El caso Marcio; un año desde que lo mataron y con quienes lo hicieron, libres

María Hermida
María Hermida PONTEVEDRA

PONTEVEDRA

Le dispararon dos policías y lo achacaron a un error, pero el fiscal cree que iban a por él. Estuvieron unos meses en la cárcel y quedaron libres a la espera de juicio

11 dic 2019 . Actualizado a las 16:12 h.

Ya hace un año que una llamada telefónica cambió para siempre la vida de una familia de Ponte Caldelas. La recibió una madre, a la que desde Salvador de Bahía, en Brasil, le contaban que su hijo, que vivía en esa ciudad —a la que los padres habían emigrado en su día y de la que regresaron tiempo después— había sido abatido a tiros. Habían matado a Marcio Pérez, de 41 años y con dos hijas menores de edad. Esa madre emprendió entonces un viaje terrible. Horas y más horas de espera en aviones y aeropuertos tratando de asimilar, acompañada de familiares, una noticia imposible de digerir. Cada cosa que les decían sonaba más extraña. A Marcio le había matado la policía militar. ¿Por qué? En las primeras horas se hablaba de un error, incluso se amagaba con culpar a la víctima de haberse saltado un control policial en la frenética urbe de Salvador de Bahía. Pero pronto empezaron a no casar las cosas. Y el fiscal del caso habló claro enseguida. Dijo que crecía que los agentes habían cometido un homicidio. Un año después, estos hombres están en libertad provisional a la espera de juicio.

El 19 de septiembre del 2018, Marcio Pérez estaba a punto de llegar a casa en Salvador de Bahía. Iba en coche y acompañado de una mujer cuando, supuestamente, los policías le dispararon, provocándole la muerte. La versión de los agentes militares, que dijeron que Marcio se había saltado un control, pronto hizo aguas. No en vano, ellos no llevaban las luces encendidas del coche ni tenían señalizado el supuesto operativo que estaban haciendo, habían actuado fuera de su zona de patrulla y tampoco lograron explicar por qué eran solo dos cuando lo normal allí es que vayan tres policías juntos.

Así, tras escuchar sus testimonios, el fiscal del caso dijo que todo apuntaba a un homicidio. Pero, ante la perplejidad de la familia y los amigos de Marcio —era muy conocido y popular en la colonia española— esos agentes no fueron detenidos hasta meses más tarde, cuando sí les enviaron a prisión. La situación resultaba escandalosa incluso para los medios de comunicación de la ciudad de Salvador de Bahía —una urbe con tres millones de habitantes y unos porcentajes de criminalidad considerables—, que se cansaron de repetir que los policías ni siquiera fueron apartados del trabajo. Se les prohibió patrullar, pero seguían en las oficinas policiales.

A finales de mayo llegó la sorpresa. Terminó la instrucción del caso y la Justicia de Brasil dejó libres a la espera del juicio a los dos policías. Su defensa alegó que son presos primarios, que tienen dirección fija y profesión conocida, así que no hacía falta mantenerles en la cárcel. Desde mayo están en libertad provisional pese a que el fiscal se opuso.

Distintos medios de comunicación de Brasil señalaban hace unos días que nada se sabe todavía de la fecha del juicio. Lo que eso supone para la familia lo dice sin pelos en la lengua su tío materno José Antonio Santana: «Ellos están tranquilos, disfrutando de la vida, de sus hijos, si es que los tienen, y haciendo lo que les da la gana mientras le quitaron la vida a mi sobrino, que dejó desamparadas a dos niñas y destrozados a sus padres».

La familia de Marcio, que insiste en que él «no estaba metido en nada raro», sigue inclinándose por la hipótesis de que se trató de un crimen pasional, algo que también apuntaron los investigadores. Se supone, aunque este extremo nunca fue confirmado, que uno de los agentes implicados podría estar relacionado con la mujer que acompañaba a Marcio en el vehículo la noche que le mataron. Ella resultó ilesa. 

La reacción de su familia

Desde el minuto cero, desde que mataron a su sobrino, José Antonio Santana, tío materno de Marcio Pérez, insistió en lo mismo: «Es importante que los culpables paguen por ellos, pero lo que más nos preocupa es la situación en la que quedan sus hijas y la madre de estas, desamparadas económicamente». Así que sus esfuerzos se centraron en tratar de conseguir alguna ayuda para las menores. Tuvo entrevistas con responsables de la Xunta, viajó a Brasil, se movió en el consulado. Pero no hubo forma. Las dos huérfanas siguen sin cobrar ninguna pensión «pese a haber matado a su padre dos policías del Estado de Brasil», tal y como dice su tío. Esa situación llena de rabia a José Antonio, que dice que son los padres de Marcio los que tratan de ayudarlas pagando el seguro médico, el colegio u otros gastos básicos. Esta circunstancia la confirma Olivia, que fue la mujer de Marcio, desde Brasil: «Yo no tengo trabajo, salimos adelante gracias a los abuelos de las niñas y a mi familia», cuenta.

Olivia señala que, un año después de morir su padre, las niñas, de 9 y 14 años, empiezan a estar «algo más tranquilas». Pero dice que la tragedia vivida las ha cambiado: «Desde que asesinaron a su padre las niñas viven con miedo, les cambió el carácter. Tienen miedo de que a mí me pueda pasar lo mismo. Eran niñas alegres y, sobre todo la mayor, se ha encerrado en sí misma». Olivia, como toda la familia de Marcio, espera con ansia que se juzgue a quienes le dispararon. Pero no hay fecha para ello.