastantes. Por un lado, es muy satisfactorio trabajar para un público familiar en el que hay niños porque no tienen problemas en decirte si les gusta o no. Nosotros tenemos un comportamiento moldeado por la sociedad en el que, si algo no nos gusta, amable y respetuosamente nos callamos y sonreímos, pero los niños, si no les gusta algo, te lo dicen: «¿Qué haces? ¿Qué es eso? Me aburro. Me hago pis». Afortunadamente, eso no nos ha pasado, pero sí nos ha pasado que niños que han seguido la narración de lo que estamos contando y se han metido tanto en la obra que, incluso, han subido al escenario a participar. O cuando Mozart, en el momento en el que sale a escena y dice que es uno de los mejores compositores de la historia, desde el patio de butacas hemos escuchado a un niño decir que «mi padre es mejor que Mozart». Hasta este punto nos podemos encontrar con respuestas espontáneas y le tengo dicho al reparto que nos tenemos que acostumbrar a trabajar mucho desde la improvisación en este tipo de eventos. La compañía está muy acostumbrada a este tipo de situaciones.

-¿Y si le pregunto por lo más satisfactorio?

-Son los aplausos finales porque son sinceros. Cuando terminamos la obra siempre nos hacemos fotos con los chavales y los padres, y puedo asegurar que tanto los niños como sus progenitores nos dicen: «Nos lo hemos pasado muy bien». No hacemos una ópera para que el adulto acompañe al niño y este se divierta, lo hacemos para todos. Como decía antes, nosotros tenemos la cautela de sonreír y no decir nada, si no nos gusta, pero los niños, no tiene esa cautela.