Los Morones, en el banquillo en familia, pidiendo perdón y diciendo que son solo «unos gitanitos»

María Hermida
María Hermida PONTEVEDRA

PONTEVEDRA

Capotillo

Sinaí Giménez, tres hermanos y una sobrina fueron juzgados hoy en Pontevedra. Cuatro de ellos aceptaron penas de cárcel por un altercado a las puertas de los los juzgados de Tui

17 oct 2019 . Actualizado a las 12:00 h.

Como es ya tradición, cada vez que algún miembro de los Morones, el clan familiar al que pertenece Sinaí Giménez, rey de los gitanos en Galicia, tiene que acudir a un juicio el dispositivo policial que se pone en marcha es tremebundo. Y hoy, como ya había pasado en el mes de junio cuando hubo una vista por un conflicto entre Morones y Zamoranos, la Policía Nacional blindó también los juzgados de A Parda, donde se juzgaba a Sinaí Jiménez, a tres hermanos y a una sobrina. No se puedo hacer lo mismo con un quinto hermano porque se encuentra fugado y en busca y captura.

En esta ocasión, se sentaban en el banquillo por un altercado protagonizado hace casi cinco años a las puertas de los juzgados de Tui, en el que resultaron heridos dos guardias civiles y un abogado. 

Sinaí Giménez, el polémico pero a la vez carismático rey de los gitanos en Galicia, no estuvo presente en el juzgado pontevedrés. Declaró por videoconferencia dado que está cumpliendo prisión por otra causa en la cárcel de Villabona (Asturias). Sin él presente, sus hermanos entraron al juzgado sin mucho circo. Lo hicieron, eso sí, acompañados de su madre y pidiendo que se dejase acceder también a mujeres e hijos de corta edad. No dejaban de repetir que son solo «unos gitanitos» y que a veces parece que se les trata «como a etarras». 

Una vez dentro, hubo que esperar largo y tendido a ver qué ocurría con las penas de cárcel que se les pedían, que oscilaban entre el año y medio y los seis años y medio de prisión. Se dilató la sesión dado que todas las partes accedieron a negociar y finalmente hubo acuerdo, lo que conllevó una rebaja de las condenas.

A Sinaí Giménez le cayó un año de prisión por dos delitos de atentado, uno en concurrencia con otro de lesiones; su hermana Consuelo y su sobrina Débora fueron condenadas también a un año de cárcel cada una por sendos delitos de obstrucción a la Justicia. Otro de los hermanos, Saúl, tiene una condena de seis meses de prisión por atentado y el mejor parado fue Marino, que quedó absuelto. Menos él, todos tienen que pagar también multas. A mayores, Sinaí Jiménez debe indemnizar con 9.000 euros a uno de los agentes heridos y con 2.000 al otro lesionado.

Lo más pintoresco del juicio fue que Sinaí Jiménez, que declaraba por videoconferencia, tiró de carisma y señaló: «Pido disculpas por todo lo ocurrido esos días, sobre todo a los afectados, pagaré en cuanto pueda las indemnizaciones. Decir también que en el momento en el que se produjeron esos hechos yo no tenía antecedentes penales». Tras su alocución a través de la pantalla, sus familiares, sentados aún en el banquillo también se disculparon por lo ocurrido. 

Los abogados, sobre todo Marcos García Montes, conocido por ser letrado de muchos famosos y que en esta ocasión defendía los intereses de Consuelo Giménez, hablaron también de la posibilidad de conmutar penas de prisión por multas o trabajos a la comunidad, algo a lo que también se refirió Sinaí. 

Dado que uno de los hermanos de Sinaí acusadosen este juicio, un hombre llamado Juan Paulo, está en paradero desconocido y en busca y captura, no se le pudo juzgar esta mañana. Queda pendiente la causa hasta que aparezca. 

En realidad, el juicio que se celebró en la mañana de hoy, miércoles, en Pontevedra, era una vista que se había aplazado en dos ocasiones distintas, la última en el mes de junio, dado que algunos de los acusados no se presentaban. En junio, llamó la atención la excusa que dio Marino Giménez, uno de los hermanos de Sinaí, para no hacer acto de presencia en el juzgado. Dijo que los 300 kilos que pesa y los problemas de rodilla que arrastra le mermaban la movilidad y le impedían ir a juicio. Hoy, ese mismo hombre entró por su propio pie en las dependiencias judiciales de A Parda, de donde salió sonriente y entre abrazos porque quedó absuelto.