Y es que Avendaño dice exactamente lo que piensa. Se lo dijo a los jóvenes a los que en los setenta vio por primera vez esconderse en Lavadores para fumar algo. «¿Qué fumáis?», les increpó. «Un porro. ¡Es mejor que el vino!», le dijeron riendo.
Un día, harta, tras encontrarse una china de uno de sus hijos en casa, le pidió a un cuñado que le liara uno. «¡Quiero probarlo de una vez!, no puede ser para tanto, todo es sugestión», argumentó a su familiar para convencerlo. «Pero no. Estaba haciendo la comida y todo me empezó a dar vueltas. Dejé de ser yo, y me costó controlarme».